La decisión de algunos bancos de rescindir su relación con algunos clientes no es por simple antojo, pues ningún banco repudia lo que en gran parte forma parte de su esencia: el señor dinero, su séquito y todo lo que subyace bajo su influjo.
Lo que no resulta tan normal es que a los bancos lleguen grandes cantidades de dinero en forma de efectivo bajo la justificación de ventas al contado, argumento que puede ser refrendado por la singularidad de Ceuta y su relación comercial con Marruecos, cuyas transacciones se realizan siempre en efectivo, dadas las restricciones que impone Marruecos al movimiento de capitales, especialmente en lo referido a Ceuta, ciudad con la que no se pueden realizar transferencias, así como movimientos financieros de ningún otro tipo, tanto en un sentido como en otro.
Defender con ese argumento la ingente cantidad de billetes grandes que se presentan en las ventanillas de los bancos para su ingreso en cuenta es cuando menos inconsistente, pues los grandes comerciantes marroquíes que operan en Ceuta -estamos hablando de cientos millones de euros mensuales- no utilizan su tesorería en Ceuta de forma directa, es decir, ellos no pasan por la aduana marroquí cargados de billetes, nada de eso. Los billetes, en forma de euros y súper grandes, están en Ceuta, y lo que hacen es recogerlos y marchan raudos a pagar a sus proveedores.
Si fuese como dicen algunos, también deberían verse montañas de dírhams, ya que la práctica totalidad de los proveedores ceutíes que operan con las grandes cuentas de Castillejos, Tetuán y otras ciudades cobran en dírhams, sin embargo, cuando las operaciones ya no son tan normales, la moneda marroquí es repudiada y en su lugar se exigen euros. Es la ley que se aplica para las grandes cuentas.
El pagador de facturas es una figura clave en el universo financiero entre Ceuta y sus vecinos. Él es quien “normaliza y estabiliza” esas relaciones; sin su aportación todo sería un caos y nada sería lo que es.
Los grandes compradores marroquíes, los que mueven cientos de millones de euros mensuales entre Ceuta y Marruecos, no son gente cualquiera y acostumbran a medir muy bien sus pasos.
Ellos son conscientes de las restricciones que impone Marruecos, así como las sanciones que se aplican a quienes sacan del país grandes cantidades de dírhams (la norma establece un máximo en la salida de 2000 dírhams). A partir de ahí se impone la prudencia, y es en ese momento cuando surge el banco móvil: el pagador de facturas.
Este personaje tiene efectivo en ambos lados, dírhams en Marruecos y euros en Ceuta. Su oferta consiste en ofrecer sus servicios a cambio de una comisión sobre el total a desembolsar.
De este modo, el comprador marroquí salva el escollo de la frontera y aleja el peligro, por lo que una vez cerrado el trato en Marruecos y pagado en dírhams el total de euros que recibirá en Ceuta, tan solo queda llegar a la ciudad y recogerlos y proceder a pagar la mercancía adquirida. Con este proceso las grandes cuentas marroquíes que operan en Ceuta liquidan una parte de su secuencia de compra, la referida al pago. La siguiente no es otra que garantizar que la expedición comercial llegue a destino sana y salva. En ese tramo aparece otra figura ya consolidada: la agencia de transporte.
Hay muchas y casi todas pequeñas, pero también las hay grandes, y son las grandes las que permiten y cuidan de que las pequeñas no desaparezcan, pues sin ellas se les verían las plumas y eso a nadie le interesa.
Las grandes cuentas marroquíes no confían sus expediciones a desconocidos, siempre apuestan por quienes garantizan 100% la llegada a sus almacenes, y estos “profesionales” están afincados en la propia aduana y cuentan con flotas de vehículos, así como toda la marinería necesaria para que nada se pierda o quede en el camino. Todo está perfectamente estudiado y funciona como un reloj suizo.
El transporte es la segunda parte, así como hay una tercera: la llegada a los almacenes y posterior distribución, cosa que se hace en tiempo récord, a fin de evitar inspecciones indeseables.
En todo este universo financiero destaca la figura del pagador de facturas, ya que sin él no habría inicio ni final. No habría negocio. Él es quien hace posible que todo tome forma, especialmente en ese nivel de las grandes cuentas, ya que en los niveles inferiores, aquellos en los que los marroquíes pagan en dírhams, Marruecos no interviene porque sabe que ese dírham que salió vuelve a entrar, ya sea en forma de turistas ceutíes que van a comprar o pasar fin de semana o bien con otros visitantes peninsulares o de otros países que optan por hacer cambio de moneda en frontera con los habituales cambistas, así como con la intervención del pagador de facturas, que también hace acopio de dírhams para mantener activa su caja en Marruecos y poder ofrecer servicios a ceutíes y no ceutíes que necesiten grandes cantidades de dírhams en Marruecos.
Lo que pasa en Ceuta es muy difícil de explicar, pues se dan situaciones de carácter extraordinario y que no resultan fáciles de entender, máxime si tenemos en cuenta que no existe ningún tipo de cooperación transfronteriza, por lo que todo se aparece desdibujado y sin perfil definido, pues una de las cosas que más necesita Ceuta es solucionar el problema de las transacciones financieras con Marruecos, de modo que todo pueda realizarse conforme a las normas legales establecidas, ya que la actual situación favorece la intervención de fantasmas y, sobre todo, el protagonismo de aquellos que viven pendientes de cómo sacar tajada y mejorar su situación legal y fiscal. Se trata de una infección que dura una vida y que por su longevidad hace que huela mal allí por donde se mire o por donde se le acerque.
Si la relación con Marruecos estuviese regulada en su parte financiera, incluso sin contar con aduana comercial, muchos de los problemas que se dan en la actualidad podrían desaparecer y con ellos toda la bruma que les acompaña, esa que no deja ver nada, tan espesa ella y tan duradera en el tiempo.
Haría bien el presidente Vivas en favorecer la puesta en marcha de una Consejería de Vecindad, a fin de empezar a trabajar en campos inexplorados, todo ello para cambiar y dar estabilidad a una situación que hace daño a todos. Ese presidente que dio la mano y que no fue correspondido por quien olvidó que el saludo es voluntad y que devolverlo es obligación. En su mano está cerrar un ciclo con logros para futuras generaciones o bien asistir a la muerte de cientos de empresas ceutíes por motivos y razones que nadie comparte.
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