Opinión

Uncle Joe

La pasada semana he estado acompañando a estudiantes de la Escuela de Salud Pública de la Jackson State University, del Estado de Mississipi de los EE.UU. de América. Venían con su profesor, el Dr. Nelson Atehortúa, para el desarrollo de un programa de estudio en periodo vacacional, enfocado al conocimiento de nuestro sistema de salud. Yo era la contraparte de la Universidad de Granada. El programa ha sido diseñado con mucho cuidado. El noble propósito de su profesor de allí era que los estudiantes conocieran de primera mano cómo está estructurado el sistema de salud en uno de los países de mayor índice de bienestar y salud del mundo. Y dentro de este país, en una de las regiones más saludables, como es el caso de Andalucía.
Conocí al Dr. Nelson en el año 2007, en Washington D.C., en el Congreso de la American Public Health Association (APHA). Yo presentaba una ponencia que había levantado un inusitado interés entre los organizadores, que titulé “Healthcare Expenditure in Spain: As Related to Factors of Economic Growth, Immigration, and Delinquency, (1997-2002)”. Mi nivel de inglés era entonces bastante deficiente, al igual que la mayoría de conciudadanos de mi generación, a consecuencia del flaco favor que nos hicieron las autoridades españolas de la Dictadura, al optar por mantenernos aislados y “protegidos” del mundo entero, como si siguieramos siendo el “Imperio en el que no se ponía el sol” del Rey Carlos I de España y V de Alemania. Algo parecido a lo que ahora intenta recuperar la extrema derecha de nuestro pais. La ayuda del Dr. Nelson, que dominaba perfectamente el inglés, fue incalculable ante un auditorio bastante numeroso. Lo que más les sorprendió entonces a los profesionales americanos, como ahora a estos estudiantes, fue el hecho de que España tuviese uno de los mejores sistema sanitarios del mundo, que además fuese universal y gratuito, al estar financiado integramente con impuestos y cotizaciones sociales, y que su coste fuese menos de la mitad del de su país.
Lo que se ha intentado mostrar a los estudiantes americanos ha sido una imagen fiel de nuestra realidad. Por esta razón se ha combinado la experiencia en uno de los Centros de Atención Primaria más singulares de Granada, como es el caso del centro de Almanjayar/Cartuja, con una estancia en el Hospital Comarcal de Motril, en donde se coordina toda la atención sanitaria de la Costa Granadina, paradigma de atención compleja a una población bastante dispersa y diversa; y la obligada visita al nuevo Hospital del Parque Tecnológico de la Salud, y dentro de este a los servicios de más alta tecnología. Es decir, los estudiantes han podido contemplar cómo se atiende a la población más marginal con un cuidado diseño de servicios adaptados a sus especiales circunstancias, pero también, que nuestro sistema es capaz de proporcionar atención con la más alta tecnología.
Pero, además de lo anterior, estas experiencias se han combinado con visitas a centros de la Cruz Roja especializados en atención a inmigrantes indocumentados, Centros de formación y simulación para personal sanitario, centros de coordinación de emergencias y, también, al módulo de prevención de accidentes del Parque de las Ciencias de Granada y su pabellón dedicado al cuerpo humano. Evidentemente, el programa no habría sido completo si no hubiera estado acompañado de experiencias culinarias con la dieta mediterránea y de ocio, para que así comprobaran cómo es nuestro sistema de vida en el devenir diario.
A los estudiantes les resultaba algo difícil pronunciar mi nombre, Aureliano. Por eso decidieron usar mi primer nombre, José, acompañado del cariñoso calificativo de Tío. Es decir, acordaron llamarme “Uncle Joe”. De esta forma tan afectuosa se han dirigido a mi durante estos días. Yo he intentado corresponderles y acompañarlos a la mayor parte de actividades, en la medida de mi tiempo y de mis posibilidades. Y he obtenido importantes enseñanzas. La primera, de ellos y ellas y de su forma de entender la vida. La segunda, de nuestros profesionales sanitarios. Aunque siempre he estado vinculado profesionalmente a la administración sanitaria a través de la Seguridad Social, mi visión de su situación y evolución había quedado algo desfasada desde que me dediqué a otras actividades. Sin embargo, he podido comprobar con enorme satisfacción, que nuestro sistema sanitario público, pese a los vaticinios de los agoreros de siempre que le auguran una quiebra inminente, goza de una salud de hierro y está lleno de grandes profesionales.
Ha habido frases y mensajes que se han quedado grabadas en mi mente. Por ejemplo, la del reto que tiene actualmente la sanidad pública para que, usando la tecnología, se pueda dar una atención al paciente lo más domiciliaria posible. O la de las carpetas comunitarias que se desarrollan en los centros de atención primaria para abordar y realizar talleres sobre alimentación, gestión emocional, tabaquismo, nutrición, hábitos saludables, sexualidad. O la de los servicios de alta tecnología que se prestan en nuestros hospitales más avanzados. Fuimos testigos de excepción en las explicaciones que se nos daban de cómo era posible operar a través de robots y mediante hologramas, para que los daños colaterales se minimizaran.
Finalmente, atendimos a las explicaciones que se nos daban en la Escuela Andaluza de Salud Pública sobre la estructura de nuestro magnífico sistema sanitario. La sorpresa vino cuando se nos mostró una diapositiva en la que se podía visualizar el coste de la sanidad pública y privada en los distintos sistemas del mundo respecto al PIB. El más caro, el de los EE.UU. de América, con un 17,7%. La media de la OCDE, con un 9,5%. Y España, en un lugar intermedio, con un discreto 9,3%. La pregunta es obvia. ¿Cómo es posible que nuestro sistema sanitario sea uno de los mejores del mundo, y además siga siendo universal y gratuito, gastando la mitad que en los EEUU de América?.
Creo que los estudiantes americanos de esta visita, al igual que los profesionales sanitarios que acudieron a mi conferencia de Washington en 2007, siguen sin explicárselo. Pero es nuestra realidad. Y espero que por muchos años.

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