El 21-06-1978 el diputado vasco por Eukadiko Ezkerra Francisco Letamendia, defendió en el pleno del Congreso de Diputados una enmienda para introducir en la Constitución el derecho de autodeterminación. Pero se opusieron a reconocer tal derecho 268 diputados, entre ellos los del PNV, absteniéndose 9 de los 11 diputados de la entonces Minoría Catalana. ¿Saben quiénes defendieron que la enmienda no fuera admitida?. Los catalanes Jordi Solé Tura y Ramón Trías Fargas, entre otros. Entonces los nacionalistas catalanes estaban a años luz del “procés”. Pero 41 años después del referéndum del 6-12-1978, lo que no quisieron entonces ni catalanes ni vasco ahora van camino de conseguirlo.
Y es que, se nota que estamos en tiempo de setas, porque ahora en España, con la misma facilidad que tales hongos, nacen, crecen y se multiplican las naciones, los estados, los sujetos soberanos, los derechos de decisión, de autodeterminación y hasta el “sursum corda”. Recuerdo que esta última expresión en latín ya saben que tiene connotaciones religiosas; la pronuncia el sacerdote en el prefacio de la misa y significa: “levantemos el corazón”. A lo que los fieles responden: “Lo tenemos levantado hacia el Señor”. La utilizo aquí como metáfora para referirme a tantos prestidigitadores y charlatanes de pueblo, vendedores de humo, subidos en púlpitos separatistas alentando a sus masas a “levantar” naciones, estados y sujetos soberanos que ahora tanto abundan. Escribe Alfonso Ussía que “Cataluña y País Vasco no son más naciones que Ceuta o Melilla, porque éstas son tan españolas como Madrid, Sevilla, Valencia, Barcelona y San Sebastián”.
Está en avanzado estudio un nuevo Estatuto vasco en el que los separatistas pretenden recoger: Que el País Vasco es una nación con derechos de decisión y de autodeterminación. Claro, al querer ser nación, que la forman el conjunto de personas cuya soberanía está representada por un estado, engañosamente piden las dos cosas. Pero es que los separatistas vascos incluso van más allá, al aseverar que el nuevo estado vasco estaría formado por lo que ellos llaman Euskal Herría, que comprendería: País Vasco, antiguo reino de Navarra que se lo anexionarían, norte de Francia que asimismo reivindican. Y, además, la población vasca se dividiría en “ciudadanos” y “nacionalizados” que, supuestamente, estos últimos carecerían de la condición de ciudadanos. Es lo que los vascos llaman la “gran nación vasca”, al modo imperialista como Cataluña reclama los “països catalanans”, como si un “imperio” fuera..
He dicho muchas veces que Cataluña y el País Vasco nunca estuvieron constituidas en reinos ni tuvieron soberanía. Cataluña no pasó de simple condado dependiente del antiguo reino de Aragón. Y el País Vasco tampoco pasó de meros señoríos; eran las antiguas provincias vascongadas pertenecientes al antiguo reino de Navarra. Ambas Autonomías, de no haber sido políticamente nada nunca, arrastran un viejo “complejo de inferioridad” que les lleva a querer compensarlo creciéndose para convertir su insignificante pasado en “complejo de superioridad” actual. Es decir, algo así como Napoleón, que como tenía complejo de bajito, inventó que la talla de los hombres no se medía de los pies a la cabeza, sino “desde la cabeza al cielo”. Así, él era de los más altos.
El “derecho de decisión” tengo dicho hasta la saciedad que no existe en el Derecho Internacional. En España está terminantemente prohibido por la Constitución, como acaba de ratificar el Tribunal Supremo en el juicio del “procés”. Es pura invención, mero separatismo radical. Sí existe el “derecho de autodeterminación”, pero estuvo destinado en la década 1960-70 a la descolonización de los países africanos oprimidos y explotados por las antiguas potencias colonialistas. En la actualidad, se ha quedado vacío de contenido tras haber adquirido la independencia los territorios que por dichas colonias estaban dominados y subyugados.
¿Existe alguna razón de base histórica, lógica o razonable para que el País Vasco se independice?. Absolutamente ninguna. Desde los godos, los vascos fueron los cántabros de Vasconia, vascones. Después, el territorio se denominó Provincias Vascongadas: Vizcaya, que el año 1076 Íñigo López de Haro I fue su primer señor, pasándose voluntariamente a Castilla. De simple señorío nunca pasó, como mayor rango de nobleza que alcanzó. Guipúzcoa, se la anexionó Castilla el año 1200. Y Álava, también en 1200 se constituyó voluntariamente en condado del reino de Castilla.
A los separatistas vascos y catalanes les encanta presumir de haber tenido rey, para justificar la soberanía que reivindican. Por eso se arrogan como propio al gran rey de Navarra Sancho III, que reinó entre 1004 y 1035. Paradójicamente, fue el primer rey que se tituló “hispaniarum rex o rex ibéricus” (rey de toda Hispania). El ficticio reino se lo apropió Manuel Irujo para elaborar el mapa imaginario de Euskadi incluido en la Constitución republicana vasca en el exilio que en 1940 proclamó en Londres. En su artículo 5º se anexionaba desde Londres: “El territorio vasco es el integrante del histórico Reino de Navarra, dividido en las Regiones de Navarra, Vizcaya, Guipúzcoa, Álava, Rioja, Moncayo, Alto Ebro, Montaña y Alto Aragón, más los condados de Barcelona y de Gascuña que le rindieron vasallaje”.
En 2004 se cumplía el milenio de la coronación de dicho rey de Navarra, Sancho III y, para conmemorarlo, el Ayuntamiento de Fuenterrabía anunció la construcción de un monumento dedicado a aquel rey. En concurso para construirlo se recogía: “Es necesario recuperar el valor de la entidad regia del Señor de los vascos, huyendo de una conmemoración provinciana a nivel de la limitada Navarra actual…”, y justificaba el monumento por la importancia del momento histórico que 1004 representaba; “año – decía – en que accede a la corona el Rey del Estado Vasco…”. Pero ese rey de los vascos, que nunca lo fue (lo era de Navarra) fue precursor de la recuperación de la unidad de toda Hispania durante la Reconquista. Y el País Vasco nunca fue nación, ni reino, ni estado, ni independiente.
Pero los separatistas vascos protagonizaron el mismo sainete falaz que propagó Cataluña cuando el año 2010 exhumó los restos del rey Pedro III el Grande de Aragón, incluso dándole escolta oficial los Mossos de Escuadra y haciendo el paripé de presentarlo como su “rey catalán Pere II el Gran de la corona catalano-aragonesa”. Le llaman Pere II, porque con ese título Pedro III heredó de su padre el Condado de Barcelona, pero nunca a título de rey, que Cataluña jamás tuvo, sino de conde.
El separatismo vasco lo inventó Sabino Arana (“tontiloco” lo llamó el insigne Miguel de Unamuno). Sabino fundó en 1894 el Partido Nacionalista Vasco, dotándolo de su ideario nacionalista. Con él comenzó la gran mentira soberanista vasca. En su ideario doctrinal, figuraba: “El País Vasco se llamará Euzkadi (con “z”), comprendiendo Vizcaya, Álava y Guipúzcoa”, anexionándose por su soberana voluntad Navarra, en contra de los navarros, para apoyarse en la condición de reino que Navarra tuvo, y sumándole también el territorio vasco-francés. Y continúa: “ Euzkadi, la nación vasca, consciente de sí misma es la única patria de los vascos. Por derecho natural, por derecho histórico, por derecho de conveniencia suprema y por derecho de propia voluntad (¿Se pueden tener más derechos?), Euzkadi debe ser dueña absoluta de sus propios destinos para regirse a sí misma en la forma que estime conveniente”.
Y añade: “El PNV proclama la necesidad primordial de conservar y robustecer la “raza vasca”, base esencial de nuestra nacionalidad. Los estados vascos históricos, Araba, Guipúzkoa, Laburdi, Nabara, Zuberoa y Biskaya se reconstituirán libremente formando una confederación (…); y, si no de forma exclusiva, principalmente, estarán formados con familias de raza vasca”, a la que Sabino consideraba portadora de un grupo sanguíneo, RH negativo, “diferente y superior en todo a la raza española”, sin que con su minúsculo intelecto se percatara de que se estaba imputando a sí mismo la inferioridad que de la raza española predicaba, al pertenecer también él a la misma.
El egocéntrico racista Sabino, creyéndose un “dios”, como si hubiera sido ungido depositario de la gracia divina que él mismo se confirió, declaró al País Vasco una “confederación de estados vascos”, formada por familias casi exclusivamente de “raza vasca”, a modo de “estado étnico”, que no existe en ningún territorio del mundo. Sin embargo, en honor a la verdad hay que decir que entre los vascos, al igual que entre los catalanes, existe gran parte del pueblo que ni es racista ni separatista, sino que son personas nobles, trabajadoras, amantes de su tierra, de su lengua el euskera y el catalán, tienen sus fueros sus propias singularidades lo mismo que los de otras regiones también tenemos los nuestros y amamos a nuestra tierra.
¿Por qué tantas falsedades y fiebre separatista de los radicales vascos y catalanes?. Pues nos lo aclaran muy certeramente los profesores vascos Jon Juaristi en el Buncle melancólico y José Luis de la Granja en su libro Un siglo de Euskadi: por el “falseamiento que hacen de su historia”, inventándose una “nación” que igualmente niega que tengan el prestigioso historiador Ricardo de la Cierva en su libro “Hijos de la gloria y de la mentira”, cuyo título no puede ser más elocuente sobre la serie de falsedades que se inventan.
Como los separatistas se sigan propagando y el Estado no lo remedie, va a suceder algo parecido a lo que ocurrió en el período 1873-1874 que, bajo lo que vino en llamarse “federalismo pacifista”, se proclamaron cantones independientes los siguientes: Madrid, Barcelona, País Vasco, Salamanca, Toro, Ávila, Béjar, Plasencia, Cuenca, Camuñas, Orihuela, Murcia, Torrevieja, Valencia, Cartagena, Baleares, Sevilla, Andújar Bailén y Écija, Loja, Almería, Motril, Málaga, Granada, Gualchos, Tarifa, San Fernando, Jerez, Sanlúcar, Cádiz y Huelva; incluso llegando a entrar en guerra abierta y en algunos casos hasta llegándose a bombardear unos a otros como si de estados enemigos, hostiles y beligerantes se tratara.
El separatismo vasco utiliza las mismas armas propagandísticas que el catalán, inventándose naciones, confederaciones, reinos, estados soberanos e “ínsulas” como las que soñaba don Quijote. Otro último ejemplo de ello se tiene en que, cuando el lehendakari José Antonio Aguirre sucedió a Sabino Arana, apareció en el boletín Euzko Deya de 18-12-1959 que los separatistas vascos publicaban en París una carta de Aguirre dirigida al entonces presidente Eisenhower de los EE UU, que comenzaba así: “Señor presidente: En la lucha de los EE UU por su independencia – cuando el pueblo vasco era todavía soberano – sus asambleas, autoridades y sus hombres reunieron sus ahorros para ayudar modesta y cordialmente a vuestros soldados y a vuestra empresa de libertad nacional”.
El prestigioso historiador Salvador de Madariaga, le replicó así: “Excmo. Señor D. José Antonio Aguirre. 54, rue Singer. París 16. Mi querido amigo: He leído en Euzko Deya la carta que ha dirigido usted a Eisenhower con motivo de su visita a España. Su texto viene a confirmar mi inveterado pesimismo sobre el porvenir de nuestra patria común, fundado en la actitud, a mi ver, trágicamente extraviada de ciertos elementos influyentes en el País Vasco y de Cataluña. No leo en efecto en su carta ni una sola palabra que sugiera solidaridad con el resto de España. ¿Qué concluir sino que está redactada en un espíritu separatista?
¿Qué pensará Eisenhower de estos desterrados que a él acuden en orden disperso?. Empieza la carta con una afirmación de valor histórico más que discutible: “Cuando el pueblo vasco era todavía soberano”. El pueblo vasco no ha sido jamás soberano, ni aun en la Edad Media; y en épocas anteriores, no existía ni la noción de soberanía. En cuanto a la segunda mitad del siglo XVIII, la soberanía del pueblo vasco carecía de sentido jurídico, mientras que la de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y Navarra, aunque por razones distintas, la ejercía el rey de España. De modo que se da aquí uno de tantos casos de equilibrismo en la cuerda floja del lenguaje a que nos tiene acostumbrado el separatismo”.
Pues sirvan los anteriores “inventos” como ejemplo de todas las mentiras separatistas. Lo único que nos salvaría del nuevo Estatuto vasco es que los mismos separatistas están divididos, habiendo presentado hasta tres borradores.
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