Opinión

La Pizarra | ¿Nos queda algo de conciencia?

El pasado lunes veintinueve de mayo, el MEFP hacia públicos los resultados del “Estudio Internacional para el Progreso de la Comprensión Lectora” (PIRLS según sus siglas en inglés), correspondientes al año 2021. Es un informe internacional que evalúa el nivel de comprensión lectora de los alumnos de 4º de Primaria. Se realiza cada cinco años y España participa desde 2006.

Como era fácilmente previsible, Ceuta vuelve a cosechar el peor resultado de toda España. Los alumnos y alumnas de Ceuta de 4º de Primaria son los que tienen el nivel más bajo de comprensión lectora de todo el país (incluso por debajo de Melilla, aunque muy ligeramente). Es consecuente con nuestro pertinaz liderazgo en la oprobiosa clasificación nacional de fracaso escolar.

La noticia es tan triste como dolorosa. No existe una explicación racional para que los ceutíes sufran esta condena a perpetuidad. Vivimos en una Ciudad muy pequeña (dieciocho centros públicos y seis concertados), en la que se moviliza una ingente cantidad de recursos públicos, y en la que debería resultar relativamente sencillo diagnosticar con acierto las causas de esta lacra y aplicar las medidas correctoras precisas. Y sin embargo, pasan los años, ante una insultante indiferencia generalizada, sin que nadie haga el menor esfuerzo por revertir esta nefasta dinámica.

En una comunidad dotada de un grado mínimo de sensibilidad social, una noticia de este calado hubiera provocado una catarata de reacciones. Por supuesto de las administraciones públicas; pero también del resto de agentes educativos. Lo lógico es que un sentimiento de indignación hubiera recorrido la espina dorsal de nuestro cuerpo social hasta cristalizar en un movimiento reivindicativo contundente. No ha existido ni un solo pronunciamiento al respecto. Se diría que ya hemos aceptado como “una segunda piel” nuestra realidad de sociedad fracasada. Hemos perdido la esperanza de hacer una Ceuta mejor. Carecemos de la ilusión y la ambición necesarias para plantar cara el MEFP y exigir una reparación inmediata de esta flagrante injusticia. Quizá no seamos capaces de valorar en toda su dimensión las repercusiones que tiene para el futuro de nuestra Ciudad el arraigo y la consolidación de un fracaso escolar desmedido (vidas condenadas a zozobrar sobre la precariedad y la angustia).

En una comunidad dotada de un grado mínimo de sensibilidad social, una noticia de este calado hubiera provocado una catarata de reacciones. Por supuesto de las administraciones públicas; pero también del resto de agentes educativos

La pregunta surge inevitable. ¿Por qué el MEFP no aborda con la determinación necesaria esta cuestión? Es obligado volver a poner de manifiesto el origen de estos males. La educación en Ceuta está (no) planificada; (no) dirigida y (no) desarrollada por un equipo de personas absolutamente ajenas a los intereses de Ceuta, que desconocen por completo nuestra realidad y por la que no se sienten en absoluto concernidos. Dentro de poco tiempo serán sustituidos (hay elecciones muy próximas) y serán relevados por otros (del mismo o diferente partido) de perfil similar para los que “Ceuta y Melilla” sólo suponen un “pequeño marrón” que en el mejor de los casos puede elevarse a la categoría de exótica anécdota sobrevenida. Cambiar el modelo de gestión es un deber moral que todos tenemos la obligación de exigir a los poderes públicos.

Tampoco podemos estar satisfechos del modo en que la Dirección Provincial está gestionando la lucha contra el fracaso escolar. Desde hace algún tiempo (acaso demasiado), su única preocupación es mantener permanentemente activa una inútil campaña de imagen y propaganda. Parece que se han vuelto “adictos a la foto” (una enfermedad política muy extendida). Todo su interés se centra en difundir proyectos deslumbrantes relacionados con el futuro que, en realidad, afectan a una proporción insignificante del alumnado. La innovación en el ámbito pedagógico es un factor de una enorme importancia que, en cualquier caso, se debe cultivar con dedicación y entusiasmo. Pero nunca se debe olvidar que lo que realmente importa es el día a día en el aula, el trabajo silencioso, abnegado e incomprendido de centenares de profesionales que, sin hacer ruido, intentan hacer progresar a niños y niñas, a pesar de las trabas y la indiferencia de la administración. Dentro de cinco años se hará público un nuevo informe sobre comprensión lectora. Desde hoy mismo tendríamos que empezar a saber por qué nuestro alumnado encuentra más dificultad para comprender lo que lee, y a partir de ahí, diseñar y ejecutar un plan para resolver los problemas detectados. En cada aula, en cada casa, cada hora, con paciencia, ternura y afecto. No hacen falta fotos. Basta con apoyar e incentivar al profesorado. Así, quizá, en dos mil veintiséis, podamos salir del pozo, recuperar la autoestima colectiva y afrontar el futuro con más alegría.

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