Llevaban dos años persiguiendo el mismo deseo: llegar a Europa y emprender una vida nueva que pase por la obtención de papeles. La semana pasada lo consiguieron, convirtiéndose en los primeros subsaharianos que consiguen saltar la valla tras casi dos años de sequía. Ibrahim, Bassirou, Mama Saliou y Diallo se encuentran ahora en el CETI. En sus brazos y piernas permanecen aún los apósitos que tapan las heridas sufridas cuando trepaban por la valla. Han pasado por lo peor. Saben que algunos compañeros saltaron esas alambradas y que hay quien se quedó en el camino, pero eso no fue obstáculo para que decidieran tentar a la suerte, que, en esta ocasión, les dio la cara.
Hace dos años que salieron de Senegal y Guinea. No se conocían pero ahora son como hermanos. Por distintas vías llegaron hasta Rabat, en donde se dedicaron a trabajar para recopilar dinero y continuar con su periplo hasta las cercanías de Ceuta. Es lo que hacen los subsaharianos cuando abandonan su tierra.
Estos cuatro compañeros cumplen con el perfil de inmigrantes económicos, aquellos que se marchan de su país en busca de un futuro. Por ejemplo Ibrahim tuvo que marchar de Guinea Conakry al fallecer su padre y Mama Saliou, con sólo 18 años, tuvo que marcharse de Senegal siendo un adolescente al fallecer el cabeza de familia y ocupar ese ‘puesto’ su hermano mayor. A él le tocó emigrar para enviar dinero a su casa.
A las puertas del CETI el grupo cuenta su historia que no difiere de las de muchos de los subsaharianos que ocupan alguna de las plazas del Jaral. “Es más fácil entrar por Ceuta”, manifiestan. Aunque a ellos les costó varios intentos conseguirlo.
Hasta en dos ocasiones, y en grupos diferentes, intentaron cruzar en balsa. No pudieron llegar a Ceuta debido a la imposibilidad de burlar la vigilancia marroquí. Durante algo más de un mes siguieron intentándolo, en todas las ocasiones sin éxito. Así hasta que, cuentan, un día optaron por seguir el camino de la valla. Esa de la que tanto habían oído hablar. Llegaron a los bosques, en donde, aseguran, no hay inmigrantes. La ‘jugada’ les salió perfecta. “Por suerte” pudieron saltar, sin ayuda de escaleras, y sin que hubiera agentes marroquíes vigilando. “Lo hicimos trepando y agarrándonos” a la valla, comentan. Los cuatro, unidos, lo consiguieron. Reconocen que lo pasaron mal. El ir bien preparados les salvó de un accidente: “Nos quedamos bloqueados en la valla, pero como íbamos con mucha ropa conseguimos no quedar enganchados”, avanzan. Consiguieron saltar dejando los jirones de sus camisas y jerseys colgados de las concertinas. Heridos, fueron trasladados por una sorprendida Benemérita al Hospital.
Ahora están tranquilos, aunque mantienen un sueño: tener los papeles. Atrás han quedado compañeros. Algunos, incluso, intentaron cruzar con ellos en balsas, pero se les terminó el dinero y “tuvieron que volver a Rabat para trabajar y conseguir algo. Volverán”. Otros conocidos están ya en la península, que es a donde ellos quieren llegar.
Tras vivir en primera persona uno de los pases más dramáticos para llegar a Ceuta sus rostros señalan la tranquilidad de sentirse seguros. Ni se plantean el hecho de haberse convertido en una pesadilla para la Guardia Civil que todavía intenta explicarse como el grupo de ‘los cuatro’ consiguió burlar una valla millonaria.
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