Nueva Era

He esperado hasta las siete y doce minutos del día 21 de diciembre para escribir este artículo. Era la hora exacta que algunos fijaban para el final del mundo, conforme a la profecía maya. Sin embargo, otros indican que no es exactamente así, sino que este final ocurrirá entre el 21 y el 23 de diciembre. Es decir, si este escrito se publica, y se lee, es que ese final no habrá llegado. Como también en este día comienza oficialmente el invierno, a partir de ahora los días empezarán a ser más largos y las noches más cortas. Por tanto, si no viene algún cometa que se empotre contra la tierra, se produce un catastrófico terremoto, o se origina una abrasadora tormenta solar, mucho me temo que nos va a tocar seguir adelante, y con más horas de día.
Lo curioso de toda esta historia, que se está difundiendo desde hace tiempo, es que hay gente que se la cree. A la cabeza están los chinos. No sólo porque son más. Según los estudios lideran las estadísticas del miedo. Pero los estadounidenses no se quedan atrás. La prensa nos informa que durante los meses previos al anunciado final han aumentado las ventas de búnkeres. Aunque esto no nos debe sorprender. Yo tengo algún amigo, profesor universitario jubilado, que en los momentos más críticos de la “guerra fría” llegó a almacenar en su casa cantidades importantes de alimentos, tras haber llegado al convencimiento de que el desastre atómico estaba cercano. Lo cierto es que ha tenido que terciar en el debate hasta la NASA con un mensaje tranquilizador de que el 21 de diciembre esto no se acaba.
Lo que nos cuentan los expertos es que en este día se completa el círculo astronómico de los mayas, que según su código, se produce al finalizar el decimotercer b’aktum (períodos de 394 años). Este período, que comenzó en el año 3114 antes de Cristo, se cerraría para dar paso a otra era de su calendario. Un simple cambio de época, según los estudiosos de las profecías encontradas en los jeroglíficos mayas. Pero además, es que estos expertos nos dicen que este cambio nos depararía un nuevo porvenir, mucho más positivo para toda la humanidad. Por si acaso, el Vaticano también ha lanzado algún comunicado tranquilizador. Pero, independientemente de profecías y de previsiones astrológicas, a las que tan dados somos los humanos cuando en lugar de aplicar la razón y el sentido común nos dejamos llevar por la charlatanería y la frivolidad, lo cierto es que nos encontramos en un momento crucial para la humanidad, del que no es posible salir airosos si no es para mejor. No sé si es esto lo que había presagiado el sabio pueblo maya. Ni si ello se correspondía con los conocimientos transmitidos por supuestos extraterrestres, o por viajeros en el tiempo que querían advertirnos de los peligros que nos acechaban. Pero la realidad es la que es.
Más de siete mil millones de habitantes en nuestro viejo planeta, con previsiones de crecimiento alarmantes para las próximas décadas; un desarrollo económico totalmente inviable e insostenible, según los informes de la ONU y de reputados científicos de todo el mundo; un calentamiento global que está próximo a llegar al punto de no retorno; y tres grandes potencias económicas y humanas, como son Brasil, India y China, reclamando participar del reparto de las riquezas y de los avances de la ciencia, considero que son argumentos de peso suficientes para que estemos preocupados. La crisis económica que vivimos en Europa en la actualidad no es más que la consecuencia de esta situación, si bien se ha agravado por la codicia de los especuladores financieros.
Sin embargo, aún hay margen para la esperanza. Actualmente muchas de las mejores cabezas de nuestro planeta trabajan para que nuestro mundo siga siendo posible. Científicos de la ONU han detectado un paulatino decrecimiento de la violencia en la humanidad. A pesar de las terribles guerras que aún nos asolan. La gestión responsable en las empresas se abre paso de forma decidida, a pesar de la crisis. Los mecanismos y herramientas para conseguir un desarrollo más sostenible, están en marcha. Las redes sociales y solidarias que se han formado alrededor de las familias más necesitadas y maltratadas por la crisis económica, tanto en España, como en otros países, crecen cada día más. Ciudadanos de todas las edades y condición, que hasta hace poco estaban divididos por artificiales filiaciones y creencias, se unen para alzar su voz contra los especuladores. El mundo está comprendiendo que jugar con los precios de los alimentos y con el dinero de los demás nos puede traer consecuencias terribles. Cada vez más ciudadanos reclaman transparencia y control de la economía financiera.
Sin ningún género de duda, los mayas tenían razón. Estamos entrando en una nueva era, que sin duda será más positiva para la humanidad, pues, entre otras cosas, la crisis nos está enseñando a valorar más lo que podemos perder. Ahora comprendo esa sensación de paz interior que experimenté hace ahora más de diez años, cuando visité las ruinas mayas de la antigua ciudad de Copan, en la frontera entre Guatemala y Honduras, durante mi cooperación internacional con el gobierno hondureño. Quizás vuelva por allí algún día. Esta vez como señal de reconocimiento a su sabia cultura milenaria, tras haber entrado en la nueva era.