Obras, ruidos y un sudor para morirse: otro reto de la docencia

Comienza el curso que ya va para un mes y medio. Mañana de puente. El puente de los profes, los disfrutones. Así nos ve la gran parte de la sociedad. Hoy este CAÑONAZO contará una historia que, me imagino, es el problema de muchos centros de enseñanza; lo he vivido en mis propias carnes más de una vez y aprovecho estos días de asueto para contaros algunas condiciones en las que tiene que trabajar el profesorado.

Después de dos meses de verano (que da para mucho) nos encontramos con la sorpresa de que algunas obras imprescindibles del instituto no se han ejecutado. Los obreros siguen en ello pues, al parecer, en vacaciones para todo y al comienzo de curso empiezan las ejecuciones de los trabajos pendientes. Nos encontramos en el patio, que utilizan los alumnos y los profesores de Educación Física, con un trabajo de albañilería urgente: el refuerzo de unos muros. Allí están los andamios correspondientes. Todo es un riesgo potencial para el alumnado.Si sucediera cualquier accidente nos echaríamos las manos a la cabeza y los responsables se echarían la culpa unos a otros. Las personas encargadas de estos asuntos deberían darse cuenta de lo que todos vemos a simple vista sin entender nada.

Los ruidos infernales en horas lectivas producidos por la maquinaria utilizada para trabajar en la estructura de un edificio cercano al Instituto, implica que la contaminación acústica no deje dar las clases en condiciones: entre lo complicado que es mantener el silencio y la atención tenemos el martilleo, las máquinas a todo tren, el polvo de la obra, todo tipo de sonidos ensordecedores que dificultan la comunicación. La comunidad educativa esta que trina, y más los profes de música que no sé cómo se las ingenian.

Cerramos las ventanas para mitigar el entuerto pero las calores hacen de las suyas y vamos mojados, bañados en sudor de gota gorda. La sensación de ahogamiento, los sofocos y una humedad de sauna que se te pega al alma invaden el aula. El alumnado se abanica con libros y libretas, los profes les llamamos al orden una y otra vez en un intento de conseguir el interés y la participación, pero nada se puede hacer con el infierno atizando el ambiente.

También el ayuntamiento aprovecha para limpiar las calles a manguerazo limpio o para abrir zanjas y picar aceras o hacer boquetes en el asfalto por motivos urbanísticos de mantenimiento.

Así andamos: medio sordos, afónicos, con el mantra de los chicos: “ maestro, ¿puede repetir?”; “profesor voy a abrir la ventana que me falta el aire”. Y los docentes pidiendo desaforadamente a todo el mundo que se callen, aunque los chicos no digan ni una palabra. El follón viene de las calles aledañas.

No sería mala idea montar la feria en septiembre cercana a los colegios con sus caballitos, su tren de la bruja y una tómbola que rife, micrófono en mano, las clásicas muñecas chochonas o los famosos perritos piloto:  “qué alegría, qué alboroto, otro perrito piloto”.

No debe faltar la escopeta de perdigones para derribar palillos y conseguir premios.

No sé cómo se lo montarán los profesores de idiomas para que los chicos oigan, repitan, conversen o lean en voz alta.

No vendría mal el lenguaje de los sordomudos para estas ocasiones, sería un buen cursillo de 100 horas que valga para sexenios.

Suena el timbre. Termina la hora. Creo que ese timbrazo ya ha pasado a ser una melodía para el sufrido tímpano acosado toda la jornada.

Toca puente. No sería mala idea que en vez de puente hubiera puenting por eso del estrés.. y mientras caes al vacío te pones como tarzán de los monos cuando llama a los animales o como la niña del exorcista cuando no dejaba títere con cabeza arrastrando sillas, mesas, camas e invocando al mismo diablo con un estruendo parecido al cañonazo de las 12.