Pandemiocracia

Aún recuerdo los primeros comentarios que surgían tras el anuncio de la pandemia, el posterior confinamiento estricto y las jornadas de aplausos a sanitarios. Se oían entonces, en diferentes medios, ilusas proclamaciones sobre la sociedad que nos esperaba una vez superada la crisis: más solidaria, con más conciencia comunitaria, recobrando los valores de justicia… Vamos, que después de la pandemia, casi que realizaríamos en la tierra el afamado y esperado Reino de los Cielos, donde la ética se convertiría en guía exclusiva de una sociedad marcada por los valores de la Justicia Social. Por desgracia que poco nos ha durado la esperanza y el anhelo, los cuales han mutado en desasosiego y ansiedad, provocados por los codazos y empujones para saltarse la cola de las esperadas vacunas.

Este no es país para colas. La experiencia particular nos deja innumerables ejemplos en los que, una parte de la sociedad ya sea por dificultades y escasa educación, o por una cuestión de creer que tienen unos privilegios que le aportan superioridad moral sobre los demás; el caso es que siempre hay quien encuentra razones para saltarse los plazos y protocolos establecidos.

Lo curioso es que son estos privilegiados del sistemas los que suelen implantar los criterios y normas al resto, para ser ellos los primeros en no obedecerlas, convirtiendo así la situación en más injusta si cabe.

"Lo curioso es que son estos privilegiados del sistemas los que suelen implantar los criterios y normas al resto, para ser ellos los primeros en no obedecerlas, convirtiendo así la situación en más injusta si cabe"

Son innumerables los casos entre quienes nos representan, salpicando prácticamente a todo el espectro político español. Porque en eso todos somos partícipes de ese carácter made in Spain, nacionalistas incluidos, que a partir de diversas artimañas han conseguido saltarse el “quién da la vez” para ser vacunados antes de lo que anuncian los protocolos. No obstante, me resulta sorprendente que esto se convierta en noticia cuando hemos sido víctimas, como sociedad, de engaños por parte de nuestros máximos mandatarios cuando se trata de incumplir nuestras obligaciones: con hacienda, o cuando salen a la palestra títulos universitarios con claros signos de haber sido comprados, o las mordidas del 3%, o las puertas giratorias, o el enchufismo…etc. Innumerables son los casos. Por tanto, lo de ahora no es una novedad que haga añicos nuestra estructura moral; simplemente el objeto de deseo ahora es otro y nuestra codicia la misma, repitiéndose el esquema de los que poseen privilegios sobre el resto.

Lo que la Pandemiocracia pone en claro, una vez más, son las grandes diferencias que existen entre privilegiados y desafortunados, siendo estos los últimos de todas las colas y cribados. Solo hay que acercarse a los datos de cómo está afectando el proceso de vacunación a nivel global. Si en Europa el proceso está algo más ralentizado de lo que se deseaba, y en España son muchas las voces que anuncian la lentitud e incapacidad del sistema para cumplir con los plazos fijados, pues es fácil imaginarse las dificultades y obstáculos por los que tendrán que pasar quienes no disfrutan de una situación de desarrollo y privilegio como la nuestra. Se tendrán que conformar, como Lazarillo de Tormes, con las migajas que se le escapan al amo y custodiarlas como oro en paño. La Pandemiocracia acentuará, por mucho que nos pese, las diferencias entre ricos y pobres.

Continuando al hilo de las vacunas y de todo lo surgido respecto al mal uso de estas, me pregunto yo: ¿Qué ocurriría en el caso contrario, o sea, que cuando un representante de la ciudadanía sea llamado a vacunarse y este diga que no se vacuna? Porque hay que recordar, al menos yo he oído comentarios en este sentido: “Que vayan los políticos primero a ponerse las vacunas”. Todo un discurso que rezuma aire conspiranóico y que pone el énfasis respecto a la efectividad de estas. En el caso concreto que nos afecta, sin embargo, se cumple con la exigencia de parte de la ciudadanía, en la que se reivindicaba que fueran estos los primeros en ser vacunados ante las reticencias de una parte de la población que tenía y tiene ciertas dudas por diferentes motivos. Sin embargo, en el caso ceutí se da una atípica situación; una cuadratura del círculo. Porque aúna ambas situaciones en un mismo caso. Por un lado, se ha vacunado incumpliendo los criterios fijados y, por otro lado, aún hace más ridícula y rocambolesca la situación cuando en las explicaciones, patéticas para alguien que ostenta ese cargo, deja caer cierto rechazo hacia las vacunas; esto no deja de ser todavía más sorprendente cuando el sujeto, sino me equivoco, es médico.

Parece claro que en este estado de Pandemiocracía el principio de no contradicción de la Lógica Formal no tiene ni tanto peso ni robustez. De ahí que, en este nuevo orden social, sustentado en las recomendaciones sanitarias, hemos podido presenciar contradicciones sonoras por parte de los que gestionan la pandemia sin que esto tenga ningún tipo de repercusión en el mantenimiento de sus cargos. Y en la Pandemocracía también se pueden continuar manteniendo situaciones de injusticia social sin que se quiebren los fundamentos del Derecho. Al final, siguiendo la línea de F. Jameson se puede concluir que: es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin de las injusticias y del sistema que las sustenta.