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Origen y destino de los moriscos de Marruecos

Hay dos fechas principales de llegada a Marruecos de los moriscos españoles: 1492 y 1610. Eran árabes descendientes de los que el año 711 invadieron España y que, tras la pérdida de Granada, unos optaron por refugiarse en Marruecos en 1492 y otros continuaron en España hasta su expulsión en 1610, tras su sublevación en la Alpujarra y su apoyo al corso marroquí que saqueaba las costas españoles del Mediterráneo, Cádiz

y Huelva. La mayoría habían nacido en Andalucía, Extremadura y Murcia. Una vez llegaron a Fez, Tetuán y Rabat, introdujeron allí todas las costumbres de su tierra española de origen. Por su refinamiento y cultura se llamaron los Hadrías, que sentaron las bases de la organización hispano-musulmana del Estado e instituciones marroquíes, hasta el punto de que la recepción de esa cultura española hizo que Marruecos se convirtiera en un museo vivo, donde en muchos lugares se conservó intacta durante mucho tiempo la Andalucía de la Edad Media, que en parte aun se conserva.
La caída en 1492 del reino musulmán de Granada supuso un corte brusco que separó a España (Al  Ándalus) de Marruecos. Pero la ruptura geográfica fue paliada con los lazos de unión espiritual  que se conservaron casi intactos sobre costumbres, tradiciones y usos sociales. Esta fuerte influencia hispana en Marruecos vino dándose ya desde siglos anteriores a la rendición de Granada. Los escritores franceses Jerome y Jean Tharaud (hermanos), refieren que: “En  Fez  es donde se conserva embalsamada en cedro toda la civilización de la Andalucía mora”. Y es que ha sido sobre dicha ciudad marroquí sobre la que se fueron depositando siglo tras siglo las capas del andalucismo, o el sentimentalismo de muchas almas y los hijos de dicha ciudad. Fez fue fundada por Muley-Dris II el año 818, dedicando media ciudad a barrio andaluz y ubicando en él a unas ocho mil familias de obreros cordobeses, que introdujeron en ella la agricultura de regadío. No todos eran árabes, sino también conversos de los que antes habían sido hispano-romanos, o sea, andaluces latinizados. En 1069 también llegaron a Fez nuevas tandas de obreros andaluces, que introdujeron en Marruecos las actuales industrias de molinos, alfarería y cueros.
  De 1248 a 1548, bajo los meriníes, llegaron los talladores de yeso, los de madera y los ceramistas, que hicieron las maravillosas medrazas iguales a la Alhambra en la decoración. Y en 1492 llegaron los músicos y las célebres bailarinas llamadas “chejas”. Por eso Fez, al menos hasta 1943, conservó como típicos el ruido de sus aguas, sus cármenes interiores, baños cerrados y jardines secretos, la división típica en dos ciudades: la alta, del rey, y la baja, de los ciudadanos; ríos corriendo por las calles, casas que casi se tropiezan por los techos, las moriscas de Granada; vías que suben en rampas muy estrechas, y túneles a cada paso abiertos por rendijas de luz; familias de abencerrajes y de zegríes; el mismo amor que los granadinos hacia las cosas pequeñas y finamente acabadas, y las melodías nocturnas y fuentes que gotean en las noches de estrellas perfumadas; pisos que salen sobre las cabezas y parecen colgar en el aire, todos llenos de rincones, pero en los que el lujo y la comodidad están por dentro, porque cada casa está edificada en un jardín; apenas pasado el zaguán, se goza de la delicia de las flores, con perfumes de jazmines y de otras plantas olorosas. Todo ello, a plena imagen y semejanza de la antigua Granada musulmana.
En 1492 llegaron a la Yebala muchos andaluces que se asentaron en los campos, poniendo talleres y tiendas en los más remotos poblados. Los campesinos de dicha zona todavía en 1943 hablaban el árabe andaluz. A esta zona rural llegaron los malagueños a Vélez de la Gomera, los de Algeciras a Tánger; los de Ronda, Baza y Motril a Tetuán y los de Loja, Alfacar, Maracena; algunos de Granada, otros de Berja y Andarax a Gomara, y los de Alcalá la Real a Alhucemas; y también llegaron a Xauen numerosos granadinos. En Marruecos tuvieron gran influencia cultural hasta el final del siglo XIX los llamados “renegados” españoles (fugitivos políticos y desertores de Ceuta y Melilla), que escapaban de España por distintos motivos y en Marruecos se convertían al islam porque se les exigía para poder vivir allí. De ellos dice Tomás García Figueras: “Como el número era relativamente crecido y se trataba, en general, de personalidades muy destacadas, cualquiera que fuera la modestia de su medio de origen, influyeron en el país, llevando al interior los usos, las costumbres y las palabras españolas”. Xauen fue la metrópolis y el símbolo de estas emigraciones españolas perdidas por las montañas. La ciudad fue fundada en 1471 por un famoso  granadino, Alí-Ben-Rechid; aunque la forma de Xauen data de 1492, cuando la refundó Muley Alí Ben Musa Ben Rechid.
Y luego está Tetuán que, aunque en otro estilo diferente, es la síntesis estilizada de todo el andalucismo marroquí antiguo y moderno. La influencia que han tenido en esta ciudad las numerosas oleadas de gentes llegadas de España fue ininterrumpida desde los tiempos más remotos. Tetuán fue fundada en 1312 sobre un pequeño pueblo en las ruinas de Tamuda por un sultán meriní, que la pobló con sevillanos. Alcanzó gran prosperidad con una escuadra de viejas naves anclada en su río, que entonces era más hondo. En 1400 fue destruida por Enrique III de Castilla, que se volvió a llevar los habitantes sevillanos a Sevilla. En 1492 volvió a construirse por el general granadino Al-Mandari, de acuerdo con el rey wasttasida de Fez, Mohamed Xej, que le concedió todo el territorio de Tetuán y su alfoz. La nueva ciudad se pobló con gente de Ronda, Baza y Motril. Al-Mandari atacó a los portugueses que entonces ocupaban Ceuta, los tomó prisioneros y los encerraba por las noches en mazmorras, pero de día levantó con ellos las murallas de Tetuán, cuyo nombre bereber significa “manantiales”. Entre 1500 y 1501 llegaron más andaluces, y en 1670 moriscos de las sierras granadinas que ya sólo hablaban español hasta bien entrado el siglo XVIII.
Tetuán creció desde el año 1610 formando el barrio Ayun y agrupando los barrios de la ciudad en torno a la Plaza de España. Entonces fue una especie de pequeña nación que era autónoma respecto de los sultanes, y que  fue gobernada por la familia Naqsis. Pero terminó siendo sometida en 1727, después de haber derrotado los alauitas a Omar Lukax, jefe de los tetuaníes, aunque no por ello terminaron las emigraciones andaluzas a la ciudad, pues en 1830 llegó un grupo de familias andaluzas procedentes de Tremecén y Argel.
Así, Tetuán fue entre 1727 y 1912 una ciudad de lujo, cuna de hombres eminentes que desempeñaron los primeros puestos en el Estado marroquí, como los Torres, Lukax, Medina, Erzini, Lebbadi (de Úbeda), Salas, Aragón, Ruiz, Delero, Cegrí, Ercaina (Requena), Bennuna (familia originaria de Córdoba), los Aljatib de Granada, Baeza, Castillo, Conde, García, etc., que hicieron mucho por Tetuán, entonces llamada la ciudad del señorío, que se daba en todas las capas sociales, y que solían caracterizarse por la corrección, la amabilidad y la hospitalidad.
La superioridad de los habitantes de Tetuán de origen español hacía de ellos una especie de aristocracia burocrática en cuyas manos estaban los cargos técnicos del país.
Ellos introdujeron en los decretos de los sultanes y en la literatura administrativa marroquí frases y fórmulas españolas. Tetuán es resumida en la Enciclopedia del Islam como sigue: “Ella no es más que una ciudad de moros andaluces, deseosos, ante todo, de acrecer sus riquezas por el negocio y de disfrutar en paz de los placeres de las letras y de las artes”. Era aquél el Tetuán pequeño y callado, de vida tranquila y sencilla, cuando todos sus habitantes eran parientes, porque se casaban siempre en el pueblo y en un grupo de familias de vida pacífica de los siglos en que sus murallones apretaban las casitas encaladas de azul y blanco azulado, abiertas a la alegría interior de los Riads, y que a lo largo de sus pasillos silenciosos, que eran sus calles, se aspiraba el aroma de los jardines cerrados.
 Pero la gran mayoría de moriscos, hasta más de 4.000, llegaron a Marruecos desde Hornachos (Badajoz), fundando entonces la antigua república independiente de Salé la Nueva, que incluso llegó a tener embajadores en Alemania, Inglaterra y Holanda. El rey español Felipe III los había expulsado en 1610, y se fueron en masa a Rabat, levantando una pequeña muralla y allí iniciaron una nueva vida, conservando el idioma español. Y como con anterioridad el rey español Felipe II les había concedido el privilegio de llevar espada, como los caballeros, pues también la llevaron y usaron colgada al cinto al llegar a Rabat.
Conservaron los usos andaluces y extremeños modernos, incluso el de ir destapadas las mujeres, lo que entonces supuso una novedad nunca vista que horrorizaba a los demás musulmanes no moriscos. Los españoles llegados entonces a Rabat, junto al idioma español, hablaban también el árabe local, sobre el que el Instituto de Altos Estudios Marroquíes decía que: “El dialecto de Rabat es el heredero más directo de los dialectos árabes andaluces, al menos en lo referente al vocabulario”.
Muchos apellidos de aquellos musulmanes españoles que se instalaron en Rabat pertenecen a estirpes familiares que son genuinamente extremeñas y andaluzas, como Palambo, Ronda, Crisebbo, Cortobi (de Córdoba), Malgui (de Málaga), Almodóvar, Álvarez, Balfres (Palafox). Los extremeños se apellidaban Díaz, Guevara, Enríquez, Lara, Mendoza, Esteban, Chaves, Marchina, Gómez del Castillo, Ximénez, De la Puerta, Carrasco, Bohórquez, Cuevas, Sierra, Álvarez, Fernández, Chamorro, Moreno, Nogueras, Plata, Blanco, Trendado, Zapata (Sebatta), Peña, Vargas (actual Bargasch), que proviene de Diego Vargas, quien en 1610 al dejar Hornachos era el alcalde de dicha población extremeña. Estos moriscos extremeños fueron los que declararon la república independiente de Salé, cuyo primer gobernador fue el extremeño Brahim Vargas en 1627, del que proceden los actuales y muy influyentes Bargasch de Rabat. En dicha población extremeña todavía hoy quedan huellas de calles que los moriscos habitaron, como las de Ribera, Zaragoza, Pío IX, San Francisco, Chamorro, Peña, Plata, Nogueras, Tellada, Gata, Larga, y otras.

               

             

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