Allá por los años setenta, ya ha llovido un poquitín, mi abuela paterna, la cual intentaba aliviar un poco en los cuidados maternales, y a la vez tenerme un poco cerquita de ella ya que estaba sola tras la muerte de su marido, mi abuelo en consecuencia, cuando tenía mi padre la corta edad de seis años, ya que mi madre la pobre había tenido un nuevo retoño para criar, y la verdad que yo me encontraba a las mil maravillas en las manos de ella, vivía en Villa Campa, ya erradicado por el chabolismo por el mítico “Joselito” a finales de la década de los setenta.
Pues ella me contó una anécdota que le había ocurrido a una vecina del citado lugar. Allí existía una huerta grandísima que regentaba una familia y como es natural entre tanta caña, maleza que había y todos los rincones que existían podía y había multitud de alimañas que hoy en día parece que han desaparecido, gracias primero a la modernidad y desaparecer los escondrijos que existían en aquellos momentos.
Me acuerdo como si fuera hoy mismo que empezó el relato con una voz tétrica que ponía cuando quería asustar a alguien, entre ellos a mi que como es lógico con la corta edad de ocho o nueve años cualquier relato que empezara además de ponerle interés también me ponía los vellos de punta cuando se extra limitaba un poco en el relato.
Era por la tarde después de comer, un día lluvioso, creo intentando asustarme para que me fuera a la cama para dormir la célebre siesta de los andaluces y así poder hacer sus tareas con más tranquilidad. “Una mujer que fue al médico por que su bebé no engordaba todo lo que debiera.
Ella aunque tenía la escrupulosa regla de darle de mamar a su retoño como era costumbre por aquella época, no como ahora que le dan los biberones con los polvos sustitutivos, con leche maternizada, para quedarse por un lado más tranquilas y por otro tener menos calentamiento de cabeza. Calentar agua y luego poner las medidas correspondientes.
A tener que dejar todo y buscar un lugar tranquilo y estar con las comidas especiales, entre ella es fundamental la melaza y las engorrosas manchas de las subidas.
Es fundamental darle de mamar los primeros dos meses por los calostros que hacen al pequeñín estar inmunes de una serie de enfermedades durante los primeros meses de su vida, lo que común mente se denomina la cuarentena.
La mujer fue muy apurada al médico y este doctor le preguntó si había tomado alcohol y una serie de comidas prohibidas que hacen tener menos efectividad para alimentar a las criaturas y ella dijo que no que se debía plenamente a su retoño entonces ante la extrañeza le dijo por un lado que tenía que darle unas papillas de refuerzo y ella tenía que seguir con sus comidas y unas cápsulas para ayudarla para tener una leche con más consistencia.
Pero algo intuía un familiar muy directo, que la acompañó en la visita al galeno. Desde entonces no dejó ni a sol ni a sombra a la pobre mamá.
Siendo muy paciente no dejaba que hiciera a su nieta nada en absoluto ella siempre estaba presente para aliviar en lo posible los quehaceres diarios que en aquella época eran muchos. Y a los tres días, aproximadamente, sobre las 6 de la mañana se quedó la misma aterrada cuando vio con sus propios ojos una escena de las más escalofriantes que jamás ella había visto en su dilatada vida que tenía en su frente ya vista, las arrugas son a parte de un lastre para las mujeres son una evidencia de lo vivido, aunque quieran actualmente intentar apañarlas con la cantidad de mejunjes que existen en las farmacias y para farmacias del mercado actual.
Era la abuela de ella y fue la que le dijo a mi madre que: “Vió a una serpiente muy grande, podría medir entre ocho o diez metros era enorme evidentemente, ponerse al lado de mi nieta se levantó y se puso junto a ella, irguiéndose poco a poco mirándola fijamente sin perder detalle de la escena que estaba ocurriendo en ese momento, es decir dar de mamar a su niña bonita y levantándose como si fuera un gigante, la cual en esos momentos estaba sentada en una silla dándole el pecho a mi bisnieta yo creo que aprovechando el cansancio de la misma y aplicándole un poco de hipnosis pudo hacer todo lo que os voy a relatar que la verdad aunque yo estaba detrás de ella en una puerta con los ojos bien abiertos me quedé de piedra, estupefacta, pillada, helada y todos los calificativos que no me salen ahora mismo de mi mente y no pude reaccionar hasta un buen rato después.
Aún hoy no se como no pude hacer nada durante un buen rato, que me pareció una eternidad la parálisis que tuve, creo que estuve influenciada por el miedo y creo que también la hipnosis que dicen que pueden ejercer estos bichos sobre los seres humanos y los animales.
Continuó relatando que el reptil se dirigió hacia la muchacha y empezó a succionar la leche del pecho y como la niña lloraba le metió la cola en la boca, para garantizar el silencio del mismo, y evitar que alguien de la familia pudiera levantarse y quitar la oportunidad que había encontrado.
Cuando vi esto cogí una silla con las dos manos y gritando como una posesa me dirigí para salvar a mis familiares y el ofidius salió reptando del lugar, dando los clásicos giros en forma de “c” con una velocidad que ni los grandes conductores de los coches son capaces de realizar, con dirección hacia el jardín donde observó como desapareció subiéndose por la tapia y trepando cogió dirección hacia el exterior ya que ella estaba en el porche aprovechando el fresquito del verano.
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