Vine de una ronda nocturna con mis amigos. Al abrir la puerta me saludó mi fiel amigo. Este no piensa en nada, sólo en salir a la calle. Sin pensar en las condiciones en las cuales puedo estar. Los saltos fueron concluyentes en el diagnóstico. Tenía que salir a la calle sí o sí. Le puse la correa y se fue a dar un paseo, ya que yo estaba para los arrastres.
Vivo como sabes en Algeciras (Cádiz), desde hace muchos años. Me lo llevé al Llano Amarillo, y allí estuvimos pateando el amplio espacio. Pero, de repente, empezó a ladrar muy fuerte. Le corregí y le dije que tranquilo. Oteé por todos los rincones de donde estaba y no me percaté de nada raro. Seguí por donde iba y nuevamente se volvió loco el perro ladrando como un poseso. Volví a tirar de la correa para tranquilizarlo. Con gran mosqueo miré por todos los rincones. Aunque hay poca luz, allí no había nada. Agudicé al máximo el oído para intentar adelantarme a cualquier emergencia. Mi perro no es agresivo y normalmente no ladra. Tiene que ser en momentos de mucho peligro. Por eso la verdad es que me entraron ganas de irme a casa. Pero el pobre perro no sale hasta como mínimo las 6 de la tarde, tendría que cansarlo por consiguiente. Pero ya lo veía de nuevo muy nervioso.
Paré en seco y vi a lo lejos unos bultos negros que podían ser tranquilamente unos gatos. Concretamente pude contar 7. Seguí mi ruta y el perro volvió a ladrar, está vez quería hasta soltarse. Me costó mucho convencerle. Miré hacia mi izquierda y al fondo volví a observar los siete bultos. Yo no lo pensé más, me iba a marchar en dirección a casa. Pero de repente los presuntos gatos se elevaron una exageración.
Se fueron transformando en una especie de murciélago gigante. Además era bien percibido por mis ojos. Los laterales eran como unas reglas negras en posición vertical. La altura era inmensa. Y la anchura igual. Me fijé bien en la cabeza, era como una rata. Mi fiel amigo echó a correr en la dirección opuesta a donde estaban esos espectros tan raros. Yo ni lo pensé. Si el cánido corría, yo creo que el que suscribe corría mucho más. En muchos momentos creo que solté hasta la correa. Sin embargo llegamos juntos hasta el portón de mi vivienda. Nervioso, ni encontraba las llaves. Subí a mi casa y me asomé a las ventanas que dan al lugar donde había tenido el incidente. Allí no se veía nada. El perro se metió debajo de mi cama y no salió hasta las seis de la tarde para decirme sácame. ¿Que podría haber sido aquello? Estaba completamente despierto. Y más después del susto que me lleve.
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