Desde la vecina Juan XXIII hasta el Morro, tomando como límite el antiguo cuartel de Bomberos, se extiende una colina con unas impresionantes vistas a la bahía sur en la que hace casi un siglo, en plena posguerra, se edificó el primer edificio en altura de Ceuta. Acababa de iniciarse la década de los años 30 y, ese campo, donde desde hacía décadas se alzaba el Hospital Militar, comenzó a cambiar su fisonomía y adoptaba el nombre de General Sanjurjo.
Esta época corresponde con la primera fase de construcción del barrio, que aún puede percibirse en el contraste de la arquitectura de los bloques. Estos primeros edificios, bautizados como ‘grupos viejos’, son los que actúan como límite con el Morro.
La zona se completaría una década más tarde, cuando en el verano de 1948 entregaron el resto de viviendas a familias jóvenes que dotarían al barrio de un auténtico ‘baby boom’. “La matrona no salía de aquí”, recuerda Joaquín García, vecino nacido en el 49 en la calle Juan Sebastián Elcano.
Fue unos años más tarde cuando al barrio le llovió su segunda nomenclatura, también en honor a un militar. “Los señores Bayona y José Luis Morales crearon un equipo de fútbol pero no sabían qué nombre ponerle, así que se decantaron por el fundador del Hospital Militar, Leopoldo O’Donnell. Fue tal la repercusión que tuvo el equipo en la ciudad, que el referirse al equipo era hacerlo también al barrio”, explica Joaquín.
Este antiguo vecino presume de que su barrio es pionero en todos los eventos festivos. “Fuimos los primeros en arrancar con las verbenas, que aún continúan, la Escala en Hi-Fi se hizo por primera vez en O’Donnell, y tanto la Navidad con el coro creado por Manolo Sánchez Mesa, como el Carnaval se han vivido intensamente”, explica.
Fue precisamente en torno a una verbena cuando llegó el tercer y último nombre con el que se le conoce al barrio, y que hoy es el oficial, el que le rinde honor al apóstol Santiago. “En la década de los 80 un grupo de chicos iba a organizar una verbena para la que contactaron con un conjunto de música. Estos iban a venir un viernes pero no pudieron y lo pospusieron al lunes siguiente, que era el día de Santiago. Casualmente al año siguiente se volvió a repetir, y cuando años más tarde se creó la asociación de vecinos ya resonaba el nombre de Santiago Apóstol, así que se le decidió dar ese al barrio”.
Dos militares y un apóstol son los nombres que lleva por montera este histórico barrio que vive entre destacados navegantes. “Los nombres de las calles son un homenaje a todos ellos. Desde Pizarro, Hernando de Soto, Pedro de Alvarado o Hernán Cortes”.
Joaquín García forma parte de esos vestigios del pasado del barrio. Es de los pocos vecinos que se resisten a marcharse del hogar en el que nació, en su caso fue en el 1949, un año después de que entregasen los nuevos bloques de viviendas, y se niega a marcharse de una zona tranquila, donde se vive “fantásticamente” y que define de “amistad”. Ese es el resumen que hace de toda la vida en una barriada que se ha caracterizado por la unión y la buena relación entre todos sus vecinos, “y que continúa después de los años”. Pionero en crear un grupo de Facebook de una barriada en Ceuta llamado ‘Amigos odonneros’. Esta red social se ha convertido en el mejor nexo de unión entre todos aquellos que ya no viven en el barrio, o ni tan si quiera en la ciudad. “Gracias a eso estamos todos en contacto y parece que no ha pasado el tiempo, además organizamos reuniones periódicas y montamos unas fiestas increíbles”.
Justo en frente de la Federación de Asociaciones de Vecinos se encuentra el epicentro festivo de la barriada O’Donnell. Famosa, sobre todo, por acoger las resonadas verbenas que se celebran a final de julio en torno a su patrón. La plaza Alonso de Ojeda, además, genera un especial cariño entre los vecinos, ya que en la misma recuerdan, a través de una placa, a uno de sus presidentes más queridos, Manuel Suánez.
Ha sido un icono de la sanidad militar ceutí. El emblema de una época en la que las circunstancias hacían necesaria la existencia de unas instalaciones sanitarias que cubrieran la demanda de una población mayoritariamente castrense y donde el trasfondo del conflicto bélico con Marruecos justificaban su presencia. Así nació el Hospital Militar de O’Donnell en 1913. El “pulmón” de un barrio que creció en torno a él décadas más tarde. “En el Morro estaba el conocido como cuartel de los mil hombres que se construyó un siglo antes para albergar a los militares que estaban de paso hacia Marruecos y reunía las condiciones necesarias para convertirse en hospital porque estaba relativamente cerca de la frontera y de la batalla”, explica Joaquín García.
Lo llamaron Hospital Militar O’Donnell por el general del mismo nombre que pernoctaba junto a su destacamento de camino a la contienda en Marruecos. Su tropa, integrada por mil hombres, también prestó el nombre al antiguo cuartel que dio paso. “El hospital militar por entonces se encontraba en el centro, en la plaza de los Reyes, así que lo trasladaron hasta el campo exterior para evitar que los enfermos e infectados transitaran por toda la ciudad”.
Finalizada la Guerra Civil comenzó a construirse el barrio que hoy se conoce. Las pequeñas casitas de planta baja que se ubicaban alrededor del hospital fueron relegadas por bloques de viviendas, los ‘grupos viejos’, situados en los aledaños del hospital, y la vida del barrio comenzó a girar en torno al mismo. “Toda nuestra vida ha estado estrechamente ligada al hospital, era nuestro hospital que, en realidad, no era así, pero lo sentíamos como nuestro”, recuerda Joaquín. Allí se dirigían si enfermaban, a escuchar la obligada misa de los domingos, “a robar alguna que otra hoja de morera”, o cuando los niños “negociaban” con los soldados. “Ellos no podían salir, así que nos pedían que les comprásemos tabaco o cualquier cosa que necesitase y nos lo pagaban con una perra chica o gorda”, rememora este antiguo vecino.
En la década de los 80 Santiago Apóstol se convirtió en patrón del barrio. Los vecinos lo acogieron de buen agrado y pronto lo incorporaron la festividad a su calendario. Por ello, en el año 1993 el entonces presidente del barrio quiso contar, además, con la presencia del Apóstol, por lo que envió una petición a la Xunta para que enviasen una talla de Santiago, y desde Galicia respondieron de forma inmediata con una pequeña escultura de madera que se puede contemplar en una hornacina realizada por los odonneros Manolín y Rafa ‘El Cardíaco’. Además los vecinos de los bloques de alrededor se comprometieron a mantenerlo y depositar flores, y como se puede comprobar, cumplen religiosamente con su palabra.
Es pronunciar el nombre de Antonio Beltrán, más conocido en el barrio como ‘Trompi’, y Joaquín García no puede ocultar la emoción por más que lo intente. Sus recuerdos le hacen viajar a un pasado, ahora bastante remoto, en el que este conocido odonnero se ganó el cariño y amor de todos sus vecinos. Su afabilidad, servicialidad, implicación y compromiso le valieron el afecto de toda una barriada que años después sigue recordando y honrando su recuerdo.
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