No es una situación cómoda porque la mente se oscurece y hasta faltan fuerzas físicas para hacer las cosas de cada día. Es una invasión de tristeza en la mente que oscurece toda ilusión. ¿Por qué nos ocurre esto a los seres humanos, que tan necesitados estamos, siempre, de que nuestro espíritu esté siempre animoso? Hay violencia sobre el sentir humano; violencia que no la deseamos pero que nos llega de todas partes, incluso de las que nos son desconocidas , pero en las que sabemos que hay personas que sufren violencia física y moral. ¿Cómo no va a sufrir nuestra alma con ese ataque tan continuado que padece tanta gente y que conocemos a través de los medios de comunicación? Aunque tenemos defectos los seres humanos, sentimos en nuestra alma el padecimiento que otros sufren.
¿Por qué se repite, tan frecuentemente, esa disparidad de criterios para la vida en común? Parece como si se tuviera miedo a vivir en paz, a crear paz para todos en la que las dificultades de todo orden se solucionaran de forma amable y buscando el bien para todos; se prefiere la violencia física y la ignorancia de los muchísimos casos de tortura física y moral que padecen personas de todas las edades y de cualquier condición. Se ha olvidado, o no se quiere tener en cuenta, el valor de una lágrima que lleva todo el peso del dolor del alma; y son muchas las lágrimas del alma que se derraman en el mundo que vivimos. Lágrimas que te destrozan el ánimo y que te llevan a ese estado de no tener ganas de nada amable; el ser humano padece seriamente ese estado de ánimo.
Sé que no es bueno dejarse dominar por las causas que llevan a ese estado de ánimo, que hay que luchar para reconquistar la serenidad y el afán de hacer el bien, aunque sea en un ambiente de confusión y de maldad en no pocos casos. Es necesario sobreponerse al daño que causa la falta de amor hacia la gente, hacia toda la gente, cualesquiera que sean. Hay que luchar contra uno mismo, contra el decaimiento y tal vez contra el egoísmo que nos hace pensar en uno mismo olvidando a los demás. Hay que tener ganas, llenas de ilusión y fortaleza para vencer ese decaimiento personal que nos lleva a no tener ganas de nada. ¡Cómo y por qué nos hemos de considerar derrotados! El alma humana tiene fuerzas inagotables para hacer el bien; pero hay que querer hacerlo.
Hay que tener el alma vigorosa, aunque los años tengan su peso - tanto físico como anímico - pues esta lucha por el bienestar de la gente exige dedicación plena. ¿Acaso se puede descansar dignamente cuando tanta gente sufre infinidad de molestias, carencias y ataques físicos de extrema dureza? No se debe dejar pasar el tiempo, ni siquiera unos minutos. sin estar trabajando seriamente por el bienestar del que carece una gran cantidad de gente en muy diversos países. Esa lucha exige estar despiertos a la realidad y por ello hay que vencer ese estado de ánimo que se puede apoderar de cualquiera y que le hace decir que no tiene ganas de nada, aunque esto sea una realidad que, a veces, nos invade el ánimo. La respuesta debe ser rápida y eficaz.
Se pasa mal, muy mal, cuando no se tienen ganas de no hacer nada y todo persona está expuesta a padecer esa situación. Esas madres que se desviven por sus hijos, ¿acaso no las hemos visto cómo los cuidan? Eso es muestra de amor; la misma que se necesita para hacer frente a tantas situaciones difíciles como se presentan, sin solución de continuidad, en este mundo nuestro, el que vivimos y al que debemos cuidar con el máximo cariño y entrega.
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