No hay nada más reprobable que el odio, y más cuando lleva a quien odia al extremo de matar. El lamentable asesinato de la diputada británica Jo Cox, a manos de un desequilibrado que la mató porque no pensaba como él "brexit" es una prueba palpable de ello.
La ejemplar reacción del marido de Jo Cox merece el mayor elogio. Sumido en el profundo dolor por la brutal pérdida sufrida, ha tenido la serenidad de publicar un comunicado en el que pide a todos que nos unamos para combatir el odio, al que califica de "venenoso".
Aquí, en España, se ha padecido mucho por el odio. La guerra fratricida del pasado siglo fue una terrible muestra de ello, muy especialmente en las retaguardias. Después, el terrorismo interior y, ya más cercano, el yihadista, han ocasionado más de mil víctimas. Ahora, por desgracia, están surgiendo ciertos síntomas de odio que deberían ser cortados de raíz antes de que lleguen a más. Desde el puñetazo a Rajoy del pasado diciembre –un puñetazo al Presidente del Gobierno-, hasta las recientes algaradas, voces y empujones para interrumpir actos electorales, la cosa va "in crescendo". Por añadidura, ataques a la Iglesia Católica, algo que va "in crescendo" En lugares de culto universitarios, invasión, descaro y gritos tan subversivos e intolerables como el de "arderéis como en el treinta y seis", pintadas en las paredes sobre aborto libre o enseñanza laica, en templos de Galicia, quema de puertas...
Todo eso no es más que la expresión externa de un odio que viene sembrándose poco a poco en determinadas capas de la sociedad, y de modo especial en la juventud. Por eso, volviendo a las palabras del esposo –viudo, mejor dicho- de la diputada británica, es cada vez más necesaria la unión de todos para combatir el odio hasta cortarlo de manera radical. Sin odio, pero con eficacia, allá donde esté.
En la campaña sobre el sí o el no a la UE del Reino Unido, los partidarios del "brexit" han invocado un slogan –curiosamente repetido en palabras aproximadas por el exministro griego Varufakis y por Urban, eurodiputado de Podemos- que tendría que hacer pensar, en España, a los con tanto ardor combaten a Mariano Rajoy: Ese slogan dice "librémonos de la tiranía de Bruselas". Durante el reciente debate a cuatro, pudimos oír como el apellido Rajoy se repetía una y mil veces, siempre para culparlo de todas las maldades habidas y por haber. Oyendo a quienes lo citaban, parecía que el ahora Presidente en funciones era un ser perverso, sin mezcla de bien alguno.
Es cuando menos curioso comprobar cómo en Gran Bretaña se estima, con pleno fundamento, que las medidas restrictivas proceden de las instituciones europeas, mientras que aquí le son atribuidas a quien no ha tenido más remedio que aplicarlas. Rajoy no ha inventado la austeridad, ni ha modificado el artículo 135 de la Constitución para adaptarlo al principio de estabilidad presupuestaria (fue Zapatero el que presentó el proyecto de ley), ni ha sido el inspirador del proceso de reducción de los déficits presupuestarios. Todo viene de lo que, allá en el Reino Unido, algunos llaman "tiranía de Bruselas". Nadie acusa a Cameron de ser el responsable de ello, entre otras cosas porque no lo es. Como tampoco lo es Mariano Rajoy, cuya actuación se ha limitado a respetar lo acordado por la UE y el Eurogrupo (con gobiernos de distinto signo) tratando, al mismo tiempo y con bastante acierto, de evitar la intervención de España, de sacarla de la crisis y de, a la vez, ir rebajando el déficit presupuestario nacional, pese a la rebeldía de ciertas Comunidades autónomas..
No pretendo sugerir que a Rajoy se le haya tratado con odio, pero sí con injusticia. Eso sí; en algunos momentos del debate se pudo detectar un cierto desprecio que, a mi parecer, no merece. He estado en el Congreso y en el Senado, he conocido a muchos políticos nacionales, y creo poder afirmar que Mariano Rajoy es, sobre todo, una persona decente. Se equivoca quien trata de excluirlo como si hubiera sido un a modo de "capo ,mafioso", porque me consta cuánto ha tenido que sufrir al verse traicionado por gente en la que había depositado su confianza.
Acabemos, pues, con los vetos y, como ha pedido el viudo de Jo Cox, combatamos unidos el odio, convertido ahora en una especie de nuevo jinete del Apocalipsis que parece capaz de destruir el mundo que conocemos.
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