Opinión

Las oposiciones de Pedro

Se levanta a las 06:00 de la mañana para organizar el día. Pone en marcha su maquinaria vital, la rutina que interioriza paso a paso con una memoria prodigiosa.

Son las 06:10 horas; Andrés y Andrea salen a recibirlo. Son los gatos de su colonia. En ocasiones lo esperan en la puerta de su casa. Pedro coloca la comida en dos cuencos, los acaricia, habla con ellos, los vuelve acariciar, les frota la barriga mientras permanecen tumbados esperando que no se vaya nunca. Hace ya tiempo otro gato se asoma sigilosamente pidiendo alimento.

Pedro despista a los gatos pues lo siguen, rastrean su camino como su fuera el flautista de Hamelín.

Me llama a las 06:15 horas: “Carlos, despierta, ya es la hora”.

Nos vemos en el Bar Las Balsas. Pedro le echa una mano a Andrés, el dueño del bar: monta las mesas, friega el suelo, barre, prepara las naranjas en la máquina exprimidora, espera al panadero y al señor que trae los huevos: ¡Eres el que más huevos tienes en Ceuta!, siempre con sus ocurrencias.

Yo llego a las 7 muerto de sueño; Pedro está desayunando su plato de tomate con aceite y ajo.

Lo veo animando a los pocos clientes que van llegando a esas horas... todo son risas, chascarrillos, ocurrencias para sacarle una sonrisa mañanera a la clientela: dos policías municipales, el doctor Marcos Altable, Antonio el de la luz, Jorge y su perro, que ha pasado la noche de vigilante.

Pedro recita entre dientes uno de los temas de oposiciones; me cuenta la Ley de Igualdad, la inmovilidad del paciente, el síndrome geriátrico... Es su oposición, esta vez no se le puede escapar.

Pedro se va al hospital a cuidar algún enfermo, luego irá a casa de otro anciano de 97 años, irá a curar a un señor con problemas circulatorios. Irá a dos casas más a cambiar pañales, paseará a un enfermo con Alzheimer y así hasta el almuerzo.

Pedro lleva su temario en el móvil. La convocatoria del examen es el 23 de octubre y aprovecha cada minuto libre para recordar los resúmenes y estructura los conceptos.

A las 14:00 horas llega a mi casa; comeremos en 30 minutos cualquier cosa rápida. Arrancará dos horas para estudiar mientras llega la hora para volver a su trabajo: las familias lo esperan impacientes pues siempre tiene ideas para intentar paliar las dolencias con un ojo clínico certero.

“¡Si la vida me hubiera dado una oportunidad sería médico!”, me dice con un rictus de tristeza pero con la capacidad de espantar el pesimismo en un segundo.

Pedro termina entrada la tarde. Vuelta a su colonia; de vez en cuando visita a un gato que rescató del Camoens y va recuperándose en el consultorio.

Pedro cena algo ligero para seguir estudiando: esquemas, subrayados, apuntes, notas, normativas, reales decretos . “¡Tengo que aprobar! ¡ Necesito empezar de nuevo consiguiendo seguridad laboral!”. Pedro tiene 43 años y le agobia el futuro.

Pedro me llama a la noche: “Carlos desconecto el teléfono”, pero antes me cuenta que le ha salido más trabajo para cuidar a otro anciano; son buenas noticias. Hoy le ha robado 6 horas al tiempo para clavar sus ojos en el temario.

Todas las tardes tomamos café en la Riquísima o el Granier. Saluda a amigos, compañeros, currantes de la empresa de la que ha pedido cuatro meses de excedencia para jugarse la oportunidad.

Pedro no para ni un momento; ganarse la vida, remar contra corriente en aguas turbulentas.

Pedro hace una videollamada a su hermana, vive en San Pedro. Ellos son los pilares de la casa familiar en la que están sus hermanos. Lo necesitan. Lo ha dado absolutamente todo por ellos y se olvidó de él durante años.

Hoy Pedro volverá a llamarme, volverá a Las Balsas después de alimentar a los gatos, volverá a las casas en las que trabaja, volverá a su temario, volverá a comer recitando el tema tres, el tema cuatro, el tema cinco....

Pedro arranca alegría de los demás, pone todo patas arriba. No hay lugar para la desdicha. Pero Pedro sabe que las oportunidades son muy escasas para coger de nuevo el tren: tengo que estudiar, tengo que estudiar... repite una y mil veces aunque no lo diga. Lo sé por su mirada, por las derrotas de otros tiempos.

Ahora Pedro sigue estudiando mientras yo escribo este CAÑONAZO.

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