Hoy, en el Instituto Camoens un grupo de compañeras, porque hoy todos somos compañeras, ha organizado una actividad para concienciar sobre violencia de género. Hoy todas somos mujeres, alumnas, profesoras, jefas de estudio, directora, administrativas, trabajadora social, orientadora.
Todas ponemos un altavoz a los gritos del silencio. Es el día que meditamos sobre las cientos de mujeres asesinadas de todas las maneras posibles, apartadas de la sociedad por un monstruo que pasa desapercibido en su capacidad camaleónica.
La violencia se dice de muchas maneras; violencia que no deja huella, violencia vicaría, violencia psicológica, violencia del miedo, violencia de anular, someter, ningunear, cosificar, amedrentar, amenazar, coartar.
Esta mañana se interrumpieron las clases para dar la mejor clase; hablar, concienciar a las alumnas, porque hoy todas somos alumnas, que todas las personas son libres, que el amor no es posesión, que nadie pertenece a nadie, que el ser humano es un fin en sí mismo y que tenemos la obligación de estar siempre juntas, organizadas, preparadas para que los gritos no sean silenciados.
Una sociedad enferma permite todos los machismos. Crecemos respirando las diferencias entre hombres y mujeres. La cultura inocula el virus imperceptible de quien tiene la fuerza, quien manda, quien debe obedecer, quien debe cerrar los labios, agachar la cabeza, actuar con una sumisión en cada gesto, en cada mirada, en cada palabra.
El telediario nos cuenta la punta del iceberg; lo que vende, lo que impresiona, lo que horroriza, lo insoportable. Pero no oímos esos gritos del silencio, no escuchamos, no reparamos en aquellas mujeres que son cientos, que son miles, que son millones, que son incontables, que no aparecen en las estadísticas, que están por el mundo pero no las ubicamos en el mapa de la vergüenza.
Torturadas, violadas, esclavas de sus señores, vendidas por cuarenta monedas de plata, canjeadas por camellos, casadas en matrimonios pactados. Mujeres que no muestran sus rostros, que no sonríen, que no pueden ir a las escuelas de los hombres, a las universidades de los hombres.
La cultura, todas las culturas inventan lenguajes para describirlas y encerrarlas en cárceles esparcidas por el mundo, por la historia, por el aire que respiramos. En el inconsciente colectivo son prostitutas, son sirvientas, no tienen derecho a disfrutar de su sexualidad, de su belleza, de su independencia, de elegir con quién quieren compartir su vida y si quieren compartirla.
Míralas. ¿ No las ves? ¿ No te das cuenta que se sientan contigo?
Las percibes como tú quieres que sean, las preparas para ti, las adiestras, las manipulas, secuestras su alma, su cuerpo, su luz para que no brillen.
Llegará un momento en que no tengamos que recordar lo que hemos recordado en nuestro instituto. Ese momento comenzará contigo, serás un eslabón y formarás parte de una cadena imparable de liberación. Está en tus manos porque tus manos representan todas las manos, tu voz son todas las voces, tu lucha serán todas las luchas.
Hoy todas somos cada una de nosotras, todas somos la semilla que germinará en una tierra en la que plantaremos la esperanza, regaremos las revoluciones pendientes que nos llevarán a la victoria.
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