La política

Decía Cristóbal Montoro en una entrevista que le hicieron hace ya unos años, que lo único que podía fastidiar el crecimiento sostenido que estaba experimentando España, con la consiguiente creación de empleo, era la política. La verdad, es que esta expresión en boca de un hombre, que llevaba cuando la profirió más de un decenio dedicándose a ella, podría parecer contradictoria, incoherente; pero nada más lejos de la realidad.

La política, cuando se vive intensamente durante muchos años, termina por enseñar muchas cosas a quienes la practican, unas buenas y otras menos buenas y lo mejor de todo es que un político sea capaz de discernir lo que es realmente importante cuando todavía está ejerciendo una responsabilidad. En el momento de expresar estas cosas, Montoro era aún Ministro de Hacienda del Gobierno de España y las Cortes Generales acababan de aprobar los presupuestos generales del Estado, los mismos que hoy todavía (¡Sí, todavía hoy!) siguen vigentes y lo que les queda… Porque la sucesora de Montoro, que se apellida Montero, ya ha anunciado que da por perdida la batalla de conseguir una mayoría suficiente para aprobar unos nuevos presupuestos en este ejercicio. O sea, que tendremos a Montoro, aunque el despacho lo ocupe físicamente Montero, hasta el año que viene y más. Grande Cristóbal Montoro, casi como Rodrigo Díaz en Valencia.

Pero volviendo a la idea inicial expresada por el exministro-ministro, no debemos considerar extrañas sus palabras. Hoy en día la política se está fanatizando y es penoso. Defender las ideas propias no es incompatible con saber conciliar con el adversario, porque cuando el partidismo o la ideología se imponen por encima de todo, lo que acaba ocurriendo es que nos alejamos demasiado de los problemas y de las preocupaciones reales de la gente, para pasar a vivir en un mundo del poder y sólo para el poder. Cuando Montoro dijo que la política podía estropear un buen momento económico, no estaba demonizando la democracia ni el ejercicio de las libertades. No pretendía decirnos que el pluralismo político era malo, tan sólo quería que entendiésemos que cuando asoma una gran crisis que amenaza con llevarse por delante casi todo, las diferencias deben ser aparcadas, las críticas deben centrarse en mejorar las propuestas del gobierno de turno y, el cainismo, tan común en la política cotidiana, sobra. La ideología, siempre buena compañera de cualquier líder, debe ser puesta en cuarentena, no erradicada y, las ambiciones personales atemperadas, porque frente a crisis como a la que les tocó lidiar a Rajoy y a Montoro o la que ahora, mucho más grave, porque no sólo afecta a la economía sino también a la supervivencia de las personas, les toca administrar a Sánchez y a Illa, la única ideología debe ser la preocupación por acertar en las decisiones para superar el mal trago del mejor modo posible y cuanto antes y la única ambición tiene que ser conseguirlo a toda costa.

No creo que ni Sánchez ni el Ministro Illa estén a la altura del reto, sobre todo el primero, pero les ha tocado a ellos. Comparto con muchos la falta de claridad, de coherencia y de veracidad en la trayectoria del Presidente del Gobierno, que hace difícil que la confianza en él sea la necesaria en estos momentos, pero no sé si la dimisión de todo el Gobierno de España, como algunos exigen, mejoraría el tratamiento de la pandemia. Creo sinceramente que Sánchez tiene poco recorrido más allá de la salida de esta crisis, pero por ahora sigue teniendo la responsabilidad de encabezar la lucha que nos devuelva cierta tranquilidad. Probablemente, casi seguro, tras la denominada desescalada tengamos que volver a votar. Ese será el momento de exigir responsabilidades. Ahora sobra tanto tacticismo, empezando por el que practican el propio Gobierno y, más en particular, el presidente Sánchez. No es el tiempo de salvarse a si mismo, es el tiempo de recuperar España. Dejen, por favor, la política, entendida en el sentido expresado por Montoro en aquella entrevista. Déjenla para cuando no tengamos mejores cosas que hacer. Hoy hay mucho en lo que ocuparse sin necesidad de estar todo el día elucubrando acerca de tácticas y estrategias sobre como alcanzar o sostenerse en el poder. Piensen sólo en los españoles, que se merecen lo mejor.