Categorías: Opinión

“Nos invaden”

Es la cantinela de siempre. Las fronteras que Europa mandó construir para creerse protegida tiemblan ante los intentos de escapada africanos. Es algo que nunca cambiará. Podremos levantar vallas de siete metros, rodearlas de concertinas, blindarlas con cámaras... que al final seguiremos teniendo entradas masivas como la que se produjo el pasado martes, a plena luz del día, en Melilla. Lo curioso de estas historias no es la entrada de los inmigrantes. Lo curioso radica en la postura que adopta toda una Delegación del Gobierno que empieza, nerviosa, a hablar de invasión, de ataque en toda regla y para coronar sus historias para no dormir nos cuentan que “los inmigrantes cuentan con ayudas de personas desde Melilla” y nos hablan de mafias que organizan estos asaltos.Y miren por dónde que este tipo de salidas me resultan conocidas, me recuerdan a aquellos tiempos en Ceuta, en los que también se hablaba de invasiones y se acusaba, de forma más o menos velada, a las oenegés y a la iglesia de atraer subsaharianos a la ciudad. Se atacaba al padre Béjar porque acogía a los inmigrantes y se buscaban apoyos entre medios afines para hacer una campaña contra el sacerdote por ayudar al necesitado. Mientras la Guardia Civil se escondía cerca de la iglesia para hacer cositas malas. La hipocresía al poder: nos santiguamos, vamos de legales y luego hacemos las cosas mal.
Al delegado del Gobierno en Melilla le vienen grande estas historias migratorias, así que suelta lo primero que le llega buscando encontrar a los malos de la película porque es incapaz de ver más allá del problema. Anuncia (nueva patochada) que se reforzará el vallado, cuando debería saber que ni los sistemas más sofisticados servirán para frenar a quienes han atravesado un desierto, han sufrido violaciones, han visto morir a sus compañeros y han intentado el salto por Ceuta o por Melilla tantas veces como han podido. Esa es la realidad, los fenómenos migratorios hay que entenderlos en su ámbito global, no buscando acallar las voces vendiendo humo, buscando fantasmas para atacar a las oenegés o a las curas -como siempre sin pruebas- intentando salir airoso de la situación.
España sabe el problema que tiene entre manos y sabe hasta qué punto puede actuar, porque la entrada de estos subsaharianos supera la visión reduccionista con la que se está tratando en Melilla. Infundir el miedo entre la población es digno de reproche.

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