En alguna ocasión he oído a Vivas hablar del paso del tiempo y citar al gran Gardel para señalar esas sienes plateadas que delatan el lento pero inexorable cambio que ese paso del tiempo produce en todos nosotros y en todas las cosas que nos rodean.
Pero si algo es destacable de cualquier persona, no es concretamente su cambio físico, sino su transformación intelectual, no brusca, pero si constante, que acompaña sus pasos por esa senda tan indeterminada llamada tiempo. Y si esta metamorfosis se produce en una persona pública y relevante, como lo es Vivas, las consecuencias pueden ser de mucho interés.
No hay nada de malo en cambiar. Es inevitable. Todo cambia a nuestro alrededor y quien no esté atento a los cambios se queda fuera. Hay quien se resiste a cambiar. ¿Causas? Las hay por doquier. Principios, valores, costumbres, promesas y que sé yo cuantas cosas más pueden condicionar la vida de una persona para oponerse a ser transformado. En este sentido y, si damos por sentado que Vivas está abierto al cambio, es en el sentido literal del término un hombre moderno, aunque no lo aparente. Hay incluso, quienes quieren cambiar para volver al pasado y siempre nos quedará la duda sobre si cualquier tiempo pasado fue mejor, como dijo el gran poeta castellano.
El problema es que, en política, los cambios deben ir acompasados a los sentimientos mayoritarios de la comunidad, salvo que alguien aspire a no poder representarla nunca y algún caso hay, la verdad. Y en esa fina observación de cómo va “la calle”, Vivas es bueno; porque en esas casi dos décadas que ha presidido la ciudad, la población de Ceuta ha ido cambiando sustancialmente y con esa transformación los deseos, las aspiraciones y las demandas de la mayoría. Una mayoría muy plural, no sólo por lo heterogéneo que es nuestro cuerpo social, sino porque ninguna comunidad de las que integran Ceuta, actúa en bloque a la hora de votar. Y aquí es dónde algunos han errado colosalmente, por no decir que casi todos. Bien es cierto que él llevaba algo de ventaja, pues desde su tribuna la capacidad de interaccionar con muchísimas personas y colectivos es muy superior a la que tienen otros, pero su ventaja la tuvieron otros presidentes y alcaldes y no supieron aprovecharla.
El caso más paradigmático ha quedado retratado en las últimas elecciones que hemos tenido: tanto generales como locales, con apenas un mes de distancia entre ambas. Me refiero al mal llamado voto musulmán. Y me resisto a que se le asigne este nombre, cuando deberíamos referirnos a él como el voto de miles de ceutíes que profesan la fe islámica. Este voto, que algunos aspiraban a llevarse en bloque, se ha repartido enormemente, demostrando esta comunidad, que sus integrantes actúan uno a uno, no como un rebaño; que cada uno de estos y de estas ceutíes, tienen muy desarrollado el pensamiento crítico y que no votan mirando a la mezquita, como tampoco los cristianos votan mirando a ninguna iglesia o los ateos mirando una imagen de René Descartes y que comparten aspiraciones con el resto de ciudadanos de Ceuta y eligen lista electoral en función de sus compromisos ya sea por la izquierda o por la derecha y no porque quien la encabece rece a uno u a otro Dios. Vivas, que necesitaba ampliar su espectro electoral, sabedor del órdago de Vox y de su capacidad de aglutinar el voto por la derecha, esa derecha nostálgica integrada por gente honrada pero insatisfecha con la inmigración y la inseguridad, optó por ampliar el horizonte y hacer un inesperado llamamiento a quienes en principio no parecían inclinados a votarle, ofreciéndoles su compromiso a pesar de saber que perdería parte de la confianza en sus votantes más tradicionales. Y con su viraje, hizo virar al PP. Estaba hablando para la Ceuta de hoy, para toda ella. Su victoria no ha sido arrolladora, pero sí ha ganado, dando la vuelta en menos de un mes a unos resultados que en las elecciones generales habían dejado al PP en precario.
Lo que sí parece desprenderse de todo esto es que, a día de hoy, el partido en Ceuta con menos sesgo, con más amplio espectro, es el PP. Probablemente el PP está ahora donde siempre lo quiso llevar Juan Vivas, entre otras cosas porque han ido desapareciendo otros referentes. Un Vivas que frente a la ideología opone la praxis, por fría que sea y aparentemente alejada de los principios ideológicos de su partido. Su relato no es mal visto por la izquierda moderada. Es un liberal de alma, pero puede llegar a planificar al estilo de la izquierda más tradicional y, el centro, eso que es tan indefinido, difuso y etéreo que más parece viento que una ideología, se le acerca con confianza. La derecha le está empezando a esquivar, pero aún no como para preocuparse, porque esa derecha crítica mas poco dada a escudriñar en las cosas, minoritaria pero bravucona, ya tiene quien la represente. La derecha moderada, a pesar de no terminar de digerir bien la propuesta de Vivas, busca tranquilidad y seguridad sobre todo y por eso le acaba votando. Pisa sobre el alambre Vivas, pero sigue su camino. Ha cambiado, como Ceuta.
Bueno, bueno , que solo ha conseguido nueve. Pisa sobre el alambre pero ya
No tiene red de seguridad como en el circo.