Domingo, 8 de octubre de 2017, con mi cámara a cuestas y esperando la instantánea que hiciese provechosa la mañana. Pues nada de nada, ni un mísero disparo, ni una sola imagen por la que echarse la cámara a la cara.
Con ese malestar y a la vez aburrimiento de no encontrarme con lo que buscaba, tomé dirección a la plaza de los Reyes, pensando en el gran problema en que nos encontramos gracias a unos miles de catalanes radicales independentistas, en toda esa gente que hoy había salido a decir ¡Basta ya!, la mayoría silenciosa hoy es la mayoría que demuestra que no todos los catalanes son independentistas.
Son las 15:05 cuando me siento en un banco de la Plaza de los Reyes, a la sombrita, porque el calor apretaba de lo lindo. Como siempre, personas paradas charlando, madres y padres con sus niños jugando y gente sentada tomando “el fresco”, pero la mirada se me va a una persona, una en especial. Su actitud me llamó de inmediato la atención, no sabía por qué, pues parecía simplemente dar de comer a las palomas, pero sus movimientos me resultaban extraños, como por inercia preparo mi cámara y comienzo a disparar.
La imagen que había estado buscando toda la mañana se presentó como en un suspiro, un rápido movimiento de aquel tipo con la camisa de rayas, una imagen que en una persona de cierta edad se me hacía increíble pero que era cierta, estaba sucediendo.
Un giro de muñeca sobre su cuello y aquella pequeña paloma yacía en su mano derecha sin vida, mientras que con la izquierda seguía sosteniendo el paquete de arroz que le servía de cebo, ¡no puede ser, lo ha hecho, lo ha hecho! Pero no era la primera, que caía, una bolsa que por el tamaño debía contener al menos tres más, se encontraba escondida tras un banco a cinco metros de donde yo me encontraba, y hacia ella se dirigía mientras comenzaba a desplumar la que en las manos llevaba.
Cuando llegó a mi altura, no puede callarme y le increpé diciéndole que es lo que había hecho, que por eso podía ser denunciado, que no estaba bien y que el ejemplo que estaba dando a los niños allí presentes no era el más adecuado. El hombre levantó la cara y me dijo, “todo eso lo sé, sé que puedo ser denunciado y que justo allí enfrente se encuentra la Guardia Civil”, permaneció un instante callado y continuó… “PERO YO TENGO QUE COMER HOY”.
Bancos que vienen y van por intereses, por dinero. Empresas que mueven sus sedes para conseguir que sus inversores ganen este año un par de cientos de miles de euros más, presidentes de gobiernos y de comunidades pendientes de sus “importantes asuntos”, partidos políticos declinándose por uno u otro bando, personas exaltadas insultándose en una sin razón desenfrenada. No penséis que la unidad de España no me preocupa, pero… ¡Quién se preocupa de esta gente!, también son ESPAÑOLES, y no tienen que comer.