He pasado por una de las peores épocas de los últimos años...Una brutal crisis de ansiedad me mantuvo separado del mundo durante cuatro meses largos.
Esperaba la noche para caminar por el Parque de Santa Catalina con la complicidad de una perra y un amigo que me cuidó en las horas interminables del día...Andábamos por aquella zona en la que Ceuta parece terminarse y en la que sopla el viento con fuerza y el rompeolas se llena de esa espuma blanca que huele a sal, a mar y a infinito...
El parque de Santa Catalina se convirtió en un refugio existencial para otear el estado de mi alma, confundida entre la necrópolis y la Acrópolis...
Contemplo con inmensa tristeza el deterioro paulatino del parque: los árboles y las plantas que adornan su laberíntico camino, secas y marchitas; losas levantadas, excrementos de perros esparcidos, papeleras abandonadas por los servicios de limpieza.
Me dicen que el Ayuntamiento de nuestra ciudad se gastó 30.000 Euros en la vegetación..¿ Cómo es posible? ¿No existe nadie en el consistorio que dictamine sobre las condiciones climatológicas de la zona y la flora más apropiada?
¿Cómo se puede invertir tanto y tanto dinero sin tener en cuenta el mantenimiento?
Creo que los responsables deberían dar una explicación de tanto desatino, de tanta desidia y dejadez. Este pueblo que está acostumbrado a aguantar demasiado nos preguntamos qué lleva a este Consistorio a cambiar las flores que adornan los parterres de nuestra ciudad cada dos por tres. ¿Por qué el suelo de Ceuta se convierte en una pista de patinaje en el la todos nos hemos dado de bruces en alguna que otra ocasión? ¿Qué pasa con el Mercado central cuyos puestos van desapareciendo paulatinamente con las promesas silenciadas de los gobernantes? ¿Por qué tanta contaminación lumínica en unas zonas y en otras son las sombras ciegas las que ciegan la vía pública. ¿Conseguiremos barriadas tan limpias como las del Centro? ¿Podremos pagar la obra farónica de la Gran Vía con unas farolas ilustradas de un barroquismo extremo? disfrutaremosde un mercado lo de salazones con las mínimas condiciones de salubridad en el que queden reseñadas las costumbres culinarias de nuestros ancestros?
¿Qué nos pasa? ¿ Por qué apagamos nuestras rabias urbanísticas en las tertulias de café y no en la dialéctica de la urnas?
Los ciudadanos y ciudadanas de Ceuta merecemos respuestas. El silencio nos hará cómplices.
(*) Profesor de Filosofía del I.E.S Luis de Camoens.
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