Con mucha frecuencia decimos que actuamos de una determinada forma - la que sea - porque esa es nuestra forma de ser y se tiene razón aunque ello no justifique esos determinados actos puntuales que suelen ser muy diferentes entre sí.
Esa expresión y, sobre todo, nuestro deseo de que seamos comprendidos y justificados es, en definitiva, un velo espeso que queremos extender para ocultar, disimular y hasta justificar nuestra falta de calidad para la convivencia humana. Convivencia ésta que no es un capricho sino una necesidad .
Es cierto que cada persona tiene capacidad de pensar y actuar a su estilo, fruto de su educación, pero no debemos olvidar - en ningún momento - que los demás tiene derecho a ser respetados. Respeto que no se basa sólo en cuestiones de mucha importancia o de fuerza sino que ha de hacerse sensible en las cosas pequeñas, en esas que a muchos pasan desapercibidas pero que hieren la sensibilidad de otras personas. Es esa falta de consideración con el necesitado, al que se le ignora en no pocas ocasiones cuando necesitan un gesto de caridad.
No entendamos la caridad, exclusivamente, como la acción de dar unas monedas a quienes las piden en las puertas de las iglesias o en cualquier otro lugar. La caridad es la total atención a las necesidades de la convivencia humana, logrando con ello la paz en su sentido más amplio. No hay por qué molestar a nadie con un gesto desabrido o con una acción de mal gusto que molesta la sensibilidad de otros. La vida está llena de ocasiones en las que la caridad debe ejercitarse, aunque sean cosas pequeñas.
Nuestro mundo está lleno de situaciones conflictivas; unas a nivel máximo y otras a ese novel en el que cada persona se mueve: es su nivel de vida personal y a él hay que aportar amor y no dolor. Amor por las cosas bien hechas, aunque sean insignificantes, porque ese amor tiene una dulzura de gran calidad que transforma totalmente al ser humano. ¡ Cuánto vale esa dulzura en esas ocasiones en las que todo está a punto de estallar, cuando las pasiones nos llevan - o nos dejamos llevar - hacia la desesperación!
La caridad - el amor noble y sincero - transforma al ser humano. Esta transformación - conseguida día a día - la necesitamos siempre pues es fácil ceder ante el egoísmo y éste es motivo de muchos de los males que padecemos. A veces queremos contentarnos con lo que tenemos y como somos; lo cual es una derrota que nos causamos a nosotros mismos. Hemos de tener paciencia con las acciones de los demás y procurar que esas actitudes mejoren. La virtud de la paciencia es la que nos asegura la perfección. ¡ Tengamos paciencia !
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