Hace dos meses que salió de prisión. Él es uno de los 116 subsaharianos que cruzó la valla en agosto de 2018 y que permaneció poco menos de 48 horas en Ceuta. Él es uno de los protagonistas de la orden dada por el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, que llevó a que, por vez primera, se recurriera a un convenido firmado en 1992 entre España y Marruecos para hacer entrega de subsaharianos al país vecino.
Dice llamarse Samuel y se ha puesto en contacto con El Faro de Ceuta para narrar cómo fueron esos meses en prisión, cómo fueron esos días en los que “me pegaron”, ocupando una celda en una cárcel de Marruecos con más personas a las que ni conocía. Estuvo, asegura, 8 meses pagando por un delito que no entiende. Ahora vive en el monte, junto a más subsaharianos esperando el momento de volver a cruzar. Porque dice que sí, que aunque le devolvieron a Marruecos, que aunque ha vivido una de sus peores experiencias, seguirá intentando cruzar a Ceuta.
Samuel era minero, salió de su país como tantos otros compatriotas y eligió la ruta de Ceuta, encuadrada en ese particular organigrama de caminos teñidos de clandestinidad.
“Cuando me echó la Policía estaba muy asustado, como todos. Siempre pienso en aquello, todos los días pienso en eso. Nunca había ido a la cárcel”, explica en esta entrevista telefónica con el periódico. Dice que nunca se imaginó que iban a devolverlo a Marruecos. “No sabía lo que iban a hacer, ninguno de nosotros lo sabía”, añade.
“Todas las noches pienso en volver a Ceuta, no duermo pensando en el momento en que pueda pasar. Conmigo está más gente”, explica. La noticia de la entrada de 155 subsaharianos por el paso de Benzú ha sido vista en los campamentos donde duerme Samuel. “Algunos son mis amigos, los conozco”, narra.
"Todas las noches pienso en volver a Ceuta, no duermo con ese momento”
A pesar de lo ocurrido, dice que no tiene miedo. Los problemas para obtener comida y bebida son subsanados con personas que les ofrecen ayuda o que les dan alimento. Samuel insiste en que aquella madrugada en la que cruzó a Ceuta, ni él ni los subsaharianos que cruzaron a su lado arrojaron cal o heces a los guardias civiles. Tampoco les agredieron. Que hubiera quien lo hizo no puede decirlo, pero lamenta que todos pagaran por esa acción.
Samuel es el único expulsado que se mantiene a la espera de cruzar, pero en las calles quedan compañeros que estuvieron menos tiempo en prisión y otros que, sospecha, fueron trasladados al desierto.
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