Conocida como “Paso del Estrecho”, supone económicamente, para los territorios españoles, por donde transcurre este flujo migratorio más de 1.150 millones de euros de ganancias. Un maná que dejó de caer del cielo el día que apareció la pandemia y se congelaron las relaciones diplomáticas con el país vecino.
Empresas y sindicatos echaron manos a la cabeza al ver el impacto negativo, de dimensiones catastróficas, que se les venía encima.
“El 70% de ingresos provienen del alojamiento y el consumo de clientes marroquíes”, explica la directora del Hotel, Ciudad de Burgos y esta es solo una pequeña muestra de lo que supone que estos migrantes marroquíes dejan de gasto al cruzar por nuestro país. (Fuente: LA INFORMACIÓN).
No tardaron en llegar las quejas y las súplicas de todos los sectores, servicios, ante todo, de la situación agónica de todas estas personas que, “hacen su agosto”, en esta temporada estival.
Para hacerse una idea de lo que supone este flujo migratorio que atraviesa la península, solo en el puerto de Algeciras (Aesba), la escala de un barco en un puerto, genera miles de euros de facturación en muchos sectores: prácticos, remolcadores, el provisionista, el suministrador que recoge los residuos, la lavandería, sin olvidarnos del trabajo en tierra: apoyo de pasajeros, autoridades portuarias, agencias de viaje, peajes, gasolineras, transporte por carretera y un largo etc.… toda una red de servicios, de empresas, de puestos de trabajo.
Después de dos años sin la OPE y aprobada ésta por Marruecos y nuestro país, un renovado horizonte de esperanza apareció de nuevo y se desempolvaron todos los protocolos de paso habidos y por haber, pero no se tuvo en cuenta que, años anteriores, se aglutinaban en los puertos de Algeciras, Tarifa o Almería unos 3,2 millones de emigrantes magrebíes incluso, hasta 3 millones.
Era de esperar que, tras dos largos años de prohibiciones, confinamiento y pandemia, ese número se duplicara, esas personas estaban ansiosas por reunirse con sus familiares, por hacerse cargo de gestiones que quedaron congeladas, por relajarse y alejarse de todo, por desconectar…un sinfín de situaciones que se escapan a nuestra imaginación.
Y tras atravesar toda la península, llegan a nuestra ciudad, una ciudad, supuestamente preparada para el OPE, con instalaciones y servicios propios de un área de descanso, una explanada acondicionada para que la espera no sea demasiado pesada, larga, tediosa… ya que, estas personas no se merecen menos, estábamos deseando su llegada, esperando su paso, rezando para que volviera la OPE… y volvió como las golondrinas por primavera, con más gente, más coches, más niños…más de todo.
Y esa ciudad preparada para la OPE, Operación Marhaba, empezó a hacer aguas por todas partes, con instalaciones sin servicios básicos, sin puestos de comida, ni agua; sin sombra y sin un punto de información para todas aquellas personas que aguantan bajo un sol abrasador, hasta 9 horas, llegaron a 12, de larga espera, toda una lluvia de esperanzas que se esfumó en cuanto estacionaron sus coches, abarrotados de familiares y enseres, en la explanada de embolsamiento de Loma Colmenar; ahí empezó a desaparecer la ilusión de los encuentros esperados y de los abrazos prietos, ahí empezó a morir poco a poco la paciencia y a florecer la desilusión…
Cómo siempre, en esta ciudad, aparecieron los ciudadanos de a pie, apoyando y ofreciendo, aunque sea solo agua, un pequeño consuelo a todas estas personas, personas solidarias y cercanas las de esta, nuestra tierra. Todo un orgullo.
Pero claro, aquí no acaba la cosa, mientras las largas colas dan la vuelta al Hospital Universitario y se prepara otra explanada para la acogida de más personas, más coches… las condiciones mínimas de humanidad, no se cumplen.
Mientras tanto, muchos ceutíes critican el paso por nuestro puerto y frontera de esta Operación, olvidándose de toda la activación económica que supone para el resto de españoles. Tal vez, para los ceutíes no genera ingresos económicos, pero nos solidarizamos con el resto del país, nos alegramos por la cantidad de trabajo que resulta de este paso, aunque sea solo en el puerto y sobre todo, se comprende que, tras tantos años trabajando y ahorrando, estas personas prefieren ahorrarse 200 euros del billete, que les cuesta de más embarcarse para Tánger y cruzar por nuestra ciudad con la esperanza de llegar cuanto antes con los suyos, lo que no es de justicia son las nueve horas de espera, infrahumanas y desesperantes que tienen que aguantar por culpa de la falta de previsión, intereses políticos o diplomáticos.