Hace años que no me sorprenden las declaraciones sobre seguridad o inseguridad ciudadana. Hay declaraciones de todo tipo, desde las que denotan un desconocimiento absoluto, hasta las que teniendo conocimiento, mienten a los ciudadanos. Las últimas son las más decepcionantes, porque tratan de descargar sus responsabilidades y limitaciones en los funcionarios de los Cuerpos de Seguridad del Estado.
Las plantillas de los Cuerpos de Seguridad influyen de forma sustancial en la seguridad ciudadana, porque fijan el número de guardias civiles y policías que prestan servicio diariamente. El Gobierno reconoce la pérdida de 12.400 agentes entre guardias civiles y policías debido a la tasa de reposición de la oferta de empleo público. Sin embargo la merma del potencial de servicio, es decir, los guardias civiles que prestan servicio en cada turno de trabajo, es muy inferior por la nueva jornada laboral. Esto supone una disminución adicional del potencial de servicio de un 30% de agentes para adecuar las horas de trabajo de los guardias civiles a otros cuerpos policiales.
Esto es una realidad, no hacer ciencia ficción inventando que las plantillas están incompletas, porque se marchan los funcionarios insatisfechos de la ciudad, o que se trate de justificar la falta de policías por una nueva jornada laboral cuando la disfrutan desde hace años. Sin embargo, entre todas las justificaciones no encontramos la real y, no es otra, que un modelo policial obsoleto, incapaz de unificar criterios, de acabar con las duplicidades y la falta de coordinación entre los cuerpos policiales.
Las plantillas de la Guardia Civil de Ceuta y Melilla son las únicas que han tenido un incremento de personal, la primera en 2,4% de 591 a 605 agentes; la segunda en 41 efectivos más, es decir, un 6,8% de 602 a 643 guardias civiles. Sin embargo, a pesar de estos datos, las plantillas son insuficientes por el aumento de los flujos de inmigrantes, el comercio atípico y, como decía, la perdida de potencial de servicio por aplicación de la nueva jornada laboral que, con toda justicia, disfrutamos los guardias civiles.
Esta semana un grupo de ciclistas fue arrollado en la carretera de Benítez a Benzú por un conductor que se dio a la fuga. Una vía utilizada por irresponsables para hacer carreras o circular a gran velocidad. Nada más conocerse la noticia, en la que afortunadamente no hubo que lamentar lesiones graves, muchos ciudadanos se lamentaban y culpaban a la Guardia Civil por la pérdida de patrullas en una zona, donde hace años había unidades permanentes controlando el tráfico. Todavía no había terminado de redactar esta parte de la colaboración cuando me ha llegado la foto que mostramos. Un nuevo accidente se sumó ayer a la lista de percances con vehículos. Tampoco hemos tenido que lamentar víctimas, pero si se hubiera topado con ciclistas o peatones tendríamos que hablar de desgracias personales.
La Asociación Española de Guardias Civiles lleva años reivindicando la necesidad de ampliar las plantillas de guardias civiles y, muy especialmente, en Ceuta y Melilla, porque las carencias de efectivos son evidentes, pero no es menos cierto, que las competencias en dichas carreteras no son en exclusiva de la Guardia Civil, además de existir otras formas de control para disuadir a los conductores irresponsables.
La necesidad de controlar la velocidad de los vehículos en determinadas zonas de la ciudad es evidente, además es una preocupación constante de los conductores, ciclistas y peatones. Sin embargo, los que conocemos Ceuta y a los ceutíes sabemos que nuestra reivindicación, indignación e inquietud acaba cuando aparcamos el coche o llegamos a casa. Somos más de rajar tomando té o café que de exigir una solución a un problema de calado.
La instalación de radares como medida preventiva de accidentes o alta siniestralidad ha sido tomada en muchos ayuntamientos y por la propia Dirección General de Tráfico. Es evidente que las carreteras de Benzú, Hacho y otras vías son utilizadas por conductores irresponsables para circular a velocidades excesivas, de forma temeraria, pero a pesar de ello, no se ha decidido colocar radares para acabar con esta preocupación y hacer más agradable nuestros paseos.
Desde AEGC coincidimos en reconocer el problema, la necesidad de solucionarlo y apuntamos una solución, pero discrepamos sustancialmente en reconocer a los responsables. Esa es la razón por la que decimos: que cada palo que aguante su vela, porque esta no nos corresponde a nosotros.
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