Oportunidades únicas

A veces se presentan oportunidades únicas en la vida que hay que saber aprovechar. Y no me refiero a oportunidades para conseguir buenos trabajos o para realizar negocios que nos puedan proporcionar suculentos beneficios económicos. Me refiero a esas cosas pequeñas que a veces se nos colocan al alcance de nuestras manos y que nos pueden proporcionar enseñanzas que enriquecen nuestra vida.
Yo tuve una de esas oportunidades hace unos meses con motivo de la visita a Ceuta del doctor Manuel Elkín Patarroyo Murillo. Este eminente doctor colombiano (autoridad mundial en el campo de las vacunas) vino a Ceuta a recoger el Premio Convivencia, que se otorga cada año a la persona que, a juicio del comité que ha de decidirlo, más ha hecho por promover la convivencia y la solidaridad entre los hombres de este planeta en el cual nos ha tocado vivir.
Con motivo de esta visita tuve la oportunidad de asistir a dos actos, a cual de los dos más interesantes. El primero fue el acto de entrega del Premio Convivencia, en el cual pronunció una interesantísima charla en la que expuso las principales ideas que, según él, deben dirigir la investigación de la ciencia. Lo que él llama “ciencia con conciencia”. Me quedo con algunas de las ideas que expuso en esta charla:
-“¿Quién decide quién tiene derecho a beneficiarse o no de los últimos adelantos de la ciencia?”.
-“La humanidad es una sola raza, independientemente del color de la piel o de las circunstancias sociales, económicas o religiosas y el trabajo de la ciencia debe llegar a todos sin distinción”.
-“Es un imperativo moral encontrar vacunas que eviten algunas de las diecisiete millones de muertes que cada año se producen por enfermedades infecciosas. Sobre esto he hecho mi proyecto de vida en los últimos treinta y cinco años”.
Reflexionemos un poco sobre estas ideas. Provienen de una persona que ha dedicado los últimos treinta y cinco años de su vida a investigar, a estar prácticamente todo el tiempo encerrado en un laboratorio junto con los miembros de su equipo. Una persona que podía ser multimillonaria si hubiera pactado con alguna multinacional farmacéutica la comercialización de su vacuna contra la malaria. Pero en lugar de hacer esto, cedió gratuitamente los derechos de esta vacuna a la OMS (Organización Mundial de la Salud) para que la distribuyera gratuitamente en los países más pobres.
El segundo acto al que asistí fue una conferencia que pronunció en el salón de actos de la UNED (Universidad en la que yo también imparto clases) y que, como por desgracia suele ser habitual, contó con poca asistencia de público. En ella explicó de manera científica, pero a la vez asequible para todos, las investigaciones que junto con su equipo desarrolla en la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia. Y de nuevo me quedé impresionado.
De las quinientas diecisiete enfermedades infecciosas que hoy se conocen, sólo hay vacunas para trece de ellas. Cada año hay más de quinientos millones de casos de malaria (paludismo) y muchos de ellos mueren por no disponer ni de la vacuna ni del tratamiento adecuado. De momento, se ha fracasado y desistido en el intento de descubrir vacunas contra el SIDA o el cólera, por ejemplo.
Después de verlo y escucharlo en estos dos actos, el doctor Patarroyo me confirmó lo que yo ya sabía por la información que tenía de él. Además de ser un científico excepcional, el doctor Patarroyo es un ser humano inigualable, una de esas personas que por desgracia escasean y ante la cual uno se siente orgulloso de pertenecer al género humano.
Yo ya conocía muchas de sus numerosas muestras de altruismo, generosidad y solidaridad, pero verlo y escucharlo de cerca fue una inyección de optimismo que me hizo pensar que mientras haya personas como él, el futuro de la humanidad no es tan sombrío como creemos.
El doctor Patarroyo transmite alegría, optimismo, confianza… es afectuoso con todo el que se le acerca y nunca pone excusas para dedicar a cualquier desconocido el tiempo que necesite para estrechar su mano e intercambiar unas palabras cálidas. Su permanente sonrisa da idea de la bondad que inunda su interior. Después de escucharlo, tuve la oportunidad de hablar con otras personas que, como yo, asistieron a estos actos y todos tenían opiniones muy similares a la mía.
Y después de todo esto se me ocurre una reflexión muy similar a la que el genial Vicente Álvarez hacía en una de sus celebradas tiras de “Pepe Caballa”: ¿por qué los grandes hombres son personas humildes, sencillas, cercanas y bondadosas mientras que los de escaso o nulo valor suelen ser presuntuosos, orgullosos, estúpidos y prepotentes?.
También se me ocurre una respuesta a la anterior pregunta. Sólo los primeros han comprendido realmente el sentido de la vida, de la felicidad, de lo que merece y no merece la pena. Y en esta comprensión han llegado a la conclusión de que nada hay mejor para ser feliz que hacer el bien a los demás y sentir con ese bienestar ajeno la mayor y más auténtica felicidad.
El doctor Patarroyo es uno de esos grandes hombres y yo he sido muy afortunado teniendo la oportunidad de verlo y escucharlo.