Entre ensayo y ensayo Jon Maya descuelga el teléfono. Apenas dispone de poco más de quince minutos dado el trepidante ritmo de trabajo al que le hace frente su compañía, Kukai Dantza. Quién se lo iba a decir hace dieciocho años cuando apostó por la creación contemporánea a partir de la danza tradicional. Ahora parece que empieza a digerirlo. Atesora una gran crítica nacional y extranjera y varios premios de calado. Entre ellos, uno Nacional de Danza y tres Max por la obra que esta tarde se podrá disfrutar desde las 19.30 horas en el Auditorio del Revellín, Oskara.
Con voz sosegada y algo más tranquilo pese a los que le vienen demandándole instrucciones por detrás del teléfono, se arranca a hablar a una velocidad que cuesta seguirle. Sin duda la palabra que más va a repetir este reputado bailarín y coreógrafo que dirige Oskara es la importancia de la cultura. La cultura como patrimonio inmaterial y universal. Cree en ella, apuesta por ella y revindica un respaldo y promoción de los poderes públicos de la misma. Sin duda, Oskara es eso. Es cultura. La tradicional vasca conjugada con las técnicas más modernas y vanguardistas de las que se puede servir la danza. Todo ello arropado por un súper montaje audiovisual y de canto en directo que, hasta ahora, a pocos ha defraudado.
–¿Qué es y qué significa Oskara?
–Oskara hace referencia a uno de los primeros nombres que recibió Euskadi y se enmarca muy bien en uno de nuestros problemas territoriales. Es un trabajo de creación contemporánea realizado a partir de las raíces tradicionales vascas. Es esencial el papel que juegan nuestras raíces e idioma contando, a su vez, con estampas de gran belleza estética, plástica, de iluminación o sonora. Gracias a todo ello la obra cobra gran impacto y consigue convertirse en una combinación entre dos mundos.
– ¿Cuáles han sido, en su opinión, las claves de su éxito?
–Este cruce de lenguajes entre universos con la motivación de poner en un contexto universal tu identidad y entenderla como una cuestión abierta, y no como una cuestión de diferenciación, ha hecho que sea un espectáculo especial y casi único.
–Un trabajo que, en cierta medida, puede tener un carácter muy local ha sido aplaudido no solo por todas las comunidades del país, sino también en el extranjero.
–Si bien es cierto que Oskara se alimenta de esa cultura tradicional vasca, es un espectáculo súper universal. Oskara está enmarcado en el contexto de la globalización que lleva al planteamiento de la identidad y la relación entre la cultura tradicional y la sociedad contemporánea. Además plantea una reflexión sobre el papel que juega la tradición. Es una reivindicación de la cultura.
–La cultura se encuentra en tiempos de cambio y transformación y, sin embargo, rescata esa que está quedando en el olvido como es la tradicional.
–No considero que sea algo del pasado, ni mucho menos que esté quedando enterrada. En mi caso, es la herramienta de creación prioritaria. Lo tradicional y lo contemporáneo son conceptos complementarios por lo que es necesaria una creación y adaptación a los tiempos. En esa tradición tenemos una raíz y un contexto de diversidad y todo ello es muy importante para crear lazos entre diferentes, en la cohesión de lo local con lo universal.
– Ha impactado su versión del aurresku bailando en el suelo. ¿Cómo llegaron a darle la vuelta a una danza tan tradicional?
–Eso está dentro de las cualidades del coreógrafo Marcos Morau. Él tiene una manera muy peculiar de trabajar y de crear material coreográfico. Cuando llegó a Kukai explicó su método y, a partir de ahí, impartía una pauta diferente para cada uno. En este caso su intención en el suelo era dotar de protagonismo a las piernas. En el aurresku se mueven mucho las piernas hacia arriba. Aquí también se utilizan mucho, pero todo se hace en el suelo.
–Marcos Morau es una más de las colaboraciones de coreógrafos de relevancia con los que cuentan para sus espectáculos. ¿Qué le han aportado y cómo los han cambiado?
–Oskara no hubiera sido posible sin Marcos Morau y viceversa. Las aportaciones de todos ellos han impulsado a Kukai en lo personal y lo profesional. Han enriquecido a los espectáculos con un sello y un tirón.
–Con unas elecciones recién celebradas y a pocas semanas de que se conforme el Gobierno. ¿Qué le pediría o exigiría a la nueva clase política?
–Iría a la cultura en todo su contexto. En nuestro sector se vive en precariedad. Lo que estamos haciendo en otros ámbitos de la sociedad, en la cultura también toca. No debemos tomarla como un pasatiempo o simple ocio. Es indispensable que tenga una consideración como la sanidad o los transportes. Pediría una inversión para darle el lugar y la importancia que tiene porque es una herramienta esencial para la cohesión y la integración y que ese dinero no se destine solo al ladrillo, como lo son auditorios o teatro.
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