Fran Rivas Doncel y Miguel Ángel Giles Conde son, desde el pasado jueves, dos héroes. Por lo menos para los dos menores a los que salvaron la vida cuando les socorrieron cerca del Sarchal, a dos millas de la orilla.
Todo empezó como una jornada normal de recreo, cuando estaban esperando a sus respectivas mujeres para cenar y prefirieron pasar el tiempo dando una vuelta en barco. Entonces, se echaron al mar a bordo del barco ‘Los Rivas’ en busca de “algo para cenar”. El itinerario que siguió la embarcación fue puerto, cementerio, La Sirena y potabilizadora hasta llegar al Sarchal, donde optaron por parar para cambiar la muestra, momento en el que divisaron en el mar dos bultos flotando. “Fran me dijo que había visto dos cabezas, lo cual me extrañó porque sólo estábamos nosotros en el mar”, explica Giles, quien dijo que tras comprobar lo que le había dicho su amigo se dio cuenta de que no estaban solos, que cerca había dos niños que necesitaban ayuda de manera urgente.
Ambos se dieron cuenta de la gravedad de lo que estaba ocurriendo, por lo que pusieron rumbo a los dos niños y los sacaron del mar. “Al sacarlos vimos que uno era asmático, estaba hecho polvo. Si hubiésemos pasado por la zona cinco minutos más tarde no los hubiésemos encontrado con vida”, manifiesta Giles.
Los rescatadores llevaron a los menores a la conocida como la ‘piedra de los robalos’, en la orilla de la playa, donde pudieron ya encontrarse con sus acompañantes. “Nos ofrecimos a llevarlos al hospital, pero ya se habían recuperado, menos mal que todo quedó en un gran susto”, recuerdan.
Al parecer, los menores salieron a nadar “y el mismo levante se los llevó para adentro, dejándoles si posibilidades de volver a la orilla”, dice Rivas.
Una vez pasado el susto y contentos por haber salvado dos vidas, Rivas y Conde recuerdan un caso que, cuanto menos, consideran extraño debido a que no entendían cómo dos menores de unos 12 años habían nadado tanto hasta situarse a dos millas de la orilla. “Yo pensaba que podrían haber alquilado un kayak y éste se había hundido o que iban en una embarcación y para gastarles una broma los habían tirado al mar”, dice. Sin embargo, afirman sorprendidos que no había un solo barco cerca de los menores.
“Me queda el orgullo. Imagínese lo que se puede sentir al salvar una vida, dos en este caso”, manifiesta Giles. Su amigo Rivas dice que llevarían una hora a la deriva debido a que uno de ellos “estaba tiritando de frío, al filo de la hipotermia”.
Ambos consideran que debería haber más vigilancia en esta zona de la ciudad adonde también acude la gente a bañarse. “Debería haber vigilancia también en esta zona, no sólo en el Chorrillo”, afirman.
Además, Rivas advierte de que esta zona de baño carece de limitación con boyas para que no pase un barco y los bañistas no las superen. “En esta zona no hay limitaciones, se ponen a nadar, se confían y cuando se dan cuenta están a muchos metros de la costa. Si hubiera boyas a 50 metros, los bañistas nadaban hasta éstas y luego volvían”, añade.
Otro de los peligros de esta playa son las fuertes corrientes. “Para bajar a un punto concreto del fondo tienes que meterte 50 metros antes para llegar al lugar exacto”, explica Giles.
Desde el pasado jueves, Rivas y Giles, electricista y legionario, respectivamente, ya son, además, rescatadores.
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