LPido a mis lectores disculpas, pero no tengo más remedio que reincidir este lunes sobre el manido tema del vandalismo americano contra estatuas y monumentos de las figuras más estelares de España en América, tras la triste muerte por estrangulamiento del individuo de color, George Floyd, que en pocos días se ha expandido por el mundo a velocidad de la luz. Ha sido como si se tratara de otra “pandemia” de coronavirus en el mundo que nos hubiese llegado importado de Norteamérica. Y yo me pregunto: ¿El problema, no ha tenido su origen racial en Norteamérica, habiendo sucedido en dicho país por hechos racistas protagonizados por norteamericanos?”. ¿Por qué lo endosan ahora a los de fuera que nada han tenido que ver con los mismos?.
Y si el otro día emprendieron atentando contra la estatua de Colón, simplemente por haber tenido hace 500 años el talento, la pericia y el arrojo de haber descubierto el Nuevo Mundo, ¿por qué ahora lo hacen extensivo a otros españoles que llevan cientos de años muertos y nada han tenido que ver con estos hechos recientes?. Considero una ignominia y de todo punto falto de razón y de sentido común que ahora atenten también contra estatuas y monumentos norteamericanos que fueron erigidos por los propios norteamericanos para honrarlos, por ser de la talla universal de la reina Isabel la Católica, fray Junípero Serra y Miguel de Cervantes. ¿No será una simple lucha de poder de los mismos norteamericanos entre sí, que quizá tenga mucho que ver con el hecho de que en 2050 se espera que los norteamericanos de color pasen a tener la mayoría contra los que son de piel blanca?.
En cuanto a la reina Isabel la Católica, apenas se tengan las más breves nociones de historia o de derecho, no hay más remedio que saber que todo su afán y preocupación los puso en el esmerado trato que había que darles a los indios, exhortando a todos las autoridades a que los trataran como “seres humanos” que eran, a los que había que tener el mismo trato y consideración que a los españoles, y que fueran debidamente respetados y tratados como dueños de sus vidas y haciendas. Ella fue la que más empeño puso en impulsar en las Cortes de Burgos la abolición de las leyes de la esclavitud y en aprobar las llamadas Nuevas Leyes y las Leyes de Indias, que yo diría que, todas juntas, fueron el primer compendio en el mundo que salió a la luz sobre “derechos humanos”.
A partir de su aprobación fue cuando surgió la necesidad de tratar a los indígenas como ”persona” y no como “cosa”. También que fueran considerados “muy bien y amorosamente, castigándose mucho a quienes los traten mal”, regulando su trabajo y descanso, los trabajos que les estaban prohibidos, que eran los realizados en minas y todos los que fueran nocivos, insalubres y peligrosos; hasta el peso que podían coger las mujeres y los niños estaba estipulado, siendo tales normas mucho más favorables que las que regían para los trabajadores españoles de la Metrólis, que entonces ni siquiera tenían regulación.
Isabel la Católica, hasta en su testamento se preocupó de cómo debía ser la conversión de los amerindios: “…e non consientan e den lugar que los indios vezinos e moradores en las dichas Indias e tierra firme, ganadas e por ganar, reciban agravio alguno en sus personas e bienes; mas mando que sea bien e justamente tratados. E si algún agravio han rescebido, lo remedien e provean, por manera que no se exceda en cosa alguna de lo que por las Letras Apostólicas de la dicha concessión nos es inyungido e mandado”. No hubo ningún otro Rey, jefe de Estado, de Gobierno ni político que se preocupara de esa forma.
Sobre fray Juípero Serra, creo que hay que pronunciarse en iguales o parecidos términos. Nacido en Petra (Mallorca) el 24-11-1713, fue doctor en filosofía y teología. Sus padres eran muy humildes y analfabetos. Se trasladó a América, donde fundó nueve misiones españolas en la Alta California, y presidió otras quince en diversos lugares de EE.UU. y Méjico. El Papa Juan Pablo II lo beatificó el 28-09-1988, y el 23-09-2015 fue canonizado por el Papa Francisco, en la ciudad de Washington. Tuvo una plena y total entrega a las misiones desde 1769 em calidad de padre presidente. Las misiones fueron primordialmente creadas para evangelizar a los nativos y tenían como objetivo la integración de las personas en la sociedad española y civilizar su capacitación para asumir la propiedad y gestión de la tierra.
Olvidándose de su propia seguridad y bienestar personal, Serra fundó además nueve misiones en el Nuevo Mundo dedicadas por completo a garantizar el bienestar de los indígenas. Fue, en definitiva, un gran hombre con un extenso listado de buenas acciones. Las mismas que, en 2015, le llevaron a ser canonizado. Aprendió la lengua de los aborígenes para poder civilizarlos y servirles mejor. Según el historiador Palou, “para que los indios tuviesen qué comer y vestir agenció por medio de sindico el aumento de bueyes, vacas, bestias y ganado menor, más les enseñaron a sembrar y producir, en lo que se gastó no solo el sobrante de los 300 pesos que daba el rey a cada clérigo evangelizador para su manutención, sino también la limosna que se podía conseguir por misas, y las que ofrecían algunos bienhechores».
Juan Pablo II tuvo el 14-09-1987 un encuentro con los indios de Phoenix en Arizona, donde alabó los esfuerzos de Serra para proteger a todos los de su etnia y protegerles contra su exploación, y el 17 de septiembre visitó la tumba del fraile en la Misión de San Carlos Borromeo, recordando la Representación de Serra en 1773 en favor de los indios californianos, dijo que Fray Junípero y sus misioneros compartían la creencia de que «el Evangelio es un asunto de vida y de salvación. Ellos estimaban que al ofrecer a Jesucristo a la gente, estaban haciendo algo de un valor, importancia y dignidad inmenso» y que esta convicción los sostenía «frente a cualquier vicisitud, desazón y oposición». Y el 23-09-2015 lo canonizó. Fue una persona toda llena de bondades.
También los activistas reaccionarios de color han ultrajado el monumento dedicado allí a Miguel de Cervantes Saavedra, dejándole una pintada de rojo sobre la que escribieron la expresión: “Bastard” (bastardo). Y eso sí que me parece ya el colmo de la ignorancia, de la mediocridad y de la más injusta e insensata estupidez. Todo el mundo sabe, incluidos los niños de Primaria, la gran obra literaria, cumbre de las letras españolas, que el “Manco de Lepanto” materializó con El Quijote, traducido en la mayoría de los idiomas más importantes del mundo; aparte de otras numerosísimas obras de indiscutible valor en las que dejó constancia de la piedad y misericordia que Cervantes sentía por los negros y esclavos, ya que él mismo permaneció cautivo y privado de toda libertad en las mazmorras de Argel, presenciando con sus propios ojos el trato inhumano dado a negros y esclavos.
Cautivo en Argel, Cervantes conocía de cerca las calamidades y los malos tratos que sufrían los negros y esclavos, porque él mismo también los había padecido en su cautiverio, habiéndolos reflejado tanto en El Quijote como en la mayoría de sus numerosas obras escritas, recogidos con su ilustre pluma su aversión y duras críticas vertidas contra los verdugos que maltrataban severa e injustamente a los negros y esclavos. Por poner sólo algunos ejemplos, se tiene que, en Los baños de Argel, deja fehaciente constancia de la angustia que le producía el hecho de que a una persona se le hubiera desposeído de su libertad.
El Manco de Lepanto sabía perfectamente que se empleaba a los esclavos y gente de color en el servicio doméstico y en trabajos manuales de todo tipo. Pocos negros y esclavo adquirieron una formación intelectual adecuada. El caso del negro Juan Latino, que fue catedrático de Gramática y Latín en la Universidad de Granada, fue una rara excepción. Es más, se les prohibía el ejercicio de ciertos trabajos, como el de escribano, realidad que recoge en El licenciado Vidriera: “los escribanos han de ser libres, y no esclavos, ni hijos de esclavos”.
Pero para ser libre había que contar con la voluntad del amo que, salvo raras excepciones, era el único que podía sacarle de la servidumbre. Hasta el herraje se empleó como figura literaria para expresar un amor firme y sumiso hacia otra persona; así pues, cuando Repulida, en El rufián viudo, quiere expresar su entrega total a la persona que ama, le dice: “Tuya soy: ponme un clavo y una S en estas dos mejillas”. El clavo era una ‘I’, inicial de la palabra latina iure, y la ‘S’ de sine, que unidas darían “Sine Iure” (sin derecho), expresando la nula capacidad jurídica del esclavo.
No poder ser libre sumía a Cervantes en una duda profunda y no alcanzaba a comprender cómo puede ser posible tal contradicción, como lo refleja en El Quijote cuando, dice: “porque me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y Naturaleza hizo libres”.
Dejó escrito en La ilustre fregona: “Toda esta dulzura que he pintado tiene un amargo acíbar que la amarga, y es no poder dormir sueño seguro sin el temor de que en un instante los trasladen de Zahara a Berbería”.
En Los trabajos de Persiles y Segismunda, Cervantes sabe que la esclavitud puede ser el peor de todos: “Libre pensé yo que gozara de la luz del sol en esta vida; pero engañóme mi pensamiento, pues me veo a pique de ser vendida por esclava: desventura a la que ninguna otra puede compararse”.
Pues, después de todo lo anterior, ¿puede alguien que esté libre de vehemencias y pasiones que, sea persona mínimamente razonable y de juicio sereno y ponderado, sospechar que Cervantes odiaba a los negros o a los esclavos?. Todo ello, junto a otras acervas críticas que en casi todas sus obras hacía Cervantes contra quienes cometían injusticias, excesos o malos tratos contra negros y esclavos, lo tomo como el hilo conductor que me induce a pensar que, en el fondo, no estamos en presencia de un problema o guerra de “colores” de latinos contra afroamericanos y ni siquiera de “negros” contra “blancos” fuera de Norteamérica, sino de un problema de estructuración económica, de injusticia social y de reparto y distribución de la riqueza que es genuinamente norteamericano y que viene de cientos de años atrás; es decir, de pobres contra ricos y, viceversa, que luego se ha exacerbado y proyectado de forma teledirigida y con semejante virulencia, desviándolo hacia buena parte del mundo, sobre todo, europeo y, más concretamente, contra las antiguas potencias colonizadoras.
Pero tal diferencia de estructuración social no es de ahora, viene ya de lejos. Siempre existió, la eterna lucha racial del Oeste americano contra el Sur. Acordémonos de las antiguas película de indios y negros contra blancos – y al revés - del Oeste norteamericano; o después mucho más recientes, cuando en 1968 surgieron los graves problemas raciales con Matín Luther King, o los grandes disturbios de 1992, etc.; la única diferencia con lo de ahora es que antes fue un problema que lo asumieron como nacional suyo; mientras que esta vez se le quiere disfrazar bajo el subterfugio de echar balones fuera, de largárselo a los demás, no vaya a ser que a los propios EE,UU. les estalle en las manos, pues no en vano siempre fue cuna del racismo más exacerbado. Y ello me hace vislumbrar una soterrada y encarnizada lucha por el poder en dicho país que, más pronto que tarde, creo se producirá, a modo de como sucedió en la antigua Sudáfrica con Mandela.
Fue el propio Cervantes el que definió la historia como “madre de la verdad, que nos enseña fielmente sobre el pasado, y nos advierte sobre el porvenir”. Pues que lo aprendan quienes la tergiversan y la vilipendian.
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