El filósofo Byung-Chul Han, surcoreano de origen y profesor en la Universidad de Berlín, confronta en su obra ‘Ausencia’ los conceptos Occidente/Oriente, reservando para “nosotros” la afición a las esencias y existencias, frente a la inclinación oriental al arte de desaparecer, o ausencia. Como en tantos otros ensayos, Han es agudo fotografiando las culturas.
La obsesión occidental por alcanzar el corazón del ser se parece a la guerra colonial: un ego imperial busca mercancías valiosas en tierras de otros, sin reparar en el daño infligido, sin percibir siquiera cuáles son los gustos locales a la hora de desayunar.
Atropellando. El otro es simplemente un adversario que posee, inmerecidamente, las esencias que urge importar al jardín de Borrell.
"En la Ceuta de hoy, un templo hindú se ha abierto hueco en medio de la selva urbana, como las construcciones sagradas de Oriente consiguen hacerlo en la exuberancia de la vegetación"
Por el contrario, en la media sandía oriental, estrechar la mano en el saludo y mirar directamente al otro, linda con el desafío.
De ahí que sus maneras de aproximación, como la mera literatura o el arte, aconsejen al “yo” hacerse a un lado. La ausencia.
Porque todo Occidente es un trasunto de cumpleañeros, esa hipérbole de la infancia en la que uno de tantos se exhibe como el uno, mientras todos los demás son corte o vasallos, como les ocurre ahora a los países que componen la falsa Europa, donde la identidad coral se ha desnudado como séquito, en el cumpleaños crónico -y bélico- de los EEUU.
En la Ceuta de hoy, un templo hindú se ha abierto hueco en medio de la selva urbana, como las construcciones sagradas de Oriente consiguen hacerlo en la exuberancia de la vegetación. Las formas alambicadas de sus dioses ocupan el perímetro del espacio de meditación, fieles también a la querencia oriental por dejar paso.
Reacios al ‘samsara’ (el todo es un ciclo), los occidentales harían bien en apear la corona, aparcar el ego y practicar más a menudo la demora.
O reflexión.