“Este año estamos sufriendo en Ceuta auténticas noches toledanas. Sin ir más lejos, la del pasado viernes creo que ha batido el record... con 29,1 grados de temperatura”.
Dicen algunos que esa expresión popular de las “noches toledanas” está basada en una supuesta matanza sucedida en aquella ciudad durante la época de dominación árabe, cuando su gobernador, ante la actitud levantisca de los nobles allí residentes, resolvió invitarlos a una cena de reconciliación y amistad, y conforme aquellos iban llegando al palacio, eran degollados sin piedad, hasta el punto de que al siguiente día sus murallas aparecieron cubiertas de cabezas cortadas. Otros cuentan que esa expresión procede simplemente de una más vulgar explicación, que la atribuye al hecho de que, estando Toledo en el margen del río Tajo, durante las noches de verano subían nubes de mosquitos a picar sin piedad a los toledanos, no dejándolos dormir. En todo caso, y ahora, la “noche toledana” es aquella en la que por el calor o por otros motivos, no se logra pegar ojo.
Pues bien; este año estamos sufriendo en Ceuta auténticas noches toledanas. Sin ir más lejos, la del pasado viernes creo que ha batido el record, pues según el Observatorio Meteorológico local a las dos y diez minutos de la noche el termómetro marcaba nada menos que 29,1 grados, y todavía más porque en la de ayer, sábado, prácticamente a la misma hora, llegó a los 29º, todo ello cuando, a tenor de lo que indican los expertos, la llamada “barrera del sueño”, es decir, la temperatura a la que ya no se puede dormir, se sitúa en los 25 grados, si bien a partir de los 23 ya se hace bastante difícil conciliar el sueño. Y no han sido éstas las únicas ocasiones en que ha ocurrido algo así, pues en la del pasado día 13 de julio la cosa no anduvo muy lejos, con más de 27 grados.
Cierto es que, a estas alturas, existen hogares con aire acondicionado, pero en la mayor parte de ellos o se pone en marcha un buen ventilador, o se dan vueltas en la cama, o se sale al aire libre en busca de un fresquito que, en la realidad, se limita a ser una corriente de aire más bien caliente. En estas circunstancias, no es raro ver por la mañana a gente con cara de cansancio o, incluso, de mala uva, siendo “la caló” el tema favorito de las conversaciones.
La verdad es que el mes de verano que llevamos está batiendo records de olas de calor sahariano. Basta observar en la tele a los hombres y mujeres del tiempo señalando en los mapas cómo vienen y cómo van esas terribles olas, que por su repetición e intensidad más parecen un auténtico temporal de levante. Pues quedan aún agosto y septiembre, en los cuales, si nos tomamos en serio el vaticinio de los meteorólogos, es de temer que la temperatura siga siendo más elevada que en los años anteriores, y quizás, que nunca El panorama, pues, no resulta nada alentador.
Parece que algunas naciones –no todas- se han tomado en serio la amenaza del recalentamiento terrestre, hasta el punto de haber adoptado medidas para que ese fenómeno, atribuido al mal comportamiento del propio género humano, pues muchas de sus conductas –industrias, automóviles- van creando gases cuyo efecto invernadero repercute de manera muy negativa en la atmósfera. Confieso que he sido un escéptico al respecto, pero ya he tenido que reconocer la evidencia de los hechos. Cerca de 30 grados en plena madrugada ceutí resulta una realidad incontrovertible.
Y, una vez expuesto lo anterior, debo admitir que a las noches de los días 22 y 23 de julio de 2016, mientras el termómetro ascendía en Ceuta hasta esas históricas temperaturas de 29 y 29,1 grados, yo dormía apaciblemente (lo de “caer en los brazos de Morfeo” se me antoja una expresión harto inapropiada para que la utilice un varón que se precie) y, eso sí, con un ventilador en funcionamiento- de tal modo que me enteré del calor que hizo cuando, a las mañanas siguientes miré, en internet, la página de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
Suerte que tuve, pues me libré de sufrir dos verdaderas noches toledanas.
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