Opinión

Parábola de las Diez Vírgenes

Hemos ido con el sindicato al Mar Muerto. Allí comimos en un restaurante, “El Rey David”. Luego visitamos la tumba de Ragel (Raquel), cerca de Belén. Al regreso se me habían pasado todos los males y los malos humores”.
Myriam estaba enfadada, pues según me comentaba, en algunos ambientes religiosos se estaba hablando sobre la vida de Jesús, con desconocimiento absoluto de la Verdad revelada, y se ha llegado incluso a calumniar sobre Su vida y Su mensaje. Intenté tranquilizarla, no quiero que sufra por nada y luego repercuta en los problemas físicos que ya padece. Creo que este asunto se resuelve leyendo los Evangelios, que son los textos fidedignos donde se nos cuenta la historia real de lo que allí ocurrió durante aquellos días. Le pregunté si tenía noticias del arqueólogo e investigador de la excavación en Megiddo, autor del best seller, “La Biblia desenterrada y desvelada”. Israêl Finkelstein relee la Biblia a la luz de la exégesis crítica, de la arqueología y de otros textos antiguos del Medio Oriente. Él dice que comprender el pasado permite poseer ciertas claves para comprender el presente. Y su punto de vista le ha supuesto persecución mediática. En Megiddo se han descubierto recientemente vestigios de un edificio monumental, de la Edad del Hierro, que podría ser un templo; lo que nos indica que en los períodos del Bronce y del Hierro ya existía una práctica cultural en el Reino del norte, de ahí su importancia para poder comprender los tiempos bíblicos de Israel. Para Finkelstein, la actividad arqueológica es muy importante. De hecho, tiene en proyecto un libro sobre Jerusalem. A la luz de los descubrimientos sobre su pasado tiene él cierta claridad en la historia de Jerusalem. A Myriam y a mí nos gusta saber todo lo que se descubre sobre el Pueblo de Dios. Myriam me contó que habían pasado Shabout, un período de tiempo en el que se recuerda cuando Dios entregó las Tablas de la Ley a Moisés. Dice que la gente religiosa  se viste de blanco y todos se perfuman como símbolo de pulcritud.
“No tomamos carne, sólo pescado ,verduras y frutas, y alimentos derivados de la leche. Se reúnen de noche y cuentan hermosas Parábolas, que se transmiten desde los tiempos de Jesús… Después de un alto en Su discurso, Jesús se dispone a continuar con “la historia del hijo pródigo”. El joven que ya no tenía nada, fue a pedir trabajo a un rico que antes había sido su amigo y había disfrutado de los banquetes que daba el joven necio. El rico le mandó que fuese a cuidar de sus cerdos en una región pagana. El joven se encontraba sucio y hambriento, pensando en los festines de antes, con risas, cantos y danzas. Pensaba en lo justo que era su padre con sus siervos, que tenían abundancia y no pasaban hambre. Meditó mucho, fue destruyendo su soberbia y se llenó de humildad y sabiduría. Se dijo: “me voy con mi padre  y yo le pediré perdón. Le diré: “he pecado contra el Cielo y contra ti, ya no soy digno de que me llames hijo, trátame como el más bajo de tus trabajadores, pero tenme bajo tu techo”. Él me comprenderá y antes de morir me volverá a bendecir. ¡Oh!, así lo espero, porque mi padre me ama”. Se despidió de su amo, fue pidiendo limosnas por el camino, y llegó a casa al fin. El padre había envejecido de dolor, lo vio venir como un mendigo, fue hacia él, lo abrazó y el hijo murmuró entre sollozos: “padre, permíteme que me arroje a tus pies”. Pero su padre le dijo que se echase sobre su corazón, “que sienta tu calor sobre mi pecho”. Y el hijo le repitió las palabras que había aprendido con anterioridad. El anciano dijo a sus criados que trajesen vestidos hermosos, agua en palanganas y perfumes. Y le puso un nuevo anillo en el dedo. “Luego   tomad un becerro cebado y matadlo. Que se prepare un banquete, porque este hijo estaba muerto y ha resucitado, estaba perdido y ahora lo he encontrado. Le doy mi corazón y una  fiesta por su regreso”.
Y los siervos cumplieron sus órdenes. El hijo mayor regresó al atardecer, vio la casa llena de luces, y danzas al son de melodías. Preguntó a su siervo qué pasaba.
“¡Ha regresado tu hermano!” Y le contó todo lo que había ordenado su padre que se hiciera. “Esperan a que tú llegues para comenzar el banquete”. El hijo mayor se enfadó, pues le parecía una injusticia No quiso entrar y decidió alejarse de la casa, pero su padre salió corriendo y trató de convencerlo. “¿Puedo estar contento si haces una injusticia y desprecias a tu primogénito? Te he servido siempre, nunca he desobedecido tus órdenes, te he amado, he estado cerca de ti para curarte la herida que te dejó mi hermano. Y ni siquiera me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos. Honras a éste que te abandonó y te ofendió y ha sido un despilfarrador. Por él matas un becerro. ¡No me lo deberías haber hecho!” El padre lo estrechó contra su pecho:” ¡Oh, hijo mío! ¿Cómo puedes imaginar que no te amo? Tus acciones son santas, todo el mundo te alaba. Este hermano tuyo está ahora a falta de todo. A ti te bendigo a cada momento. Pero era justo hacer esta fiesta a tu hermano, que había muerto y ha resucitado al bien, que estaba perdido y ha regresado a nuestro amor”. Y el primogénito se convenció. Pues bien, amigos Míos, esto también sucede en la Casa del Padre. Y si un hijo se arrepiente, dirá el Padre: “No a Mis pies, sino a Mi corazón, que ha sufrido mucho con tu ausencia, y está feliz con tu regreso”. Deberéis amar al hermano redimido. Esto es todo. Quedaos Juan de Endor y Lázaro, los demás que vayan a preparar las mesas. Nosotros iremos enseguida”.  Cuando todos se marchan dice Jesús: “Así será tratada el alma querida que esperas, Lázaro, como así se trata a tu alma, Juan. La bondad no tiene medida”. Jesús se adelanta. María va con los Apóstoles y con Marzyam para la casa. El chiquillo Le avisa: “¡Mamá, ven conmigo, que debo decirte algo sólo a Ti!”. Judas Iscariote está detrás de ellos, María se extraña mucho, “¿qué quieres, Judas?” Iscariote Le pide ayuda, sabe que se ha portado muy mal con el Maestro y sus compañeros. “Te ayudaré, pero Mi Hijo ha llorado mucho por ti. Aunque Él te perdonará, no vuelvas a ser indigno, que cometes sacrilegio ante el Verbo de Dios”. Judas pide también perdón a María, y Ella le dice que es la más pequeña de las siervas del Señor. “Yo no valgo nada para ti que te crees muy grande. No te preocupes por Mi, pero ten compasión por MI Hijo”. Él dice a María que prometió a su mamá ser bueno con el Maestro y que ella se lo va a reprochar. “Eres un desgraciado, Judas. Siembras dolor en ti  y en quien te ama”. María está muy triste, habla con seriedad. Judas está arrepentido en esos momentos, y llora.
“No llores, intenta corregir tu comportamiento”. Lo lleva de la mano a la cocina y los demás admiran a María en silencio absoluto. Ella recuerda a todos que Judas es como el “hijo pródigo” de la Parábola. “Hay que saber perdonar. Y ahora, avisad a Jesús”. Juan de Zebedeo sale corriendo a buscarlo. Judas pide perdón a todos, en especial, a Pedro. Parece que se vive ahora entre ellos un momento de paz. Aún no se han marchado de Betania Jesús y Sus Apóstoles. Se encuentran también los campesinos de Yocana, Isaac el pastor con muchos de sus conocidos, Su Madre y las mujeres que La acompañaron desde Nazaret. Incluso toda la gente del pueblo, además de Lázaro, Marta y Marzyam. Jesús les cuenta una bonita Parábola para que les sirva a todos de consuelo, antes de las despedidas:”Quiero que con esta Parábola de “Las diez vírgenes”, destruyáis vuestra amargura, y seáis gente limpia y de buena voluntad. Mirad, el Reino de los Cielos es la Casa de las Nupcias celebradas entre el Señor y las almas. Y se producen los esponsales en el momento de la entrada. Como sabéis, en nuestro Pueblo es costumbre que jóvenes vírgenes acompañen al esposo para llevarlo con lámparas y cantos a la casa nupcial, donde le espera la novia, que emocionada, va con el esposo, y con él se convierten en una sola carne. Las vírgenes son sus amigas, que rodean a ambos con las luces. Pues la historia que os contaré es sobre las diez vírgenes. En un pueblo se celebraron las bodas. Todos estaban en casa de la novia muy contentos. Las diez vírgenes fueron al vestíbulo de la casa del novio a esperar la llegada del cortejo. Pero el convite se alargaba y las vírgenes mantenían sus lámparas encendidas. Cinco eran sagaces y cinco necias. Las sagaces llevaban vasitos de aceite para alimentar a sus lamparitas, mas las necias no los llevaban. Como pasaba el tiempo esperando, cansadas, se durmieron. A media noche las despertó un grito: “¡llega el novio, salid a buscarlo!” Ellas se levantaron, se arreglaron sus vestidos y cogieron sus lamparillas. Las sagaces conservaban una fuerte llama y aún se avivaron al echarles el aceite que guardaban. A las necias se les apagaron las luces y suplicaron a las otras: “dadnos un poco de aceite, por favor”. Mas no podían porque hacía viento en la calle, “tememos que nuestra luz se debilite, no podemos”. Tuvieron que ir deprisa a comprar más aceite, pero llegaban los novios, que entraron en la casa para finalizar la ceremonia.
Se cerró la puerta, y aunque luego llegaron las necias con gemidos:” ¡Señor, señor!, somos del cortejo de las bodas, las vírgenes propiciatorias escogidas para traer honra y fortuna a tu tálamo”, El novio desde arriba de la casa, dejando a sus invitados íntimos que le acompañaban mientras la novia entraba en la habitación de bodas, les dijo:”en verdad os digo que no os conozco. No estuvisteis junto a mi amada. Sois mentirosas. Quedaos fuera de la casa nupcial”. Y las necias se fueron calle abajo a oscuras, desarregladas y llorando. Ahora os explicaré el sentido de la Parábola. El Reino de los Cielos es la Casa Nupcial entre Dios y las almas, como os dije. Dios llama a todos para las Nupcias Celestiales. Todos somos Sus hijos. Fijaos que las doncellas tienen el honor y la suerte de ser esclavas de la esposa. El Novio es Dios, la novia es el alma del justo. Durante el tiempo de noviazgo, bajo la doctrina de Dios, obedeciendo y viviendo en Su Justicia, es llevada a la Casa del Padre Celestial. Las vírgenes representan a las almas santas, que como la novia, fueron escogidas por el novio gracias a sus virtudes. Tienen las lámparas encendidas y llevan vestidos blancos y limpios. El vestido blanco representa a la justicia. El vestido limpio representa a la humildad y limpieza de corazón, pues los que no lo están no pueden ver a Dios, un alma limpia no tiene el vestido manchado de orgullo, y dice al Señor:”¡ Sol mío! Emblanquece mi vestido con Tu perdón y amor paternal”. Vestido ligero como los niños. Vestido que se perfecciona con la penitencia, que se embellece con la experiencia  y que los capacita para poder enseñar a los demás, ya que en otro tiempo ellos también fueron pecadores. Con velos blancos que os enseñan a orar sin que el mundo os vea; humildes ante Dios. Os recuerdo lo que se dice en los Libros Sapienciales: “No está bien revelar el secreto del Rey”. El velo blanco de la humildad se pone para cubrir el bien que se hace y el bien que Dios concede a cambio:”mi alma te engrandece, oh Señor…Porque has vuelto Tu mirada a la inutilidad de tu sierva”. Jesús deja de hablar por un instante, mira a Su Madre que se ruboriza e inclina Su cabeza; parece que recuerda emocionada Sus palabras siendo jovencita. Continúa el Señor: “Pues el alma debe estar siempre coronada de flores hermosas, sin marchitar, con actos virtuosos para presentarse ante el Altísimo. Y todos los días coronada de flores, esperando a que llegue el Esposo y que le diga “ven”. El ángel de Dios que cada uno tiene lleva las guirnaldas al Cielo, esperando llegar al Trono Nupcial. Las lámparas encendidas son para honrar al Esposo y para que guíen en el camino de la fe. Por esto huye de cualquier corrupción, no se marchita, ni tiene miedos, ni remordimientos. El alma así se conserva joven y bella, con el corazón limpio, sin lujuria, para que emita una luz pura, sin humos. Por ello, id a diario a las fuentes del aceite oloroso, que es la Sabiduría de Dios. La lámpara con poco aceite la apaga el viento o el rocío de la mañana, o de la noche. Por ello, vigilad cada día, pues quien se confía y dice:”Dios me socorrerá”, y se duerme sin el suficiente aceite de la fe, está en peligro de quedarse fuera cuando llegue el esposo, pues no sabéis cuando llegará. Manteneos en la pureza y en la prudencia; siempre a punto, esperando Su llegada. Queridos hijos, no tengáis miedo de Dios, tened fe en Él, en Su inmensa bondad. Sed como las doncellas sabias, como Esther, que se convirtió en reina casándose con el rey Asuero de Babilonia. Os bendigo a los que os marcháis ya. Contad a vuestros compañeros lo que os he enseñado. La paz del Señor sea siempre con vosotros”. Jesús se despide de los campesinos, cuando Juan de Endor le dice al oído que Judas está allí. Jesús no comenta nada sobre el asunto, pero sí le pide que haga lo que le ha encomendado: dar las limosnas a los que se van y que los acompañe al carruaje. Lázaro se acerca al Señor.  Le pide que antes de marcharse hable de nuevo, pues todo Betania lo desea. Y el Señor accede. Han descansado un rato. Y al llegar la noche el Rabbí está ya dispuesto. Mientras todos se colocan, Él escoge un lugar más alto para comenzar Su explicación: “Ya se marcharon nuestros pobres amigos, que tanta necesidad tenían de consuelo, y que tienen la esperanza de entrar un día en el Reino de los Cielos. Vosotros sois menos infelices al tener las necesidades materiales cubiertas, además del auxilio del Verbo de Dios. Pero recordad que a quien más se le dio, más se le exige. Pensad que en ellos hay un gran dolor. En verdad os digo que su vida es penitencia y santidad. En verdad os digo que como “vírgenes prudentes”, ellos no dejarán que sus lamparillas se apaguen hasta la hora en que sean llamados, y no dejarán apagar su luz, pues los pobres están en Dios, y el Verbo está en el Padre, por eso quise nacer pobre, así Me acerco más a ellos. Ellos sólo tienen a Dios, mientras los ricos tienen muchos consuelos, pues lo consiguen todo con dinero. Los pobres tienen miedo a las enfermedades y carencias, pero Dios es su amigo y su consuelo, al que dicen:”Padre, socórrenos con Tu Misericordia”. Y lo digo aquí, en la casa de mi amigo Lázaro, que es rico, pero una excepción en la regla. Él es virtuoso y justo, que no se ofende ante las injurias. Por eso, en verdad os digo que es más fácil que Dios esté con un pobre, que con un rico. Y en el Cielo, muchos asientos los ocuparán los despreciados y pisoteados en la Tierra. Para los pobres, el único tesoro es la Palabra de Dios, un tesoro que Dios les ha concedido. Pero los ricos desprecian Mis Palabras, porque Me consideran como un hombre. No olvidéis que las preocupaciones o las riquezas y la sensualidad, os separan de Él y os impiden entrar en el Reino de los Cielos”. El Señor observa el grado de interés con que atienden los de Betania y se anima a seguir explicando. “Una vez un rey celebró nupcias de su único hijo. Había mucha alegría en el palacio, pues el joven se casaba con la mujer amada. Preparó un gran banquete y mandó con sus siervos avisar a los amigos y los grandes del Reino, pero ellos no aceptaron su invitación. Entonces el rey mandó a otros siervos para que dijesen: “¡Venid, por favor!, todo está ya preparado, tanto vinos deliciosos, como los manjares exquisitos”. Pero dijeron:”tenemos otras cosas que hacer”. Y al siervo que insistía:”No neguéis esto al rey, que os podría venir alguna desgracia”, lo mataban para que callase. El rey se enfadó mucho al saberlo todo, pero el banquete estaba preparado, por lo que decidió:”este banquete de bodas debe celebrarse, aunque los invitados no han sido dignos de él. Id a plazas, calles y encrucijadas de caminos, y traed a gente para que llene la sala. Los siervos reunieron a buenos y malos; ricos y pobres. Y les dieron los vestidos para entrar dignos al banquete. Cuando el rey entró había uno sin vestiduras de bodas. Le preguntó por qué no iba bien vestido y no supo responder, por lo que el rey mandó a sus criados que le atasen las manos y los pies. “Arrojadlo fuera de mi casa en la oscuridad y el frío lodo. Allí será el llanto y rechinar de dientes, por la ingratitud y ofensa que me acaba de hacer, más aún a mi hijo, pues entró con vestidos pobres y sucios a la sala del banquete, y no es digno de mi hijo”. Comprended que la avaricia, la crueldad o la sensualidad atraen la ira del Rey de los Cielos. No se puede entrar en el Palacio Real con estos vestidos tan sucios…

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