Aver, los paisanos nacemos en un lugar, y perteneces a él por un tiempo sin término, para siempre… Y nunca renuncias, ni a tu calle, ni a tu barrio, ni a tus amigos de la infancia, aunque la calle, el barrio y los amigos fueran los más humildes de la tierra y pasaran necesidades como se pasaba en mi barrio del Callejón del Asilo...
Pero el orgullo es otra cosa, y el que suscribe no puede estarlo, porque Ceuta tiene unos parámetros económicos y sociales que dejan muchos que desear. Y conviene apuntarlo para aquellos que aún no se han dado cuenta de la situación difícil y de extrema dificultad que vive la ciudad... Porque, más pronto que tarde, es menester que se pongan al lado de los que desean abiertamente desistir de esta senda de abandono que no conduce a ninguna parte, por otra que se allegue con posibilidades de vislumbrar otros horizontes de mayor esperanza, tanto en la convivencia de cada día, como en la mayor disponibilidad en recursos e incentivos para el mundo del trabajo, tan necesario para crecer en un proyecto futuro común a todos... Y, en este sentido, apuntamos:
Ceuta tiene la ratio más elevada de España en precariedad laboral, con lo que eso significa para los trabajadores con una población de paro cercana al 40%, y una juventud que tendrá que salir de la ciudad necesariamente a buscar trabajo...
Ceuta tiene un grave problema con su frontera con Marruecos, que tiene al comercio sumido en una crisis y una desesperación, que si no se remedia, la ciudad no podrá salir adelante por mucho planes de revitalización de la economía ceutí que las autoridades autonómicas implementen una y otra vez, que dicho sea de paso, pocos resultados satisfactorios se han dado a día de hoy…
Ceuta tiene un porteo con Marruecos -comercio atípico, dicen- propio de un contrabando encubierto, y propio también de otros tiempos donde las mujeres portan fardos -cargadas como animales de tiro, que laceran las conciencias de cualquier persona mínimamente sensible- para subsistir, contraviniendo los mínimos elementales de los derechos humanos y en particular de la mujer...
Ceuta, vive una inseguridad que de no controlarse, hará imposible la convivencia en la ciudad. Porque nada puede construirse, si cualquier ciudadano tiene temor de poner los pies en la calles y dirigirse al mercado a realizar la compra; a una farmacia a adquirir los productos que le haya recetado el médico; a tomar un café en cualquiera de las terrazas; o, a hacer una gestión en cualquier banco… La inseguridad hace que la ciudadanía se refugie en sus casas como castillos infranqueables donde por fin puedan estar seguros y a resguardo de los peligros que conlleva la calle, dejando ésta a merced de rufianes y salteadores que atemorizan a la población con la violencia de sus actos innecesarios y fuera de toda justificación…
Ceuta tiene necesariamente que avanzar en la multiculturalidad de sus diferentes culturas, si quiere tener un futuro esperanzador; porque a día de hoy, las diferentes culturas viven de espaldas unas de otras y, cada una de ellas, metidas en su caparazón, como si la otras no existieran... Sí, es curioso columbrar como en nuestra ciudad existe un verdadero autismo sociológico, donde cada cultura se maneja en sus dimensiones tradicionales, como si en su aislamiento, pretendiera ser el único entorno vivencial y antropológico que diera historia y futuro a una Ceuta necesitada de sumar voces y voluntades; y, no de enfrentamientos por alcanzar un falso protagonismo, que sólo busca dividir y violentar a una sociedad, donde su verdadera fuerza se halla en la diversidad, en la tolerancia, y en la convivencia de su acervo cultural de siglos…
Y, se podría continuar con este acaecimiento, con aquella circunstancia, o con otra lectura que a pie de calle podemos adivinar; y, que a nuestro parecer, hace de Ceuta una ciudad con una ardua problemática a resolver, que pareciera que nunca acabase, pues nada más terminado de comentar un problema, florecieran otros al momento sin apenas tiempo para poder resolverlos...
Y, claro, podemos amar Ceuta y no dejar nunca de amarla, para que en nuestras mejores intenciones, no sea una ciudad fallida, y tenga un futuro con esperanza. Sin embargo, no podemos estar orgullosos: «Porque orgulloso se estará, cuando los ceutíes, resuelvan acertadamente sus diferencias, y luchen codo con codo todos a una, por hacer de Ceuta, una ciudad habitable, y con un futuro al alcance de la mano...»
Ceuta es nuestra verdadera patria, la Ítaca de Ulises, nuestra Arcadia perdida de nuestra niñez que asoma en nuestros sueños; y, que a la tarde, cuando las nubes en el horizonte malva se van poniendo rojas como amapolas de fuego, nuestra identidad se desangra en sus ancestrales calles hasta disolverse en sus recuerdos…