Los primeros atisbos de “Cofradía Penitencial”, la podemos encontrar en los movimientos espontáneos de las asociaciones de flagelantes que desde mediados que desde mediados del siglo XV y alrededor de las órdenes monásticas y religiosas, llevaban a cabo en la práctica del Via Crucis, y es curioso como algunas ciudades andaluzas hablaban de ejercicios de Vias Crucis en el siglo XIII. Cuanto sabemos, que fue el Beato Álvaro de Córdoba, de la Orden de Predicadores, el que trae esta práctica a España. Luego si las Cofradías actuales tienen por fin primordial procesionar con un carácter evangélico, sus orígenes se encuentran en la práctica del Via Crucis, y el más antiguo de España es el de Córdoba, a partir de 1.421.
Es cierto que durante el siglo XIV surgieron numerosos grupos de flagelantes que organizan procesiones en las que entonan cánticos penitenciales hasta bien entrado el siglo XV. Y tampoco es cierto que la Semana Santa empezara antes del Concilio de Trento.
De la unión de los flagelantes, los que practican el Via Crucis, y el impulso que dio el Concilio de Trento (1.545–1.563) a toda la práctica popular, nacerá la Semana Santa que conocemos.
Con estas simples consideraciones en un principio, nos hallamos ya en disposición de definir lo que entendemos por Cofradía o Hermandad penitencial en el siglo XVI.
La Cofradía penitencial, de disciplina o de sangre, presenta los siguientes rasgos: es una asociación de personas (hombres y mujeres), abierta numérica socialmente, que venerando y contemplando el misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, a quien se asocia su Santísima Madre, Nuestra Señora, se le rinde culto con una austera y penitente salida procesional en la que algunos o la mayor parte de sus cofrades se disciplinan en los días de Jueves o Viernes Santo, y con otros cultos a lo largo del año. Atienden las necesidades fundamentales de los hermanos, espirituales y temporales, de la vida y de la muerte, y también de los otros prójimos. Tienen una organización o estatutos llamados Reglas que, progresivamente van siendo aprobadas por la jerarquía eclesiástica.
Estas Hermandades penitenciales de la decimosexta centuria fundamentalmente la de la Santa Vera+Cruz, se caracterizan por la austeridad y disciplina en sus procesiones.
La mayoría de las Cofradías fundadas tras el Concilio, incluyeron la penitencia de sangre o flagelantes. Son los frailes quienes mejor acogen y alientan esta nueva práctica de la disciplina pública; mientras que el clero secular, celoso de una práctica que se organiza con gran autonomía por los laicos, y quizás temeroso por tener que compartir las limosnas y donaciones que dejan los fieles, debió contemplar con no mucho agrado el establecimiento y la fundación de Cofradías en sus iglesias. Testimonios de críticas hacia estas nacientes asociaciones hallamos en el Abad Sánchez Gordillo, en Sigüensa y en otros que expresan reticencias hacia las mismas.
En Sevilla, desde el 9 de mayo de 1.448, aparece constituida como primera Hermandad penitencial la de la Santa Vera+Cruz, que desde 1.468 practicaba la disciplina el Jueves Santo y cuyas Reglas fueron aprobadas el 22 de febrero de 1.501 por D. Fernando de la Torre, Provisor del Excmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Sevilla, D. Diego Hurtado de Mendoza. En sus primeros principios la Venerable Cofradía de la Santa Vera+Cruz, llamada en sus primeros principios de la sangre, por haber sido la primera en que la disciplina pública.
Ésta es quizás la explicación de por qué las primeras y más antigüas Hermandades, caso de la Vera-Cruz, en la mayoría de los casos de la mano de los franciscanos, se hallen fundadas en conventos, ermitas u hospitales, y no en el seno parroquial, como ocurre en la mayoría de las mismas. Los cofrades iban revestidos de una túnica de lienzo blanco. Al regreso a la ermita u hospital los “hermanos de sangre”, se lavaban las heridas con pócimas y ungüentos que previamente se habían preparado en unas calderas, palanganas o “ bacías de lavar los hermanos”, expresión que aparece en los textos.
Por los estudios realizados por diversos autores y tratadista de la Cofradía citada, estaría formada por algunas insignias, un Santo Cristo o Crucifijo portado por clérigos, y los hermanos de luz y sangre. Desde que la Hermandad de la Santa Vera+Cruz de Sevilla incorpora la Imagen de Nuestra Señora en 1.536, a imitación de la de Toledo que lo hacía anteriormente, se generaliza esta costumbre en el resto de las Hermandades de esta advocación. Iba en unas sencillísimas andas “sin palio ni cubierta alguna…..ni vestidos de brocado de color, ni corona imperial, ni bajo palio suntuoso, estos serían añadidos a partir del siglo XVII.
En los sínodos diocesanos convocados por el Arzobispo de Sevilla, D. Rodrigo de Castro, uno en 1.586 y otro en 1.592, aparecen cánones que afectan a las Cofradías de forma particular. Son los referidos a la aprobación canónica de sus Reglas. Así, en el Sínodo de 1.586 se dice: “ Que no hagan cofradías para ejercicio de obra pía sin licencia del Ordinario.
Ante el auge espectacular de fundaciones de Cofradías tras el Concilio, la jerarquía de la Sede sevillana que representa D. Fernando Niño de Guevara, a donde llega desde su puesto de Inquisidor, decide poner orden en este movimiento de laicos que moviliza y atrae más al pueblo que la liturgia tradicional a celebrar en el interior de las Iglesias.
Aunque por la costumbre universal de la Iglesia Católica, santísimamente están introducidas y permitidas las Cofradías de disciplinante, que se hacen en Semana Santa, y con muy justa causa muchas de ellas están confirmadas y aprobadas sus constituciones por la Santa Sede Apostólica.
Con la promulgación de las constituciones del Sínodo diocesano de 1.604, se configura la Semana Santa como la celebración oficial que hoy conocemos…
En la segunda parte, haremos un seguimiento del desarrollo de la Semana Santa, en Sevilla, de la cual muchas ciudades andaluzas, se han adaptados al fondo y la forma en cuanto al desarrollo de la Semana Santa, en las distintas poblaciones andaluzas.