Lo conocí, cámara en ristre, en un primero de mayo. Allí, en la plaza de los Reyes y, entre la multitud, se asomaba su cámara fotográfica para captar otro primero de mayo. Ya llevaría muchos a sus espaldas. Luego, al día siguiente, en El Faro veías las perspectivas, las banderas de sindicatos, las pancartas, las protestas y las reivindicaciones de los trabajadores. Reduan era capaz de desentrañar en imágenes cualquier acontecimiento, cualquier noticia, cualquier asunto que pasara desapercibido en lo cotidiano de todos los días. Ahí estaba él, como un ojo que todo lo ve, como un notario de otras realidades que nos hablan de las gentes, de los lugares, de momentos inmortalizados en una fotografía del periódico que guardaremos en un album de recuerdos.
Reduan andaba por todos los sitios y, cuando menos te lo esperabas, creaba un universo estampado de sonrisas, abrazos, alegrías, rostros anónimos sincronizados. Así contaba crónicas sin palabras, risas sin carcajadas, tristezas sin lágrimas: era otra forma diálogo entre la cámara y el protagonista, el alma sin estereotipos, sin sucedáneos, sin instantáneas artificiales de la foto de turno.
Eternizaba un segundo, atrapaba un instante, capturaba lo que tu ojo no podría ver si no es con los ojos de Reduan.
Estaba sin llamarlo, acudía en busca de otra forma de contar la noticia acunando en el papel una imagen que valdría más de mil palabras.
Una vez recuerdo que le hice una foto con mi móvil y charlamos sobre su trabajo: en tres minutos fue capaz de transmitirme la pasión por lo que hacía, el cariño con el que intentaba conseguir sacar a la luz la parte oculta de las crónicas pues las noticias son mudas si no tienen un daguerrotipo impregnado por un aura que dan vida a lo que se cuenta.
Reduan era la feria, la semana santa, el vestido de comunión, los novios en la boda, la mochila de los primeros de noviembre, las luces que encienden a Ceuta en las noches de la navidad, el humo de las entrañables y cálidas castañas asadas del invierno.
Hay otra Ceuta, la Ceuta de Reduan desde su cámara de fotografiar la vida.
Sus huellas han trazado sendas que nos llevan a sitios inexpugnables, a paraísos que vemos pero no miramos aunque andemos por ellos.
Su cámara inseparable fue la cronista oficial de un pueblo que hoy mira al cielo para ver las nubes que Reduan ha fotografiado.
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