“Mi cura estaba allí, a diez minutos, pero he tenido que hacer el viaje de Willy Fog”. Mohamed Abdelkader aún tiene fuerzas para sonreír. Detrás deja 70 días de sufrimiento, 70 días con sus noches, sus días y sus constantes dolores. 70 días atrapado en un país, Marruecos, al que acudió el 13 de marzo pensando que eso del cierre de la frontera duraría unos días. No fue así.
Ahora este vecino de Ceuta, funcionario del Ejército de Tierra en estado de retiro por enfermedad después de haber sufrido una tetraplejia en el año 2005 cuando le alcanzó un rayo estando en Marruecos, descansa en el hogar junto a su familia. Él ha sido uno de los diez ceutíes que pudo embarcar en el ferry que partió de Marruecos el viernes, pero su historia esconde algo más que una mera queja por estar con su gente. En su caso, no abandonar Marruecos le habría conducido directamente a la UCI.
Mohamed sufrió una lesión medular que le ha dejado un 80% de minusvalía. Es portador de una bomba intratecal a través de la cual recibe tratamiento de forma regular con Baclofeno. Atrapado en Marruecos, se encontraba en su vivienda de Castillejos con su pareja. Los primeros días, las iniciales semanas... tranquilo. La inquietud llegaría el 1 de mayo, cuando le constaba una cita en la clínica de Jerez en donde se le trata para llenar esa bomba de medicación, algo que impide que sufra espasmos y le permite dormir. Si no recibe esa medicación, la vida de Mohamed corre serio peligro.
Ahora todo ha salido bien porque han sido muchas las personas que han ayudado a este ceutí. Desde el Consulado de España en Tetuán, al que agradece sus gestiones, hasta la Delegación del Gobierno por tramitarle el permiso para regresar a su hogar. Y en medio, muchas personas anónimas, ceutíes como Malika y Mustafa que también están atrapados en Marruecos y que le ayudaron por ejemplo a embarcar en el ferry del viernes llevándolo con su coche.
“Necesitaba salir sí o sí. Estaba las noches sin dormir, con dolores muy fuertes”, recuerda en esta entrevista con El Faro. Y veía desde su casa de Castillejos cómo la frontera estaba allí y cómo en cuestión de minutos podría llegar a su vivienda. Pensaba que presentando sus informes médicos podría cruzar el Tarajal, pero los pasillos humanitarios, de momento, no se han abierto para los ceutíes.
“Yo les decía que tenía que pincharme la medicación, pero es un pinchazo en un lugar concreto” del cuerpo que debe ser hecho por los médicos que le atienden para hacer su vida más llevadera. “La bomba debía ser rellenada antes del día uno de mayo, que era la fecha dada por mi especialista neurocirujano el doctor López López. En el caso de que la bomba se quedara vacía presentaría un síndrome de depravación que puede ser muy grave”. El 9 llegó ese día, ya no tenía medicación.
Durante semanas, “he estado perdido en la burocracia de papeles y certificados en el reino de Marruecos que luego no me han servido de nada más que para perder mi tiempo y empeorar mi estado de salud”, explica el afectado. Porque tuvo que empezar un camino tortuoso para llegar hasta el final de su historia. Escribió al Consulado y le respondieron con un mensaje robotizado, que te lleva a una página web para que se descargue un formulario que luego se envía de nuevo. Hizo llamadas, su pareja acudió en persona... “y lo único que le dieron fue una dirección de un correo electrónico. Envié toda la documentación y la respuesta del consulado fue con un mensaje genérico indicando rellenar un formulario y esperar la llegada de un avión a Casa Blanca. Me veo incapaz de aguantar un viaje hasta Casa Blanca y de ahí en avión hasta España, mi condición física no me lo permite y más ahora que estoy con la bomba completamente vacía sin medicación y las consecuencias son fatales”, explicó. “He perdido mi calidad de vida, sufro de terribles espasmos, todos mis músculos sufren una espasticidad bastante severa, siento quemazón por toda mi piel y dolores”, añadía para que le hiceran caso. “Temo acabar en la UCI de cualquier hospital y no recibir los cuidados y atención que mi enfermedad requiere”.
Cuando en el Consulado fueron conscientes de su necesidad real fue cuando aportaron otra solución: la del barco a Málaga. Mohamed embarcó por el garaje y a pie de puerto peninsular le esperaba una ambulancia para trasladarle a Jerez previo paso por San Fernando.
Él ha tenido suerte después de meses de lucha, pero deja atrás el conocimiento de historias muy duras de ceutíes que lo están pasando muy mal y de los que nadie parece que se acuerda. Están al otro lado.
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