Sociedad

El obispo Aguirre, Premio Convivencia 2019: “Siento una gran alegría de poder hablar en Ceuta, de ser la voz de mi pueblo”

Después de pasar más de media vida en la República Centroafricana, Juan José Aguirre, obispo de la Diócesis de Bangassou, ha visto muchas cosas, tiene “la pupila llena” de hechos que jamás podrá olvidar y también describe con admiración la personalidad del africano, su capacidad para soportar y desdramatizar las duras condiciones de este país asediado por un guerra civil. Este trabajo, que humildemente asegura que no es suyo sólo, sino de todo su equipo, le ha hecho acreedor del XVII Premio Convivencia de la Ciudad de Ceuta por una vida de entrega a los demás. Aguirre reconoce estar agradecido por poder venir a Ceuta y ser el emisario de “la voz de mi pueblo”.
El Obispo de Bangassou recogerá el galardón esta tarde, en un acto de entrada libre que dará comienzo a las 20.00 en el Auditorio del Revellín. Una vez finalizada la entrega, la Fundación Premio Convivencia ha organizado la IV muestra gastronómica ‘Nuestros sabores’, en colaboración con las comunidades cristiana, musulmana, hindú y hebrea. Serán tapas representativas de cada comunidad: de vigilia, kosher, halal y vegetariana.
¿Cómo se siente al haber sido condecorado con el Premio Convivencia de la Ciudad de Ceuta? ¿Le ha sorprendido?
-Me ha alegrado mucho. El reconocimiento no es sólo para mí, somos 11.000 misioneros españoles que estamos en el tercer mundo dando nuestra vida día a día, gota a gota. Quiere decir que cualquiera de ellos podría haberlo recibido. Las circunstancias en las que me encuentro, en una guerra civil, en un país como Centroáfrica con 40 años de presencia en ese país, hizo que os fijarais más en mí. Siento una gran alegría de poder hablar y de poder ser la voz de mi pueblo, que está pasando circunstancias muy grandes y no podrán venir aquí a contarlas.
-El jurado destacó su entrega y dedicación, durante toda su vida, a África. Personalmente, ¿qué supone este reconocimiento?
-Yo soy misionero en una congregación de padres misioneros, los Misioneros Combonianos, creadores de la revista Mundo Negro. Ellos me formaron desde los 18 a los 27 años y me animaron a ir a Centroáfrica a trabajar y allí llegué con 28 años. El reconocimiento es para mí, pero lo es para toda la Diócesis de Bangassou, para los Combonianos y para la gente con la que yo trabajo. Yo he podido hacer muchas cosas, pero si quieres hacerlas, rodéate de buenos colaboradores. Luego está la gracia de Dios. Sin la gracia de Dios, que nos ilumina y nos da discernimiento, no podríamos. Así que este premio está muy compartido.

"Me he quedado siempre allí porque Dios me daba la fuerza, no porque yo fuera especial a los demás”

-¿Qué tan difícil es la vida de misionero de la iglesia en África?
-El continente tiene 53 países; los hay que son menos complicados y los hay muy complicados, como Centroáfrica. La República Centroafricana, que siendo un país grande como España y Portugal, está muy poco poblada y está inmersa en una guerra civil. Un grupo de mercenarios, de corte islámico, lo pisotearon desde hace cinco años y mi pueblo está sufriendo muchísimo. Ha habido cantidad de muertes, mártires, muertes de catequistas, cinco sacerdotes, otra catequista como sor Inés, que también la mataron… Esta tribulación no te puede dejar indiferente; la indiferencia te hace cómplice. Cuando el misionero va y ve, tiene que mezclarse y naturalmente nos vamos con los más vulnerables, con los más pobres.
Cuando llegas y te sientas con los pobres, los escuchas, los atiendes, te das cuenta de sus necesidades y ahí van surgiendo diferentes proyectos y vas contactando con gente que puede ayudarte con estos proyectos, como es la Fundación Bangassou en Córdoba y como otra cantidad de oenegés que me ayudan.
-Usted tiene presente la inmigración que luego recibimos aquí, en Ceuta y en Europa en general. ¿Cree que el problema de la migración se basa en que es más fácil dejarlos ir que atajar el problema en el origen?
-Sin ninguna duda que la solución está allí, en sus propios países, en el desarrollo. Cuando lleguemos a 2050, dentro de 30 años, y África sea un continente con dos mil quinientos millones de personas, un continente que sepa gestionar sus propias materias primas sin que nadie se la robe, que haya logrado canalizar las enfermedades endémicas como la malaria, el sida, el ébola, la diarrea, la tuberculosis… Cuando sea un continente donde haya muchísima menos corrupción, África será continente el futuro y llegará el momento en el que ya no haya tanto deseo de venir a Europa. Hoy, en 2019, te aseguro que las condiciones en África son auténticamente desastrosas para muchas personas y la tentación de huir es realmente una posibilidad.
Pero los que llegan a Europa son el 3% de la migración africana, el otro 97% está dentro de las de las fronteras africanas. En Centroáfrica hay 550.000 personas que son desplazados internos, que han ido de un sitio para otro echados por la guerra y que han perdido todo y se van a otra parte de Centroáfrica a intentar sobrevivir. Y hay 650.000 personas que han huido de Centroáfrica y han pasado la frontera. Ahora mismo Uganda acaba de recibir en estos dos últimos años dos millones de sudaneses del sur. Los está gestionando y los está acogiendo, tienen las fronteras abiertas. Y Perú ha recibido ya a dos millones de venezolanos. Son personas que están completamente desarboladas y están huyendo y para mí son hermanos. Todo hombre es mi hermano.
El riesgo que haya de que se nos cuelen algunos indeseables, pues claro que es un riesgo enorme y que también los hay. Si vienen del Magreb, sobre todo vienen para tener un trabajo con otros magrebíes y es más difícil el control. Pero si vienen del África subsahariana, de Alepo, de Lesbos, de Irak o de otros sitios donde hay un islam radical, entonces ahí son hermanos que necesitan que alguien les tienda la mano. En ese sentido yo veo que hay muchas personas que son sensibles y me alegro muchísimo de ver cómo muchas personas abren las puertas de sus casas para la acogida y esto me da muchísima alegría.
-¿Qué es lo que más le ha impresionado en su vida como religioso en África?
-Ha habido muchísimos momentos. En cuarenta años tengo las pupilas llenas de imágenes, de momentos estupendos. La acogida que el africano tiene, la capacidad de desdramatizar que tiene, es algo absolutamente extraordinario y los misioneros aprendemos muchísimo. Vemos al africano con una paciencia enorme, soportando lo insoportable sin dramatizar, sin entrar en un gran estrés ni angustias, es algo de lo que tenemos que aprender y de hecho hemos aprendido muchísimo a encarar la muerte con una sensación de paz interior, de mansedumbre… Es algo que nos ha impresionado. Esto habla muy bien, en positivo, del carácter del mundo africano, en particular de los que yo conozco en Centroáfrica.
Momentos también donde hemos estado frente a las balas, nos hemos puesto como escudos humanos delante de 150 francotiradores durante tres días. Aquello fue muy duro. Eso fue en mayo de 2017. Luego los soldados de la ONU nos dijeron que había un grupo de soldados de Indonesia que cayeron en la trampa, en una emboscada. Era un grupo de chavales prácticamente, los mataron y los despiezaron. Aquello fue horrible, porque los soldados que estaban en Bangassou me pidieron a mí que fuera a recoger los cuerpos porque querían llevarlos a Indonesia a enterrarlos y ellos no podían ir por riesgo a meterse en otra balacera. Me convencieron para que yo fuera con algunos de mis curas y después de mucho negociar, me enseñaron el sitio donde habían dejado los cuerpos.
Aparqué el coche allí muy cerca y lo que vimos fue eso, tres cuerpos completamente destrozados, llenos de moscas, un olor muy penetrante y aquello era para tumbar a cualquiera. No teníamos mascarillas, ni crema para la nariz, ni teníamos guantes. Pero dije que había que terminar lo antes posible. Fui yo primero y volví con una cabeza decapitada, luego salieron mis curas del coche. Aquello fue espeluznante. Cuando terminamos me volví a revisar y encontré en unas matas una mano y vi que en el dedo anular tenía una alianza y me impactó mucho pensar en su esposa o su familia que no se imaginarían lo que estaba pasando en ese momento. Estuvimos varias horas dando vueltas con el coche hasta que pudimos dejarlos en la morgue. Fue una tarde noche horrible.

"Las mujeres guiáis el mundo. Sin las mujeres, la Iglesia Católica se hundiría completamente”

-¿Ha pensado usted alguna vez en dejarlo todo? ¿En tener una vida más cómoda, en regresar a España?
-Todo lo contrario. En aquella ocasión pensaba en la alegría que se iban a llevar esas tres familias de poder tener los cuerpos de sus seres queridos y poder enterrarlos en su tierra. Luego el hecho en sí, estos cuerpos destruidos, sí los sueñas un par de días, se te queda un poco la memoria, algunos más. Mis curas tuvieron que salir poco a poco del shock post-traumático, los tuve que sacar de aquí, llevarlos a otro sitio, poner tierra por medio. Pero yo me quedé, yo me quedo siempre. Y a algunos los tenemos que sacar. A las monjas las he tenido que sacar a todas de la diócesis porque la amenaza de violación era enorme y no quería arriesgar con ellas.
Pero yo me he quedado siempre allí, al borde, en la boca del lobo. Me he quedado siempre allí porque Dios me daba la fuerza, no porque yo fuera especial a los demás. Cada uno asimila el miedo como es, nadie es mejor que nadie. Entonces yo siempre me he quedado allí, con mi gente.
He salido un mes, he ido a la capital o a España, pero luego he vuelto y he encontrado lo mismo: una presión enorme que te lleva a una descarga de adrenalina continua. Esta descarga termina por machacarte.
-En estos últimos tiempos, que se ha llegado incluso a cuestionar la labor de las ONG en los países del tercer mundo y en vías de desarrollo, cree que estas obras pasan por una crisis de credibilidad.
-No creo. Lo que intentan decirnos en los medios de comunicación muchas veces está filtrado, filtrado por gente mala que quiere manipular la sociedad, incluso desde grandes organismos como es la ONU, como son las grandes oficinas de la ONU que quieren manipularnos. La realidad es diferente. La otra cara del espejo es diferente. Hay mucha gente buena que trabaja, hay muchas ONG, como en todos los sitios, que son buenas y otras que son mediocres. Las hay que tienen bastante holgura económica y entonces trabajan mucho, pero también gastan mucho en logística y hay otras que no tienen el colchón económico y en la logística gastan mucho más de lo que gastan en la ayuda. A estas cuando se les ve el plumero, pues claro que se las cuestiona, pero hay de todo, como en la viña del señor. Hay también misioneros que son mediocres y hay otros, congregaciones, que son estupendas y que están allí al borde del precipicio y hay ONG y hay organismos que nos ayudan mucho, con mucha generosidad.
Yo quiero subrayar la parte de la Fundación Bangassou, en la que hay centenares de personas aquí en Córdoba que ayudan a la Diócesis de Bangassou y quiero subrayar a Manos Unidas, que por ejemplo es una ONG muy seria llevada por mujeres. Las mujeres guiáis el mundo, guiáis la Iglesia Católica. Sin las mujeres, la Iglesia Católica se hundiría completamente. La Conferencia Episcopal Española y Manos Unidas son un ejemplo de gestión, de rigor y de hacer bien las cosas. Hay otras, como es Ayuda a la iglesia necesitada. Son buenísimos, trabajan para denunciar las iglesias perseguidas. Y hay otros organismos que nos ayudan mucho y que están siempre con nosotros, hay muchas diócesis que nos ayudan, ayuntamientos de todo corte político que en cierto momento les pedimos ayuda y me dicen sí, tenemos el tanto por ciento que es para el desarrollo y lo podemos dar a Bangassou. Hay mucha gente que, a parte del corte político, tiene un corazón de oro.
En el País Vasco, ahora, un amigo nuestro quiere ayudarnos a hacer una fábrica de caramelos en Bangassou para poder alimentar a los niños huérfanos, que puedan tener un trabajo durante el tiempo que estén en el orfanato y podamos sacar una empresa familiar. Eso me lo encontré allí en el País Vasco, donde también he visto a muchos subsaharianos que son requeridos para trabajar en la pesca. Y están haciendo un trabajo excelente que el pueblo vasco está recibiendo con mucha alegría de ver que tiene una mano de obra buena, comprometida, seria y qué pueden seguir con sus faenas en el Cantábrico.
-¿Cree que la organizaciones, la ONU o las grandes potencias hacen suficiente por toda la gente que usted ayuda? ¿Hay implicación real para mejorar la vida de estos países?
-No. Yo veo cantidad de multinacionales que vienen África como auténticos depredadores para hincarle el diente y poder llevarse el oro, los diamantes, el manganeso, el mercurio que hay en Centroáfrica, el coltán… de la manera más limpia posible y sin pagar tasas. Hemos visto empresas chinas en Centroáfrica que han llegado hasta a desviar cauces de ríos enteras para poder dejar libres zonas de oro y para ello han utilizado productos que han contaminados aguas, provocado abortos y les da exactamente igual. Entre ellas están llegando empresas chinas, de América, de los Estados Unidos y muchas quieren hincarle el dientes al petróleo y a los petrodólares
Hay otras empresas, multinacionales, que viven de la guerra y viven de la fabricación de armas de guerra. Vienen a África, entre otras cosas, que es algo que también hacemos en España, donde estamos construyendo corbetas de guerra para Arabia Saudita y nos importa tres pitos. Pero hay multinacionales que están convencidas de una misma frase, que se está convirtiendo en clásica, y es que hoy en día, el que tiene el control del coltán, tiene el control de las guerras. Las guerras se controlan según quién tenga el control de este mineral.
El coltán está en África, fundamentalmente en el Congo, y hay depredadores que vienen a quitarles el coltán. Incluso en el continente, como el presidente de Ruanda, que está robando el coltán del Congo para venderlo a multinacionales europeas y americanas, las cuales van a fabricar con el coltán el tantalio, que es un súper conductor que no sólo se usa en la fabricación de los teléfonos móviles, sino que ahora se usa, sobre todo, para la fabricación de misiles y de drones. Ahora han empezado a bombardear pueblos enteros con drones, sin necesidad de llevar la artillería, ni siquiera los helicópteros que venían con los misiles. Entonces, el que tiene el control del coltán, ahora tiene la fabricación de los drones. Por ahí van los tiros, que África es vista hoy con una mirada de avaricia por ciertas nacionalidades y multinacionales.
-Sabemos que es su primera vez en Ceuta, ¿tiene alguna motivación u objetivo especial para cuando llegue a la ciudad?
-Yo he vivido 40 años en África, casi toda mi vida, y me encanta volver a África, aunque sea el África española. Yo tenía un compañero, con un marcado acento andaluz, que me decía: “Yo soy de África, soy del norte”. Él era de Melilla. Me da una gran alegría poder ir a Ceuta y poder conocer a la población de Ceuta y poder mirar a sus gentes y poder empatizar con sus alegrías y sus tristezas; poder escuchar a los unos y los otros y, sobre todo, que me deis la oportunidad de ser la voz de mi pueblo, que me deis la oportunidad de que en Ceuta también se sepa lo que está pasando en mi pueblo, en Centroáfrica. Eso es lo que me da una gran alegría.

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