Opinión

Bailando con lobos

Las verás rodeadas de perros que siguen sus sombras, las encontrarás andando las calles, los montes de Ceuta y las playas del Atlántico y Mediterráneo; siempre con sus pequeñas manadas, siempre dispuestas a acariciar a los canes, a sentarse en su cercanía, a seguirlos con sus miradas y sus voces.

Rosa y Alicia me hablan de ellos contando historias preciosas de cariño, historias entrañables de su infancia y adolescencia.

Hablo con Alicia y Rosa, me siento con ellas mientras sus mascotas escuchan la conversación, no quieren dejarlas solas; los canes merodean el peligro, marcan su territorio, alzan sus orejas. Miran a Rosa y Alicia buscando algo que sienten, que perciben con su instinto, con sus sentidos. Los perros tienen la capacidad de mirarnos el alma, atravesar los umbrales de la tristeza, indagar en nuestras preocupaciones.

Conocí a Alicia en el instituto. Tenía una extraordinaria habilidad para dibujar, discutir, defender una opinión, armar la marimorena en las discusiones de la clase que, las más de las veces andaban como perros y gatos. Con los años, Alicia y yo perdimos el contacto

Y volvimos a encontrarnos en el Revellín; " ¡ Hola ¿ te acuerdas de mí?  Me emociono cuando oigo esa frase, siento que las semillas que plantamos vuelven a germinar y que la vida sigue su curso imparable.

Alicia parecía Santa Claus, empujada por renos, aunque los renos se habían convertido en Perros. Me dijo que se ganaba la vida en este nuevo trabajo de cuidar y pasear a los perros de gente sin tiempo y otras circunstancias; así se había pagado su carrera.

Empezamos a coincidir en el parque canino todos los días y recordamos los viejos tiempos de la felicidad.

Así, en este extraño recinto dedicado a los canes tuve la inmensa suerte de encontrarme con Rosa y sus galgos. Con el tiempo entablamos una complicidad perruna.  Sus galgas me besaban, danzaban a mi alrededor como si me quisieran contar historias de galgos. La mirada de ellos te robaba el corazón, me calaba emociones que nunca había vivido.

Rosa había pasado toda la vida con perros. Desde los diez años se llevaba a su casa a todos los que veía por la calle. A su padre no le quedó más remedio que permitir que los canes entrarán a vivir en su casa. Nuestra amiga me relataba que se convirtieron en sus inseparables compañeros: la seguían cuando montaba en bicicleta, cada vez que salía a pasear, a dormir, a comer, a viajar. Eran sus parejas de hecho.

Me dijo que en ellos había encontrado la paz, la generosidad, el amor. " No he encontrado eso en las personas".

Ellos se habían convertido en su refugio existencial.

Tanto Alicia como Rosa representan un nexo milenario de hombres y perros.

Ellas bailan con los descendientes de aquellos lobos, danzan con ellos, bailan con ellos. Creo que, cómo decía Nietzsche, " Si no te gusta bailar, no me interesa tu revolución".

Hoy un alumno musulmán me dijo que donde hay perros no entran los ángeles; tal vez los ángeles son los perros y no hace falta que entren los serafines alados.

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