Hacía una noche malísima. Las condiciones climatológicas eran adversas. Llovía intensamente. El viento hacía que se escucharan ruidos por todos los rincones de la casa.
Entre los repitiqueos de las ramas de los árboles, el golpe directo de la lluvia en los cristales, el techo que parece que se podía hundir y una cosa fundamental el no conocer la casa.
Aunque hubiera personas con la misma edad eso lo que hacía era empeorar más las cosas. Además empezaron la rueda de anécdotas que dieron en la puntilla.
Primero puso en vilo a todas nuestra prima Encarni: "Recuerdo que donde yo vivía había un señor muy alto que siempre iba vestido de la misma forma. Fuera invierno o verano. Con un abrigo que le llegaba hasta los pies y una bufanda que tapaba a un gran cuello.
Decían las comadres que lo habían visto en las noches de luna llena en el bosque, rodeado de mujeres desnudas. Y él era una persona muy bajita.
Formaban una rueda que iban dando vueltas a una hoguera muy grande. Además cantaban cosas que no se sabia que decían. Creían que era en un idioma desconocido.
Imagínense los pleitos que se hicieron sobre este hombre. Nadie se creía nada. Solo eran preguntas y poniendo muchos rescoldos a esa aventura. Le tocó hablar a Marta. Ella nos envolvió en una nueva historia fantástica.
Decían sus familiares que existía un pueblo que en las noches se escuchaba a las afueras quejidos, chillidos, golpes, lamentos. Nadie sabía de donde partían. Y ninguna del lugar se había atrevido a ir a intentar dar luz a estos misterios. El debate estuvo abierto.
Nada creía que no hubieran ido a ver a un que fuera de día de donde podían provenir esos estridentes y repetitivos ruidos.
Pero de repente paso una cosa que no estaba prevista. Se fue la luz. Todos pegamos un fuerte chillido. Nos agarramos las unas con las otras con las manos. Paramos de dar esos gritos de miedo y fue cuando sonó el teléfono.
Nadie quería soltarse de esos manos que parecían un escudo contra cualquier mal que pudiera ocurrir. Sonó una, dos, tres veces y se paró. Amparo dijo: “¿Por qué no habéis contestado al teléfono?”.
Y de repente se escucho un terrible ruido. Todos apostamos por qué había sido un trueno.Pero nos hizo estar más en tensión. Para liberarnos volvimos a chillar.
Se observó a través de las grandes ventanas un relámpago que había puesto en todo el cielo un color blanco fuerte y que iluminó toda la estancia al completo.
Juana empezó a contar: “Uno, dos, tres, cuatro” y se escucho un nuevo tronido.
Nos dijo que la tormenta estaba muy cerca y como era lógico un nuevo chillido comunitario estuvo en funcionamiento, hasta que volvió a escucharse un nuevo zambombazo. Los nervios estaban a flor de piel.
D repente se escucho llamar a la puerta. Nadie se movió del lugar. Aunque volvió a tocar la misma varias veces. Todos callados. Nadie decía nada.
A los pocos minutos se escucharon las llaves y se abrió la puerta. Una luz entró por la rendija y luego iluminó la estancia donde todas estábamos en un gran abrazo.
Se escuchó mi tía que con una gran sonrisa nos dijo: "Ya sabía yo que ustedes estaríais muertas de miedo".
Es un relato de una buena amiga.
Gracias y que tengas mucha tranquilidad a partir de ahora.
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