Ceuta aparece como un mundo aparte, en donde, a pesar de las directrices existentes, de las leyes y normas, aquí parece que todo se difumina basándose en la denominada especificidad. Cuando se quiere que algo que es norma general no funcione en Ceuta, se busca cualquier excusa relacionada con ese término para que nunca se aplique en la denominada perla del Mediterráneo. Eso, aplicado al mundo de la inmigración, está generando un caso absoluto de discriminación con los peticionarios de asilo, a los que se les impide el tránsito por la península.
Las oenegés lo han denunciado, el Relator de la ONU lo criticó en su informe, Acnur y Cear expusieron sus oportunas quejas, la Defensora del Pueblo y sentencias firmes del TSJA dejaron bien claro que no se podía impedir el tránsito de las personas cuya solicitud de asilo había sido admitida a trámite. Pues bien, aquí todos esos tirones de orejas se pierden en el camino y se echa mano del efecto llamada (por otra parte falso) para justificar el incumplimiento más absoluto de la ley. Pero no sucede nada. Parece que esto a nadie importa. Y pasan los meses y nos llegan inmigrantes que representan un caso auténtico de refugiado, de huido de las guerras, que, sorpresivamente, termina no pidiendo asilo porque sabe que si lo hace se quedará atrapado en el campamento, como les sucedió a los costamarfileños.
España era ejemplo en el instrumento del asilo. Constituía un ejemplo a seguir, ofreciendo una imagen de país ejemplar en el que los derechos y el respeto a los mismos no es algo que quede solo sobre el papel.
Todo aquello cambió, y en el caso de Ceuta y Melilla, el instrumento del asilo quedó desnaturalizado por completo. Mientras a los inmigrantes con derechos se les vetaba el tránsito, otros escapaban en los camiones demostrando que ellos sí encarnaban el auténtico efecto llamada. Pero eso no interesa contarlo, ni asumirlo siquiera para ejecutar cambios.
Ceuta es diferente. Y hoy que se habla de convivencia quizá sea el momento para interpretar adecuadamente qué significa esa palabra, aplicarla a todos los ámbitos porque no es propiedad de sector alguno y vivirla. Eso no sucede. No llevemos a gala pues lo que todavía no hemos aprendido a asumir.