Opinión

La ofensa toma el mando

He leído en el diario El País una crónica sobre las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de América titulada “Los ataques personales se apoderan de la campaña presidencial en los Estados Unidos”, firmada por Miguel Jiménez desde Washington. Me he quedado perplejo de lo que dice Trump sobre Kamala Harris, así como de algunas de sus últimas ocurrencias para atraer el voto de la ciudadanía.

En concreto, Donald Trump, que ha invocado como deseables las formas y los generales de Adolf Hitler en alguna ocasión, sigue insultando y llamando “estúpida” y “vaga” a Harris, calificativo de tintes racistas en los Estados Unidos, como nos explica el autor del artículo. Pero es que además sigue usando un lenguaje xenófobo y autoritario de forma recurrente, como también sigue sin aceptar la derrota electoral de 2020, pese a estar imputado por intentar revertir dicho resultado electoral.

Nos cuenta el cronista que John Kelly, antiguo jefe de gabinete de Trump, es el que ha desarrollado la idea de que Trump es “fascista hasta la médula”, usando para ello la definición de fascismo, a saber, una “ideología política ultranacionalista autoritaria de extrema derecha, y un movimiento caracterizado por un líder dictatorial, autocracia centralizada, militarismo, supresión forzosa de la oposición, creencia en la jerarquía social natural”. Añadiendo, que Trump “prefiere el enfoque de dictador al gobierno” y que “nunca aceptó el hecho de que no era el hombre más poderoso del mundo…., en el sentido de hacer lo que quisiera, en cualquier momento que quisiera”. Pero es que, según estas mismas revelaciones, en una conversación privada en la Casa Blanca, Trump habría dicho “Necesito el tipo de generales que tenia Hitler”.

Pero hay más. El pasado viernes, a las afueras de Pittsburgh habló del tamaño del pene del golfista Arnold Palmer y luego se refirió a Harris como una “vicepresidenta de mierda” “lenta”, que “tiene un bajo coeficiente intelectual”, y al presidente Joe Biden lo definió como un “corrupto” y un “deficiente mental”. ¿Les suenan de algo este tipo de descalificaciones en la política española? “Comportamientos mafiosos del gobierno”, “señor 1dela trama criminal de corrupción”, “delincuente”, “dictador”, “golpista”, “amigo de criminales”…..

Yo no podía imaginarme que se pudiera llegar a este lodazal, pestilente y desvergonzado. Y que lo haga la persona que puede ser el próximo presidente del país más poderoso de la Tierra, y con más armamento nuclear. Que en este esperpento le esté acompañando el hombre más rico del mundo, Elon Musk, propietario de la poderosa red X (antigua Twitter) y también dueño de los más importantes satélites situados en el espacio, capaces de orientar y desorientar misiles de guerra o misiones espaciales, es bastante preocupante.

Es evidente que la propaganda política no se rige hoy por patrones lógicos y de respeto al oponente, sino por puro cálculo electoral. También busca desviar la atención continuamente sobre los temas importantes y que realmente inciden en el bienestar de la sociedad. La chabacanería, la frivolidad y la desvergüenza es lo que se impone.

Hace tiempo leí la parte dedicada al pan del libro “La mecanización toma el mando” de Sigfried Giedion. Fue cuando comprendí el daño que habían hecho las grandes panificadoras a la producción artesana del pan. También a la salud de las personas que comen pan a diario. Fue terrible. El pan perdió todo su sabor y color. Apenas llevaba nutrientes. Los aditivos para acelerar la maduración de la harina, para dar color al pan y para agrandar su tamaño, se multiplicaron. Hubo algunos físicos que llegaron a inventar artilugios que conseguían una fermentación artificial de la masa en solo 10 minutos. La productividad y la rentabilidad era lo que primaba. La salud de la gente era lo de menos.

Pese a ello, hoy día, cada vez hay más personas interesadas en el buen pan. El hecho como se hizo siempre. Con sabor y color. Crujiente. De fermentación lenta y con masa madre. Y que dure varios días sin ponerse como una piedra. Esto se ha hecho cuando muchas personas han descubierto que, pese a la baja calidad de algunos tipos de productos de panadería, es posible recuperar la tradición y hacer panes como los de toda la vida.

De la misma forma, al igual que en este momento la ofensa ha tomado el mando del debate político, pronto la ciudadanía se dará cuenta que de esa forma no se llega a ninguna parte y que es importante, al menos, mantener las formas y el debate limpio. Esperemos que sea lo antes posible y que no tengamos que arrepentirnos de los resultados, en forma de regímenes autoritarios, a los que, inevitablemente, nos lleva este proceder.

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