Este miércoles me di cuenta a las diez de la mañana que tenía que ir a pagar la factura de la luz que se me caducaba el próximo día 31 de diciembre. Con los consiguientes engorros que conlleva un despiste como este. Me informaron que los 20 euros no había quien me los quitara. Un poco menos que lo que tenía que abonar en mi factura. Por eso salí a toda prisa además de que tenía que entrar a trabajar a las dos. Cuando llegué al sitio, a la empresa de la luz, me encontré con un nuevo inconveniente. Estaba lleno hasta la bola. Las familias con algún jubilado en su bolsa habían cobrado y por eso estaba lleno. Lo cierto fue que el lunes día 24 había ido y me encontré con el papelito de que estaban cerrados los día 24 y 25 de diciembre. Me acordé de algún familiar en esos momentos. Pero para eso debería de romper la tradición de estas fechas de ser bueno. Me dieron un número que tenía por delante a casi 100 personas y una sola cajera. Decidí ir a cobrar un décimo de lotería que me había tocado en el sorteo de Navidad. Fueron 100 euritos que me vendrían de perlas. Allí también había cola en el establecimiento que hay enfrente de la plaza de abastos del centro, frente al reloj, como decimos los caballas.
Allí me tropecé con una vecina que me informó que también tenía un hijo con una enfermedad mental parecida a la del mío. Estuvimos platicando un buen rato de lo que Dios nos había dado como regalo en esta vida. Pero como estábamos frente a una administración de lotería también vino la pregunta de qué número pensaba comprar yo. Mi respuesta fue contundente. Le preguntaré al niño qué número le gusta para así pedírselo a la señorita que en ese momento estaba despachando al público. Ya que él habia sido el que me dio la información en el anterior sorteo y me informó entonces ella que mi mujer le había dicho que en varias ocasiones haciéndole caso al niño le había tocado los cupones de la Cruz Roja. Aunque mi hijo, que a pesar de llevar los cascos puestos escuchó la conversación, me dijo una cifra compuesta de dos números que rápidamente hizo que la mujer que estaba delante nuestra preguntara por el mismo por si acaso no había entendido bien. Siendo replicada por la persona que estaba hablando conmigo diciéndole que era una falta de respeto escuchar una conversación privada. Yo le dije que tampoco era mucho y que números tenía que haber gran cantidad en la administración.
Restándole importancia. Me llegó mi hora compré un décimo para el sorteo del niño y el resto del dinero que me había tocado me lo metí rápido en el bolsillo ya que pensaba pagar la luz con estos réditos que había conseguido en el juego. Desplazándome hacia el lugar del cobro de la luz donde me quedé hasta casi la una en punto, que por fin pude hacer efectivo la cantidad que adeudaba. Allí todos pensábamos igual con la recaudación que hacen por qué no tienen más gente en las ventanillas. La culpa es de nosotros por no pasarlo por el Banco. Pero a la vez si lo hacemos seguiremos rompiendo el molde y dejando gente sin un trabajo. Con lo que cuesta hoy en día encontrar un empleo digno.