A Felipe González se le atribuye la más creativa definición de los expresidentes del Gobierno: son como “jarrones chinos”, muy valiosos y cotizados pero incómodos porque nadie acierta a averiguar dónde colocarlos.
Él parece haber encontrado su propia distracción (desde nacionalizarse colombiano hasta multiplicarse en los sillones de los consejos de administración de grandes empresas), tanto como Aznar se entretiene sugiriendo a Rajoy medidas desde la Fundación Faes que el actual inquilino de la La Moncloa prefiere regatear o esquivar para no espantar electores. El último exjefe del Ejecutivo central en reciclarse ha sido José Luis Rodríguez Zapatero. Tras años desaparecido ha decidido retomar su pasión por la política internacional. Y ha entrado como elefante en cacharrería. Su visita a La Habana ha soliviantado a Exteriores y su última intervención, en el Sáhara y ante un enorme retrato de Mohamed VI –no, no existen las casualidades– le ha reportado la reprimenda incluso de la ONU por unas controvertidas teorías sobre cuál debe ser el futuro de la antigua colonia española. En la sala de conferencias donde intervino la pasada semana, a su izquierda, colocaron un mapa que de nuevo ha desatado la polémica. Una silueta del contorno de Marruecos, pero incluyendo, como suele ser habitual, el territorio del Sáhara bajo la bandera roja del país norteafricano. Rabat no admite concesiones en ese contencioso y los presentes, se supone, sabían a lo que iban. En esta ocasión, al menos, no aparecen bajo el mismo tono cromático las Canarias –incluso se han esfumado–, y tampoco queda claro si el manto de la soberanía alauí ha vuelto a caer sobre Ceuta y Melilla. Y es que ese detalle –de nuevo un mapa ficticio con la muy particular visión geográfica y geopolítica de Marruecos sobre territorios en los que no tiene soberanía efectiva– retrotrae a la polvareda que el mismo protagonista, Rodríguez Zapatero, desató cuando aún no había debutado como presidente. Fue en 2001, en la oposición, con Aznar en La Moncloa en su segunda legislatura consecutiva y con el conflicto de Perejil aún por desatarse. Entonces alegó que viajó a Rabat para acercar a los dos países, pero se dejó fotografiar delante de un mapa que incluía, dentro de Marruecos, a Ceuta, Melilla y Canarias. Gazapos tan intencionados como el del Sáhara.
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