Hace unas décadas se editaba un periódico llamado ‘EL CASO’. Era una especie de recopilatorio de los asesinatos y desgracias que pasaban en nuestro país. Me imagino que publicaban los crímenes con el beneplácito de la censura de la época, pero informaban de todo lo desagradable que ocurría en nuestro país y en el mundo. Era una edición mensual y un vecino del barrio era forofo de este medio y de las malas noticias. Era un poco rarillo, porque en su casa tenía una lámpara de calavera y muchos adornos de ese estilo.
En mi casa no comprábamos ese periódico, pero un día apareció un ejemplar, cosa que me llamó la atención y la curiosidad. El motivo fue un asesinato ocurrido en Ceuta. Creo recordar que una señora se puso en complot con su amante y mandaron al otro barrio al marido de esta. Todo indicaba que este señor había abandonado a su esposa, pero unos meses después apareció el cadáver quemado en un arroyo próximo a Calamocarro. Leí la noticia –que cuento de memoria- y según avanzaba en la lectura me iba asustando. Recuerdo que mi padre me dijo que esas cosas no pasaban en Ceuta. Pensé que lo hacía para no alarmarme y que pudiera dormir plácidamente, pero con el paso de los años comprobé que era cierto.
Cosas de esas no pasaban en Ceuta. Tampoco lo de traficar con droga y recuerdo que si pillaban a un ceutí con droga la noticia circulaba por toda la ciudad como algo terrible y novedoso. No era habitual y en aquellos tiempos era un hecho muy reprobable por la ciudadanía. Ahora lamentablemente lo tenemos como normalizado.
La prensa local se limitaba a El Faro de Ceuta y Radio Ceuta que, con alguna otra radio nacional, daban las noticias y agrupaba sobre el aparato a las vecinas para oír la novela Lucecita –igual no es su nombre real- y escuchar discos dedicados. Eran otros tiempos, ni mejores ni peores; otros tiempos, donde había más seguridad ciudadana y quizás, más vergüenza entre los vecinos. No tengo por qué llevar razón, pero pienso que había menos cultura y más vergüenza.
Los profesionales de la prensa local las pasaban canutas para sacar un periódico con noticias atractivas y había noticias que si echamos mano a la hemeroteca no existían, aunque Ceuta estaba en el mismo lugar donde se encuentra hoy. Muchas décadas después los profesionales de El Faro tienen páginas aseguradas pendientes solo de cambiar el lugar del suceso, porque es “el pan de cada día”. Me refiero a las quemas de contenedores, vehículos, paso de inmigrantes, intentos de salida de inmigrantes, accidentes graves de circulación y fuga de conductores. Estas crónicas son el día a día de nuestra ciudad y las incorporamos a nuestro subconsciente hasta el punto de no llamarnos la atención.
Eso fue lo que le pasó a un compañero que leía este medio y vio la noticia de la quema de vehículos y contenedores y dijo “esto es lo de siempre” sin dedicar un segundo en interesarse y leer la noticia. Hemos normalizado estas cosas y la normalización de este tipo de hechos no es nada positivo para los que hemos decidido vivir aquí, ni para los que tienen el propósito de volver a su tierra y, mucho menos, para promocionar el tan cacareado turismo del que tanto se habla y tan poco llega.
Por esa razón cuando leí en este periódico que un ciudadano había encontrado una cartera con 850 euros y la había entregado en el Cuerpo Nacional de Policía, me pareció una noticia fantástica de las que te suben el ánimo, aunque parezca, visto lo visto, casi increíble. Y, en esa estamos, porque una noticia que debía ser lo habitual es contada como algo extraordinario y lo anormal lo asumimos como habitual.
No estaría mal echarle una pensadita, ¿pero algo no estamos haciendo bien?.
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