Cuatro familias de Ceuta están viviendo con especial congoja la invasión rusa de Ucrania, el país del que procedían los niños a los que durante años dieron acogida temporal en la ciudad autónoma, hoy ya hombres y mujeres con los que siguen manteniendo contacto. La presidenta de Digmun, Maribel Lorente, creó la asociación en diciembre de 2005 en parte precisamente por ese programa solidario que conoció a través de la oenegé 'Niños de Ucrania y Andalucía'.
Así llegó a su casa por primera vez Oksana Berezhna, a la que se refiere como “mi hija” y que la trata a ella como “mamita”. La niña llegó a pasar hasta cinco meses al año en Ceuta, tres en verano y dos en Navidad, y una vez que cumplió los 18 siguió viajando como monitora de los pequeños que repetían su experiencia.
Hoy madre de dos niñas (la mayor se llama Isabel) y un niño, Oksana, su pareja y su abuela han sido despertados este jueves a las 4.00 de la madrugada (hora española) por las bombas rusas en Kharkov, la ciudad donde residen actualmente y donde lo tenían todo planeado para irse ante la escalada belicista que se atisbaba desde hace semanas.
“Ella ya vivió la guerra de 2013 y su orfanato estaba en Lugansk, en la región de Donbass, uno de los puntos clave del conflicto”, ha recordado Lorente con el corazón y el teléfono a medio camino entre Ceuta y Ucrania. En el conflicto de hace siete años la joven, que ahora cuenta 27, salió huyendo, embarazada de su primera hija, por Crimea y llegó a regresar a Ceuta con la niña, pero a los cuatro o cinco meses, cuando el conflicto amainó optó por volver a su tierra.
Ahora su plan de huida pasaba por llegar a Turquía, donde su marido tiene familia con negocios ligados a los invernaderos, pero no ha podido. Desde una habitación con los cristales de las ventanas cubiertos preventivamente con cinta adhesiva para evitar su desprendimiento en caso de rotura por alguna deflagración, la chica, con un español algo oxidado pero todavía bueno, relata a El Faro las primeras horas ante la agresión rusa a apenas 40 kilómetros de su frontera.
“Empezaron a bombardear a las 5.00 horas y nosotros estamos muy cerca de la aduana con Rusia, por lo que por mi pueblo han pasado los primeros tanques... La gente está muy asustada porque no esperábamos este tipo de ataque... Está escondiéndose y las tiendas ya están vacías porque en cuanto comenzó el asalto se han acabado las existencias, los bancos han dejado de dar dinero y un coche sólo puede repostar 20 litros de gasolina”, detalla.
Según su madre caballa, la familia tenía ropa y papeles preparados en su coche para salir de Ucrania, pero se vio sorprendida por la avalancha rusa y la declaración del estado de excepción y la ley marcial. “Los coches no pueden salir del país y en muchos casos ni siquiera de algunos pueblos porque los tanques rusos bloquean las carreteras... Además, los aviones, que ya no operaban, están bajo amenaza de ataque si volviesen a operar”, lamenta Berezhna.
“Teníamos preparada la maleta para ir al refugio oficial, los túneles del metro, que están a menos de media hora andando, pero en casa tenemos un cuarto bajo tierra en el que en invierno guardamos patatas y en el que podemos escondernos, aunque lo peor son los ataques desde aviones que han comenzado durante el día, ya que a primera hora solamente estaban utilizando tanques y coches militares”, completa la joven aterrada porque “la cosa empeora según pasan las horas”.
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