Fatima Hamed ha puesto el dedo en la llaga sobre la frontera que tenemos y la que aspirábamos a tener. Cierto es que no se puede pasar del caos que reinó en su día a una paz absoluta de la noche a la mañana, pero igual de cierto es que las administraciones competentes no pueden seguir esa política de silencio enquistada en la línea que nos separa de Marruecos y que ahora incluso se utiliza mucho más que antes por los propios ceutíes.
Lo que tenemos ahora es una especie de borrador de lo que habrá. Faltan sistemas técnicos que eviten las colas tercermunistas así como los medios que permitirán un ágil tránsito de, por ejemplo, un cupo de transfronterizos que casi llega al millar así como de otros usuarios.
Mientras esto no funcione -y en evitarlo se está- las críticas suenan a apresuradas. No podemos volver al caos y avalanchas que definieron un Tarajal de la vergüenza ni tampoco permitir, en el caso de la mercancía, que se pase la mano para dejar que de nuevo se haga fuerte un porteo encubierto y estemos en las mismas de antes.
Aquello no puede volver ni se debe permitir que lo haga siendo permisivos, porque empezar a flojear en el control supondrá que haya quien se aproveche de lo que hay para hacer su propio negocio y fastidiar indirectamente a los demás que no persiguen tal fin.
De igual manera hay que establecer ya, con los mimbres y medios que tenemos, algo más de orden y seriedad al Tarajal. Orden, seriedad y transparencia. De esto último poco sabemos ya que se estila no hablar con sinceridad a los ciudadanos sobre lo que tenemos y no. Y ese es el gran problema, contar medias verdades o esconder las carencias que tenemos.
La ciudadanía se cree que le toman el pelo y se siente pisoteada cuando cruzar Tarajal vuelve a convertirse en un infierno sin que nadie dé la cara como hay que hacerlo.
Lo de la frontera no hay por donde cogerlo. Empezamos por acudir a la zona de embolsamiento; si no hay colas, se coloca a un funcionario de Amgevicesa en la rotonda y que de paso directo, pero hay que mantener a una plantilla y unas instalaciones que fueron creadas para una acumulación de vehículos y no para el trato que se le está dando. Llegamos a la verdadera frontera. El de Amgevicesa que te recoge el ticket que se cree que sabe más que nadie ( como si no supiésemos el chanchullos que hay). Luego los vigilantes haciéndole el trabajo a la policía. A pasar el pasaporte por la maquinita. Ahora el policía marroquí de la verja. Luego el de la cola. Otra vez pasaporte en Marruecos y ahora lo peor, aduania ( que parece que seamos todos delincuentes) y otra vez pasaporte. De regreso ni te cuento, entrego el pasaporte al policía Nacional y me dice que me espere que tiene que hacer el relevo ( 15 minutos de espera). Luego que sí el de Hacienda o la GC ( éste si pasa lo que trae y éste no) a gusto del agente