Amarillo es el color de muchas criaturas marinas pero sus tonalidades van cambiando y se suceden en infinidad de matices. Una criatura tan bonita como es la gorgonia amarilla (Leptogorgia viminalis) está tintada de un color muy puro e intenso que la hace bien visible en la lontananza marina; más que un coral parece una aparición proveniente del universo de la imaginación. Sublime es la visión, cuando se presenta tan brillante, altiva y elegante en medio de un fondo pardo recubierto de sedimento. Tan esbelta como una gramínea y tan preciosa como las flores, si miramos a través de su simple materialidad llegaremos a contemplar la eternidad teñida de amarillo, reflejo de perfección. Trascendiendo a la mirada de la carne, y usando los ojos ocultos del espíritu, alcanzaremos a ver mucho más allá de la razón, estamos entramos en la relación con los aspectos más sobrenaturales del ser. Con esta mirada podremos descubrir aspectos insospechados de una bondadosa colonia de pólipos ordenados que rebosan humildad y bienaventuranza; su presencia expresa que todo su ser alaba a la vida y al creador de la misma, es una invitación al mito y al cuento de hadas.
Su escasez en los fondos de Canarias, no debe hacer olvidar que es una especie exquisita y a la vez dura, bien adaptada a un entorno cambiante, donde poder crecer en fondos con sedimentación abundante. Las larvas de esta gorgonia se desarrollan entre arenas y sedimentos pero necesitan un basamento rocoso para poder fijar su poderoso disco y levantar la colonia hacia lo alto. Su esqueleto axial está formado por una proteína, la gorgonina, con una estructura que le da gran resistencia y flexibilidad. Le proporciona una poderosa estructura en su eje central y las ramas principales; tiene un intenso color negro azabache que puede llegar a confundirse, en ejemplares de gran tamaño, con el esqueleto de un coral negro. Al igual que ocurre en los árboles, el esqueleto de la colonia, produce reforzamientos y estriaciones, semejantes a los nudos de muchas especies forestales, personalmente me recuerdan más a las que forman las coníferas. Hay también un esqueleto exterior constituido por piezas microscópicas de carbonato cálcico con formas de macitas tuberculadas; se llaman escleritos (diminutas obras de arte microscópicas de variadísimas formas hartamente inspiradoras), y forman un sólido armazón que protege todas las partes blandas de la colonia. La acción de la abrasión de la arena, la fricción de las corrientes y los ataques de predadores especializados, son amenazas notables para la supervivencia de estas especies. Los propios escleritos, fuertemente teñidos, proporcionan la coloración intensa a estos corales; se acumulan cientos y miles de estas pequeñas piezas carbonatadas, engarzándose entre ellas, formando una calzada compacta de protección. Es una coraza eficiente frente a los cambios de intensidad de las corrientes y las tormentas de turbidez que se desencadenan en los fondos marinos sedimentarios con tanta frecuencia. Hay una serie de organismos especializados en alimentarse de las especies del género Leptogorgia; los moluscos son los que tienen un mayor número de especies de comedores de pólipos y otras partes vivas de estos organismos coralinos. Los gasterópodos del género Simnia son preciosos organismos con conchas de porcelana que se adhieren a las gorgonias y se desplazan con lentitud alimentándose de ellas; los opistobranquios sin concha del género Tritonia se alimentan de los pólipos y se pasean alrededor de las ramas y los cálices con total impunidad.
Este género de gorgonias tiene una ordenación de pólipos a los lados de las ramas y los cálices donde se esconden y se suceden en hileras que dejan libre el centro de cada una de las ramificaciones, todo el conjunto da la sensación de inflorescencia seriada. El intenso color amarillo está concentrado en las ramificaciones y el tejido de conexión entre los pólipos que se llama técnicamente cenénquima (una intrincada red de conexiones que comunican a los pólipos entre si a través de una matriz viva). Los pólipos forman las unidades vivas de la colonia, también tienen el mismo tono de coloración pero mucho más claros que el resto de la colonia.
La distribución geográfica de esta gorgonia es amplia y también ha sido citada incluso en el Mediterráneo pero de una forma esporádica, y hoy en día, necesitaría verificación científica. Por otra parte, se trata de una especie propia del atlántico africano, frecuente en Canarias y también en la costa del Suss marroquí y en la región sahariana, donde se observa la variación de coloración más espectacular con ejemplares rosados, violetas y rojizos. Esta zona del continente africano, está dentro de lo que podríamos entender biogeográficamente como “Macaronesia continental”. Un área extensa de territorio emergido y sumergido donde se comparten elementos florísticos y faunísticos entre los archipiélagos macaronésicos y la costa de África. Su presencia en el Golfo de Guinea está por comprobar, pero es bien seguro, que se trata de una especie termófila especializada en la colonización de fondos rocosos afectados por la sedimentación o incluso muy colmatados por la arena. Por este motivo, presenta estrategias ecológicas muy específicas que comparte con todas las especies de este género. Poseen unos cálices y pólipos pequeños y numerosos con aberturas diminutas, lo cual facilita enormemente que puedan quedar completamente cerrados cuando sea necesario. Esto favorece que las tormentas abrasivas que se producen en las costas batidas no lleguen a provoquen grandes daños en sus partes blandas. Justamente, las murallas microscópicas que forman los escleritos, antes mencionados, son eficaces barreras, empalizadas activas que protegen a los tejidos blandos. Estas fuentes de protección exterior se establecen en varias capas superpuestas y se van reemplazando constantemente a lo largo de la vida de la colonia. Hay por lo tanto dos tipos de esqueletos bien diferenciados en este tipo de corales, uno interior de componente orgánico que ofrece soporte al desarrollo de la colonia y otro exterior de naturaleza mineral que actúa como muro de contención ante adversidades naturales a las que está sometida la colonia a lo largo de su periplo vital. Bien podríamos comparar a este tipo de colonias con ciudades estado independientes que van creciendo en altura para poder ofrecerse a la corriente dominante y captar su alimento básico: pequeños organismos y restos orgánicos que van flotando envueltos en gelatinas naturales que se generan y viajan a través de la columna de agua marina. Estas poblaciones se comunican entre si a través de la freza (expulsión de gametos), viajan por el agua un tiempo y si se produce el milagro de la fecundación; rápidamente se producen larvas que buscan el fondo para intentar sobrevivir y generar una división asexual de pequeños pólipos. Estos pólipos forman la estructura discoidea de proteína que se adhiere al fondo rocoso con un cemento compuesto de elementos orgánicos, mucus y arenas que le da solidez a la base desde donde se pretende levantar la ciudad vertical compuesta de obreros (los pólipos).
Estas unidades de vida enseguida se ponen manos a la obra para alimentarse y poder desarrollar la energía necesaria que segua alargando la colonia. Alejarse del fondo con cierta prontitud es vital porque de lo contrario la ciudad colapsaría por estrés debido a las fricciones y el desgaste. Como en toda población que conforma la vida en comunidad, se producen momentos de progreso y declive en función de las condiciones del medio circundante y de las amenazas. Por eso para el naturalista especializado en estos organismos, el encuentro con colonias bellas y desarrolladas, es un placer inmenso.
Una mente entrenada sabe que está contemplando nómadas de los desiertos marinos, organismos únicos que pueden llegar a sobrevivir si sobresalen de la arena lo suficiente para alcanzar con premura su maná. La contemplación del éxito biológico se vuelve mágico pues estamos ante el logro de la adaptación y la belleza a la vez; su éxito huele a esfuerzo cooperativo, a sudor compartido entre miembros de un mismo equipo. Al mirar con admiración, curiosidad y asombro, se llega al sentimiento de humildad y desde aquí es fácil alcanzar la trascendencia ante una historia natural tan original y en ciertos momentos incomprensible. Tengo la sensación de no entender nada a ciencia cierta, que lo más importante es sentir, apreciar y participar en el cuidado de un extraño e insólito jardín, que bien podría estar cultivado por seres superiores e invisibles que van plantando estas maravillas para su propio deleite.
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