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Ojalá el mundo fuera de otra manera

El respeto a los derechos humanos es un principio fundamental para el que escribe. No crean  que es una virtud personal, porque es puro egoísmo, más aún, es respetar la memoria de mis padres que cruzaron hasta Tánger con pasaportes falsos con la complicidad del conductor del autobús. Pagando para intentar vivir mejor. Eran otros tipos de corruptelas y otros tipos de mafias. Otros tiempos, pero las mismas ilusiones por vivir una vida más digna.
Mis padres me inculcaron mis convicciones democráticas y mi absoluto respeto a los derechos humanos. Esto y otras vivencias y valores personales me hacen estar más cerca del humilde que del poderoso, porque formo parte de esa clase social que si pierde el trabajo puede convertirse en un simple mendigo.  
Como representante de la Asociación Unificada de Guardias Civiles he hecho especial hincapié en denunciar los abusos, la extorsión y las muertes de los inmigrantes que intentaban pasar hacia Ceuta como marionetas de las mafias que los conducían hasta la muerte. Nos hemos personado como acusación particular con el coste económico, personal y mediático contra funcionarios y delincuentes por delitos relacionados con la inmigración.
Hemos denunciado ante los tribunales, Defensor del Pueblo, Fiscalía de Marruecos y partidos políticos los atentados a la vida de los inmigrantes y la falta de medios para luchar contra estas organizaciones de depredadores de seres humanos.
Hemos ayudado a inmigrantes a traer o retornar a sus familias con dinero de todos los guardias civiles y, por qué no decirlo, aunque jamás lo comenté hasta ahora, he asistido a entierros de inmigrantes donde no más de seis personas despedíamos a un hombre desconocido que perdió la vida buscando un mundo mejor para él y sus familias. ¿Donde estaban entonces las oenegés?
Sin embargo, a pesar de todo lo que digo, me convierto en sospechoso de ser un vulnerador de derechos humanos, porque aunque no estuve, pude estar y sería uno de esos que según las oenegés han disparado a los flotadores de los subsaharianos, que les lanzaron pelotas de goma a la cabeza, que ejecutaron un acción preconcebida para atacar a los subsaharianos, cuando la única acción preconcebida fue la de las mafias de inmigrantes en apedrear y sorprender a los guardias civiles.
No han tenido estas organizaciones defensoras de los derechos humanos ni la vergüenza, ni la inteligencia ni la capacidad de dirigirse a nosotros para que diéramos nuestra opinión. No han sido capaces de  tratarnos como seres humanos portadores de derechos básicos como la presunción de inocencia. Defienden y respetan los derechos humanos, pero no los de los guardias civiles. No nos consideran humanos, no nos consideran personas capaces de sufrir cuando vemos estos desgraciados accidentes, no son capaces de percibir que los guardias civiles también tenemos familias e hijos.
El pasado día 7, cientos de personas perfectamente organizadas se desplazaron hacia la frontera marroquí con palos y piedras y, al llegar a la zona de influencia de la Guardia Civil, comenzaron a apedrear de forma violenta a los guardias civiles. El caos, el número de personas, lo poco que sabían nadar, la exigua eficacia de los flotadores que usaban para varios inmigrantes a la vez, provocó a estas pobres personas este desdichado final.
Muy ingenuas tienen que ser las oenegés si consideran que este pase de inmigrantes no estaba organizado por las mafias violentas que se dedican a estas actividades y lo poco o nada que les importaba a estos delincuentes la vida de estas personas. Pero a pesar de ello, no he oído ningún reproche hacia estos delincuentes. Ningún reproche a la violencia que últimamente emplean los inmigrantes que intentan acceder a Ceuta o Melilla adiestradas por estas mafias.
Lamentamos profundamente la muerte en Marruecos de estas personas y el sufrimiento que la pérdida de todo ser humano produce a sus familias. Ninguno debió perder la vida en esas condiciones. Nadie se merece morir de forma violenta. Pero responsabilizar a los que no tienen culpa de estas desgracia no ayuda a los inmigrantes, porque debemos ocupar nuestras energías, responsabilidades y nuestros esfuerzos en acabar con las mafias no con el prestigio de la Guardia Civil, porque los guardias civiles siempre estaremos dispuestos a ayudar y socorrer a estas personas y por ser nuestra penosa obligación, impedir que accedan a nuestro país de forma irregular, pero respetando y garantizando los derechos humanos de todos, incluidos los asesinos que los conducen a estas desgracias.
Ojalá el mundo fuera de otra manera.

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