Nueve millones a la ‘buchaca’

El presidente Zapatero ha obsequiado a UGT y a CCOO con otros veintinueve millones de euros de todos los españoles, se supone para que no pasen a mayores los estropicios que pueda ocasionar la anunciada huelga de septiembre. Que sea, en efecto, una ‘huelguita’. Así, los citados sindicatos cumplirán con su papel de sacar las masas de ‘proletarios’ a las calles –sin que se note mucho su entreguismo a la causa de Zapatero–, y de este modo el presidente se cubrirá las espaldas para no quedar demasiado desacreditado ante los españoles. Por tanto, tendrá su huelga sindical, como los anteriores presidentes, y así quedará bien, también, ante los poderes fácticos de la UE, que le están presionando para que tome medidas más drásticas para rebajar ese tremendo déficit que tiene España. Todos contentos. Miel sobre hojuelas, pues.
¡Otra vez UGT y CCOO!  No tienen bastante con la que les ha caído encima estos años atrás por ser los ‘palanganeros’ de Zapatero –o tal vez, Zapatero sea su lacayo–, sino que han vuelto a primer plano con el regalito de los veintinueve millones de euros. Son insaciables estos sindicalistas. Les han llamado de todo, les han puesto como los trapos, los han cazado comiendo en el Hotel Villamagna de Madrid y subiéndose a sus respectivos coches con sus respectivos chóferes, ha salido a la luz el enorme número de liberados –57.000–, que no dan un palo al agua, se ha publicado el coste –1.600 millones al año– para las empresas de los representantes sindicales con dedicación exclusiva, se sabe los años que lleva el impresentable Méndez sin acudir al tajo –desde 1980–, se ha escrito que los ingresos de los sindicalistas han aumentado en más de un 7%, hemos leído el apoyo que ambos sindicatos prestaron a la salvaje huelga del Metro de Madrid, es bien conocida la complicidad que UGT y CCOO han mantenido con Zapatero para negar la crisis que nos está carcomiendo, la incívica llamada que en su momento hicieron –gobernando el partido popular– para esconder a los inmigrantes ilegales y hacer caso omiso de la Ley de Extranjería, tampoco sabemos a ciencia cierta, con detalle, en qué gastan los dineros de todos los españoles, y un larguísimo etcétera. A todo ello se une que a estos sindicatos la libertad de expresión ajena no les hace demasiada gracia, ya que reciben con inmenso enojo y desagrado las informaciones y juicios que no les son favorables y “por eso exigen de inmediato que se rectifique”, amenazando, eso sí, con poner a sus oscuros y siniestros servicios jurídicos a trabajar. En efecto, no les gusta que el ciudadano común haga uso de su libertad de expresión para sacar a la luz sus triquiñuelas y sus desconocidos manejos de los dineros de todos los españoles. Son sectarios, de eso no hay dudas. No teníamos bastante los españoles con soportar la clase política más corrupta y deleznable de la historia reciente de España, sino que tenemos que financiar a esa lacra sindical para que viva a cuerpo de rey. Sindicalistas que están vendidos al poder socialista para mamar de la teta de los presupuestos que nos sacan al resto de los españoles hasta dejarnos en las condiciones en la que se encuentra el español de a pie. Han sido cómplices, aunque ahora pretendan disimularlo, de Zapatero en negar esta crisis que se no ha venido encima. No pueden ni deben irse de rositas. Han de pagar por ello.
Lo extraño es que esta sociedad civil, que sin duda se siente herida, agredida y violentada por esos impresentables y corrompidos politicastros de tres al cuarto y por esos sindicalistas arribistas e irresponsables, tenga esas enormes tragaderas de que hace gala. No se entiende la conducta de esta sociedad ante el esperpento que unos y otros están representando en el escenario de este castigado país. Por eso, los únicos que vayan a la huelga el 29 de septiembre deben ser ellos, los sindicalistas y sus adláteres. Con huelga o sin ella, el gobierno socialista no va a reconsiderar su postura sobre los ajustes a los que nos ha sometido a los españoles. Tan sólo sería una victoria para UGT y CCOO, y eso no se lo vamos a permitir. Que hagan el ridículo ellos solos.