Seguro que ya se han olvidado de la imagen. Dicen que se llamaba Valeria y que tenía dos años. Su padre Óscar. La fotografía de los dos ahogados, boca abajo, en la orilla del Río Bravo cuando querían llegar a Estados Unidos dio la vuelta a medio mundo. Pero eso fue el miércoles. Hoy nadie se acuerda. Hoy estamos en otros menesteres como el de colocar la bandera del Orgullo en nuestro perfil de Facebook mientras se hace viral un vídeo en el que se menosprecia a una persona por su orientación sexual que solo quería pedir una hamburguesa en Barcelona.
Con Valeria y su padre también se compartió en todos los perfiles del mundo mundial la carita que usamos para decir que algo nos da pena. Se compartieron artículos, algunos blasfemaron contra las fronteras que les pillan lejos porque las de aquí, como que importan menos. Es así de duro, compartimos y lamentamos una muerte de una frontera lejana y permanecemos hieráticos ante situaciones igual de crueles, como la muerte de dos jóvenes helados de frío después de saltar la valla y esconderse en la zona de Anyera. Fue en abril de 2018 y los dos chicos fueron encontrados casi juntos, muertos de frío después de saltar la valla con miedo y permanecer horas en el bosque confiando en que nadie les vería.
Esa crónica fue una de las más duras en el ámbito de la inmigración que se hayan sucedido en Ceuta, pero no vi a nadie llorar por lo sucedido, ni pedir justicia a través de redes sociales, ni criticar las vallas o las fronteras, ni lamentar la muerte tan cruel de dos muchachos, ni acudir a su entierro. No vi nada de eso porque nos pillaba al lado e incluso las sensaciones y sentimientos parece que anidan en nuestros corazones cuando la sociedad nos lo impone, cuando una foto se hace viral, cuando todos siguen lo que marca el primer borrego.
Pasa con la imagen de Valeria y su padre, pasa con los días de las banderas que se hacían virales mientras la actitud de la sociedad seguía siendo la misma, pasa con todo, con nuestras vidas hundidas en la hipocresía social de la que nos estamos rodeando atrapados en un mundo de imagen, de sentimientos que no lo son, de apariencias, de quedar bien... de tanto y tanto comportamiento frío y extraño que asusta.
¿Se acuerdan de Valeria?, ¿de su padre?, ¿se acuerdan de tantos y tantos desaparecidos? Hoy ya no.